jueves, 9 de mayo de 2019
LOS DIARIOS DE ABELARDO CASTILLO: CONVERSACIÓN CON SYLVIA IPARAGUIRRE
Por Santiago Marelli, Guido Guaragna y Sergio Marelli
Sylvia Iparaguirre es una de las grandes escritoras argentinas. Aquellos que han leído El parque, El país del viento, La tierra del fuego y tantos otros libros, saben que no es una exageración. Fue la mujer de Abelardo Castillo durante casi 50 años. Se acaba de publicar el segundo tomo de Los diarios de Castillo, que comprenden el período que va del año 1992 a 2006. Es un libro imponente en todo sentido: por el tamaño y, sobre todo, por su poder de revelación de la intimidad de un escritor para quien la literature excede en mucho el acto de escribir.
Pregunta: Contás en el prólogo que Abelardo alcanzó a revisar las entradas de este segundo volumen hasta la última página.
Sylvia Iparaguirre: Así fue, estaba trabajando hacía mucho en este segundo volumen, pero a veces estaba cansado o tenía compromisos, y lo fue postergando. A veces le pasaba eso con algunas cosas, y ese verano del 2016 había decidido darle la revisión final y llevarlo adelante para entregarlo en abril. Está trabajado por él hasta la última página en el sentido de las entradas del Diario, las anotaciones del día a día, el texto de él con las fechas. Lo que faltaba alrededor era muchísimo, pero lo habíamos hablado todo el tiempo con Abelardo -yo lo estaba ayudando-; pero él lo repasó muchas veces, quería ver puntualmente ciertas cosas porque algunas le parecía que no tenían interés. Yo me ocupé de corregir algunos verbos que él usaba, como el pretérito perfecto (“he leído”, “me han dicho”) que delataban su origen sanpedrino pero que le parecían un poco pedantes. Es decir, reviso todo el texto del diario de principio a fin.
P.: ¿Recordás en qué circunstancias Abelardo te contó la decisión de publicar sus diarios?
S.I.: En realidad nunca tuvo la decisión de publicar sus diarios. La que lo llevó hasta allí fui yo, que conocía fragmentos- por supuesto, a lo largo de los años, me había leído muchas partes de su diario- desde los manuscritos hasta los posteriores ya escritos por computadora. Yo también de mi diario le había leído parte; habíamos hablado acerca del tema de los diarios. Como él tenía muchos diarios de escritores- era un gran lector de diarios de escritores: le apasionaban el de Kafka, Gide, Tolstoi y el de Pavese-, en un momento le dije que publicase aunque sea algunos fragmentos de su diario. La verdad nunca se le había ocurrido. Yo le decía que tenían realmente interés. Primero me dijo que de ninguna manera, después le insistí un poco más - era una época donde a él le dolía mucho la espalda- y el proyecto le empezó a gustar para centralizarse en algo. Los chicos del taller me dieron la razón; él les leyó partes, se entusiasmaron y a partir de ahí vino la decisión de publicarlos. Primero pensó solamente en un volumen, es decir, el tomo uno que son todos sus cuadernos manuscritos que él cuenta en este segundo tomo cómo los empezó a pasar a máquina. Cuando tuvo la primera computadora en 1992, que se la regaló Paula Grandío, una queridísima amiga nuestra, él dijo “a ver si me acostumbro a este teclado” y empezó a pasarlos. Pero la decisión fue tomada alrededor del 2012, en ese año se convenció, y al año siguiente empezó a preparar el primer volumen con una editora de Alfaguara que venía a ayudarlo a casa, y en 2014 salió publicado.
P.: Además de haber sido clave para convencerlo a publicar estos diarios, lo ayudaste muy cercanamente en la tarea de revisión de los diarios. Debe haber sido una tarea gozosa, por un lado, y ardua también.
S.I.: Si, con Abelardo no era la primera vez que trabajábamos juntos. Y ya con el tema de las revistas, artículos, ayudarlo a pasar cosas a máquina, papeles, obras de teatro. En fin, discutíamos sobre ciertas cosas, me sentaba con él; era un trabajo muy habitual entre nosotros. Este segundo volumen fue arduo en el sentido de que no es un texto fácil ya que hay cantidad de citas que al correr de la máquina él va asociando y trayendo a la memoria, entonces había que constatar las citas, buscar las traducciones, las páginas, dónde estaban los libros en casa. Abelardo se detenía en algunos párrafos y tenía la costumbre de no seguir adelante hasta que resolvía ese problema, que podia ser de una línea. Fue arduo porque estaba sola para afrontar la otra parte del diario, la que se llama “Otras páginas”, que es adonde van reportajes, notas, prólogos, artículos de los cuales él habla en el Diario. Por ejemplo, él dice que lo llamó Chitarroni para un prólogo para Residencia en la tierra de Neruda y empieza a hablar de que se pasó leyendo a Neruda las últimas dos o tres semanas; después anota cómo lo empezaría al prólogo, haciendo anotaciones, borradores y, finalmente, va el prólogo terminado y tal cual se publicó. Eso no lo terminó de ver él, si bien lo habíamos hablado muchísimo. Yo llevé anotaciones de todo tipo mientras íbamos trabajando -notas a los editores, citas, libros que había que ir a buscar, traducciones de poemas-. Me acuerdo puntualmente del capítulo de la muerte de Schopenhauer, donde menciona el tema del gato que después Borges toma en Sur: el tema de que el gato está en un presente perpetuo mientras nosotros vivimos en el tiempo. En fin, una cantidad inmensa de cosas que él no alcanzó a terminar de concretar.
