Ahora que John Bolton, consejero de Seguridad Nacional del gobierno de Donald Trump, ha confesado que quiere que sean explotados por los Estados Unidos esos quinientos mil barriles de petróleo diario que importaban de Venezuela, sumado al llamamiento del vicepresidente Mike Pence para que el pueblo venezolano derroque al gobierno legítimamente constituido de Nicolás Maduro y el intervencionismo explícito del Secretario de Estado Mike Pompeo; nos parece oportuno recordar este texto de Bertran Russell –filósofo y matemático a quien en 1950 se le concedió el Premio Nobel de Literatura-, que analiza y alerta sobre esa vocación imperial de considerar que ningún país del mundo –donde pueda encontrar riqueza- le es ajeno.
La perpetua intrusión de Estados Unidos en los asuntos internacionales de otros países es considerada función sagrada. De buen grado se reconoce a Estados Unidos el derecho de intervenir en los asuntos de los países que siguen, en materia social y política, una línea de conducta incompatible con el poder económico privado.
En lugar de preguntarse cómo el capitalismo, a título privado y colectivo, y sus intereses de ultramar se han identificado con los intereses nacionales de Estados Unidos, los liberales y gran parte de los socialistas admiten sin discusión esa siniestra artimaña. Esa misma .artimaña que eliminó a la izquierda de la vida política norteamericana. Las inversiones en el Congo son sagradas. Si se encuentran amenazadas, se proclama la «libertad» en peligro, y el gobierno de Estados Unidos y su brazo militar lanzan su peso en la balanza. Si una insurrección nacional estalla en Vietnam, la intervención de Estados Unidos toma el nombre de «respuesta a una agresión extranjera», como sí Estados Unidos tuviera el derecho de tratar a un país situado en los confines de China como si fuera parte integrante de su territorio.
Mientras los norteamericanos de izquierda no nieguen a Estados Unidos el derecho a reprimir rebeliones nacionales, derrocar gobiernos y tomar la sórdida explotación económica como equivalente del interés nacional no tengo dudas que Goldwater y su camarilla reinarán por lo menos de hecho, si es que no lo hacen de derecho. Si se le atribuye a la usurpación del poder en Estados Unidos por los militares y los grandes industriales fines nacionales o democráticos, se sacrifican la democracia norteamericana y paz del mundo.
Actualmente, en el mundo entero, los hombres que desean la paz y la justicia social, cada día más numerosos, consideran al imperialismo norteamericano una plaga que aniquila la paz y la justicia. Cierta gente, que no ha experimentado en carne propia sus efectos, piensa que la expresión “imperialismo norteamericano” es un cliché. Nosotros los occidentales, somos los beneficiarios del imperialismo. El producto de la explotación sirve para corrompernos. Sin haber experimentado el imperialismo, no admitimos la exactitud de esta expresión atribuida a la línea seguida -en materia económica y política-por lo que Eisenhower denominaba “complejo militar e industrial”. Veamos brevemente cual es la naturaleza del poderío norteamericano.
El capitalismo norteamericano detenta un 60 % de los recursos mundiales. El 60 % de los recursos mundiales está en manos de quienes gobiernan un 6 % de la población mundial. En defensa de sus intereses, el capitalismo norteamericano dispersó por todo el planeta 3.300 bases militares e inmensas flotas móviles armadas con cohetes y bombarderos nucleares. La agresividad de los amos de este imperio impone a la humanidad un gasto anual de 140 mil millones de dólares, es decir 16 millones de dólares por hora. Los gastos consagrados actualmente a armamentos superan el total de la renta nacional del conjunto de países subdesarrollados. Supera las exportaciones anuales del mundo entero en productos básicos. Supera la renta nacional de Africa, Asia y América Latina. El presupuesto militar de Estados Unidos se eleva a unos 60 mil millones de dólares por año. Un cohete Atlas cuesta 30 millones de dólares, es decir el valor total de las inversiones requeridas para la construcción de una fábrica de abonos nitrosos de una capacidad de 70.000 toneladas por año.
He ahí el sistema mundial del imperialismo. Este sistema utiliza un ejército secreto, la “Central Intelligence Agency” (C.I.A.). La C.LA. dispone de un presupuesto quince veces superior al de las actividades diplomáticas de Estados Unidos. Esta inmensa organización tiene hombres en los ejércitos v las policías de todos !os países del mundo. Establece las listas donde figuran los nombres de los dirigentes populares condenados al asesinato, trama las guerras e invade países. En América Latina a instigación de la C.I.A. y de Lincoln Gordon –embajador de Estados Unidos en Brasil, una camarilla de generales reaccionarios derrocó al gobierno democrático de Joao Goulart. Con tanques norteamericanos aplastaron al gobierno civil de Arturo Frondizi, por la única razón de que este representante conservador de los intereses burgueses no servía suficientemente al capitalismo norteamericano. Golpes militares se impusieron brutalmente en Ecuador, Bolivia, Guatemala y Honduras. Durante varias décadas, Estados Unidos suministró armas y apoyo a Trujillo, uno de los jefes de estado más crueles y feroces de los tiempos modernos. Después, cuando no era útil para sus intereses lo dejaron caer como a Ngo Dhin Diem, pero Estados Unidos,es aún el enemigo de los ciudadanos de la República Dominicana, como lo demuestra la arrogante intervención militar que realizó para aniquilar la valiente revolución de abril de 1965.
