Por Vicente Battista
La biografía es un género que cabalga entre la ficción, la historia y la crónica. Su escritura se articula con hechos, situaciones, anécdotas, de los que supuestamente fue partícipe el biografiado. La historia de ese personaje suele ofrecerse a manera de crónica, de informe detallado, en donde inevitablemente se unen la realidad con la ficción.
Sergio Marelli en “Circunstancias de un poeta” propone una nueva forma de abordar el género. Él mismo lo precisa en el prólogo que oficia de introducción: “Desde la primera línea cabe aclararlo: no es una biografía de Roberto Fernández Retamar. No tiene la memoria palúdica de los ficheros ni la escalofriante sabiduría de los archivos”. Y para que no queden dudas, confirma: “Este libro podrá ser muchas cosas, pero eso no”. Y ciertamente, por no ser eso, este libro es único, cálido e inquietante. En las casi 600 ágiles páginas que lo conforman conoceremos al poeta, al pensador, al militante que vio nacer a la Revolución Cubana, que fue parte de ese parto, y que desde entonces hasta hoy mantiene su fe inalterable hacia esa epopeya que modificó definitivamente el destino de Cuba y, permítaseme, de América toda.
La necesidad de dar crédito a lo que se cuenta, la obligación de que resulten verosímiles los datos que se exhiben, son características comunes en numerosas biografías. Esta exigencia impone una desmedida profusión de citas que, con la buena intención de precisar los datos ofrecidos, cae lastimosamente en el tedio. Esa es la razón por la cual califiqué de “ágiles” las páginas que componen “Circunstancias de un poeta”. Mediante una escritura cargada de vigor y de poesía, Marelli, “con la convicción de que una vida –como él mismo dice-, no puede ser contada, sino mostrada en los relámpagos que la fueron iluminando”, nos va mostrando relámpagos de la formidable vida de Fernández Retamar. Recorrer esa vida, nos lleva a recorrer y conocer la épica de la Revolución Cubana, con sus alegrías y sus tristezas, con sus aciertos y sus errores.
“Circunstancias de un poeta” trasciende el acotado espacio de una biografía. Acaso podría suponer que con la excusa de una biografía, Marelli propone un volumen totalizados que da cuenta de más de medio siglo de historia que abarca desde la literatura hasta la política, deteniéndose en diversas estaciones intermedias. Fernández Retamar está “contado” por Marelli, es él quien mediante un agudo relato teje el perfil del poeta, a su vez el propio Fernández Retamar, con sus poemas, sus reflexiones, sus ensayos, su correspondencia, habla de sí mismo. Y eso no acaba ahí: hay otras muchas voces que, paralelamente, lo nombran, lo describen, lo recuerdan. Se trata de voces dignas de ser escuchadas. Ahí están las palabras de Nicolás Guillén, de Alejo Carpentier, de Lezama Lima, de Alfonso Reyes, de García Márquez, de Ernesto Cardenal, de Roque Dalton, de Mario Benedetti, de José María Arguedas, de Octavio Paz, de Augusto Roa Bastos, incluso de Louis Althusser, de Vicente Aleixandre y de Hemingway. Marelli llevó a cabo un prolijo trabajo de investigación y búsqueda para reunir las opiniones, los recuerdos de todos estos escritores, representativos de la gran literatura de esta parte del mundo. Por su parte, Laidi Fernández, una de las nuevas narradoras de la actual literatura cubana, lo evoca en el ámbito familiar y, de paso, revela el costado íntimo, cálido, de ese padre que escribiera “A mi amada”, esos orgullosos y dolidos versos que le dedicó cuando ella a los 26 años se trasladó a Zambia para “cumplir con lo que se esperaba de un médico revolucionario”. También están las voces argentinas que, por supuesto, no podían estar ausentes en este libro. Marelli recoge los testimonios de Ezequiel Martínez Estrada, Julio Cortázar, David Viñas, León Rozitchner, Rodolfo Walsh, da cuenta de los encuentros, de las charlas, de las cartas que cada uno de ellos intercambió con Fernández Retamar. Incluso se hace referencia –el propio Fernández Retamar lo hace-, de su encuentro con Jorge Luis Borges, cuando lo fue a ver a su departamento de la calle Maipú con el fin de pedirle una autorización para publicar en Cuba una antología con sus textos. Este episodio refleja sin más vueltas el cristalino concepto que Fernández Retamar tiene en torno al arte y la literatura: queda claro que bajo ningún concepto comparte el pensamiento político de Borges, pero queda igualmente claro que lo considera uno de los mayores nombres de la literatura contemporánea, aunque sólo fuera por eso, no podía estar ausente en los libros que publicaran las editoriales de la nueva Cuba socialista.
“Circunstancias de un poeta” no se limita a meras evocaciones. El libro se enriquece con diversos poemas de Fernández Retamar, títulos como “Felices los normales”, “Con las mismas manos”, “El otro”, “A mi amada” o “Epitafio de un invasor”, son una prueba contundente de que estamos ante un poeta mayor que es, asimismo, un intelectual mayor, en la definitiva acepción del término. Basta con acudir a las páginas que se refieren a “Calibán”, incorporadas en este libro, para comprender lo que quiero decir. En 1900 José Enrique Rodó publicó “Ariel”, un ensayo basado en los cuatro personajes que Shakespeare pusiera en escena en su tragedia “La tempestad”. Rodó fijó su atención en Ariel, a quien consideraba el intelectual revolucionario. En 1971, Fernández Retamar publicó “Calibán”, un libro que desde el título pone sus ojos en Calibán y explica porque este mestizo bárbaro es el auténtico sujeto revolucionario. El volumen, enriquecido con el paso de los años, continúa siendo una pieza clave para entender a nuestra Patria Grande. Otra muestra clara del pensamiento crítico de Fernández Retamar es “Para una teoría de la literatura latinoamericana”, publicado en 1975, del que se habla en algunas páginas de esta biografía.
Sergio Marelli no podía soslayar un episodio que conmovió a la intelectualidad cubana, y no lo soslaya. Me refiero al llamado “caso Padilla” que tuvo su mayor pico de presión a mediados de 1971. No creo necesario recordar de qué modo sucedieron las cosas –en el libro están transparentemente explicadas-, pero sí quiero mencionar de qué modo nos afectó a nosotros por estas tierras. Por aquellos años, Mario Goloboff y yo editábamos, “Nuevos Aires”, que anunciábamos como una revista de ficción y pensamiento crítico. El n° 6 –diciembre de 1971-, bajo el título “Intelectuales y revolución, ¿conciencia o conciencia culpable?”, dedicamos esa edición al conflictivo Caso Padilla. Para ello convocamos a una mesa redonda, Noé Jitrik, Oscar Landi, Ricardo Piglia, Juan Carlos Portantiero y León Rozitchner fueron algunos de los intelectuales que conformaron esa mesa. Todo lo que se dijo fue grabado, la transcripción significó 110 páginas de la revista. Luego de ardua y severas discusiones, se buscó cuál podría ser el modelo del intelectual, del creador, que pueda integrarse a la práctica revolucionaria sin abandonar la conciencia crítica y sin por ello sufrir el malestar de su conciencia culpable. Bertolt Brecht fue el nombre elegido por unanimidad.
Suele hablarse de cuánto se parece Roberto Fernández Retamar con la idealizada imagen del Quijote, tantas veces plasmada por distintos artistas de todos los tiempos. Es cierto, aunque habría que agregar que el parecido no sólo es físico: Fernández Retamar, igual que el Hidalgo de la Mancha, apuesta a las causas nobles y sin reparar en riesgos va incesantemente detrás de la Utopía. Está como el Quijote, dispuesto a deshacer entuertos, se juega en cada una de sus acciones. Eso ya lo sabíamos antes de leer “Circunstancias de un poeta”, ahora, después de la lectura de este libro ejemplar, llegamos a la conclusión que, además, por su indeclinable militancia y su formidable capacidad creativa, bien podemos asimilarlo a ese modelo de creador revolucionario que surgió luego de la mesa redonda mencionada antes. Don Quijote y Bertollt Brecht se emparientan en una armoniosa y singular fusión con Roberto Fernández Retamar, un militante sin fisuras, un poeta mayor.