La aprobación dada por las Naciones Unidas a esta agresión abierta v el hecho de que Estados Unidos haya podido cometer esa burda violación a la Carta sin ser excluido de la ONU, demuestra que las Naciones Unidas se han convertido en un instrumento del cual Estados Unidos hace uso en agresiones del tipo de la cometida contra la República Dominicana. Toda mi simpatía se dirige a los ciudadanos de la República Dominicana donde la lucha prosigue aún.
En Medio Oriente, los intereses petroleros de Estados Unidos y Europa imponen al pueblo la miseria y la tiranía. El imperialismo británico, con el apoyo del poderío militar y financiero de Estados Unidos, se esfuerza por aplastar, bajo una lluvia de napalm y poderos explosivos, al movimiento popular de Aden.
En Africa del Sur, se extraen riquezas incalculables de la “Copper belt “(zona constituida por los yacimientos de minerales de cobre de Rhodesia y de la Unión Sudafricana, mientras los estados fascistas de Salazár y Verwoerd se mantienen gracias a las armas de la O.T.A.N. En Asia del Sudeste, un ejército de 50.000 hombres sostiene al estado fantoche de Malasia, y en Indonesia generales de derecha, financiados por Estados Unidos han ocupado el poder. En todos los países situados sobre las costas de los mares que bañan China del Sur, todos los elementos patrióticos de izquierda han sido encarcelados o perseguidos por las potencias imperialistas. Estados Unidos se jacta de sus intrigas en el Maghreb, tiene la impudicia de publicar los planes que elabora para derrocar a los gobiernos nacionalistas.
Nos enfrentamos con un imperialismo rapaz. La historia ha conocido muchos imperios, muchos sistemas de explotación imperialista, crueles y rapaces, pero nunca alguno tuvo el poderío que detenta el Imperialismo norteamericano. Este último ha levantado un sistema mundial de opresión y ese sistema es el que pone en peligro la paz y constituye la fuente de la amenaza de guerra atómica mundial. Fui partidario de la coexistencia pacífica porque tenía la convicción que en la era nuclear un conflicto sólo podría tener consecuencias desastrosas. Esta convicción se basaba en la esperanza de que sería posible persuadir a Estados Unidos a entenderse con los países socialistas y comunistas. Y ahora sabemos con una evidencia dolorosa, que es imposible persuadir al imperialismo norteamericano para que ponga fin a sus agresiones, renuncie a la explotación y a las crueldades. En todas partes del mundo, este imperialismo constituye la fuente de guerras y sufrimientos. En todas partes del mundo donde existe el hambre, donde se ejerce la tiranía de los explotadores, donde se tortura a los hombres, donde se abandona a las masas al hambre y a las enfermedades que las minan, es de Washington que viene la fuerza que mantiene a las victimas en la opresión.
No obtendremos la paz con la esperanza puesta en la buena voluntad de los hombres cuyo poder está vinculado a la perpetuación de esta explotación y a1 desarrollo progresivo de la producción militar. El sistema que oprime a los pueblos del mundo entero es un sistema internacional coordinado, poderoso, pero esta opresión enfrenta el odio de los pueblos, que la resisten de diversas maneras.
Debemos forjar un frente de resistencia unido y coordinado contra esta explotación y esta dominación. Con su lucha, los pueblos oprimidos privarán al imperialismo norteamericano de los recursos que detentan y, al hacerlo, reforzarán el campo de quienes, incluso en Estados Unidos, se esfuerzan por comprender, para luego vencer a los dirigentes crueles que usurparon la revolución y el gobierno de su país. En mi opinión, sólo así lograremos establecer una paz inquebrantable, y no otorgando a la dominación norteamericana una adhesión inmoral y sutil, que no nos conduce a ninguna parte y que hombres dotados con el sentido de lo humano no podrían admitir.
La guerra y la opresión pertenecen desde tiempos inmemoriales a la historia de la humanidad. Solo podrán ser vencidas por la lucha. Para que el mundo se libre de la explotación y la dominación extranjeras, para que las masas, en todos los continentes, conozcan el bienestar, para que reine la paz y la fraternidad, es necesario combatir. Esa es la lección que nos enseña el imperialismo norteamericano. La lección no es agradable, pero si la ignoramos nada obtendremos.
Unámonos para resistir al imperialismo norteamericano.