P.: Es una modalidad muy parecida a la del primer tomo que también tenía esas notas complementarias.
S.I.: De hecho, los tomos tenían que ser gemelos. Las notas al pie, de referencias, de tipografía, de títulos, todo está idéntico al primer tomo. Es como si fuera un volumen enorme dividido en dos. El Segundo volume sigue las líneas gráficas y editoriales del primero.
P.: Debe ser una experiencia curiosa y emocionalmente fuerte, encontrarte a vos misma en tantas notas dispersas a lo largo de los años.
S.I.: Sí, por supuesto que sí. Fue un trabajo de un año y medio emocionalmente tremendo. Pero no me gustaría hablar de eso. Fue terrible y al mismo tiempo me sostuvo porque yo escucho la voz de Abelardo cuando lo leo. Vos lo dijiste bien, soy la mujer de Abelardo y yo voy a ser siempre la mujer de Abelardo, su esposa, su compañera, su colega, pero la viuda nunca. Eso, solo en los papeles. Digamos que fue un trabajo tremendo con la ayuda de mi sobrina y de Gabriela Franco que es la editora que colaboró con Abelardo y conmigo en el primer volumen. Ahora Gaby me auxilió a mí en este segundo tomo, que ya está teniendo una repercusión notoria. Ya me han mandado cartas hermosas y eso me alegra no te podés imaginar cuánto.
P.: Mencionabas recién a ese prólogo de “Residencia en la tierra” que le habían encargado a Abelardo. Esa es una de las cosas muy interesantes de estos diarios y es que está revelada también la prehistoria de varios de los textos de Abelardo. Es asomarse a la cocina de algunas de sus obras.
S.I.: Absolutamente. Por ejemplo, está todo el planteo, la idea, el desarrollo y hasta parte enteras de El evangelio según Van Hutten; está el viaje a La Cumbrecita cuando fuimos y a él se le ocurre la idea de la novella. Hay una infidencia matrimonial, porque él en un momento me pide- ya que a Abelardo no le gustaban las descripciones- que le haga una descripción de aquel paisaje de La Cumbrecita. Según él, se me daban muy bien las descripciones, entonces yo me senté y le escribí una especie de borrador para que él use; en una parte de los diarios dice que uno de los fragmentos que más le han alabado de la novela es la tormenta de La Cumbrecita, cuando transcribe el texto que yo le pasé. Eso me sigue causando mucha gracia realmente.
P.: También, como un hombre comprometido con su tiempo, está presente en los Diarios buena parte de la historia del país.
S.I.: Sin dudas, buena parte de la historia del país. Al menos de la historia reciente. Además, también de la guerra de Iraq, la guerra del Golfo, la actitud de los norteamericanos.
P.: Con algunos pronósticos muy certeros.
S.I.: Sabés que yo lo leía y sentía eso, sobre todo una cosa que siempre le dije, que él tenía la mirada del ajedrecista que ve cuatro o cinco jugadas adelante. Abelardo tenía una perspicacia para lo político muy grande porque era fundamentalmente desconfiado de las apariencias y enseguida ponía esos mecanismos de la inteligencia que le permitían ver siempre un poco más allá. Eso también está patente en este volume: Nos pasan tantas cosas en Argentina que hemos olvidado ciertos detalles de crisis como las del 2001, porque estamos permanentemente en crisis. En fin, él toma ese año -2001- y es notable todo lo que va anotando, lo que dice, lo que pasaba en la calle, la gente, los bancos,etc. Ese mismo año también escribe sobre las Torres Gemelas. Hay un movimiento hacia afuera muy intenso de este Diario para dar cuenta de lo que está pasando en Argentina y en el mundo. Está la carta que le piden de La Vanguardia, el diario italiano, para que cuente qué pasa en Argentina y qué catástrofe se avecina. Les manda un correo que se publicó en Italia y que está transcripto en el libro. Lo traduje yo misma. Abelardo manda su mail y Claudio Cinti la traduce al italiano y le manda la traducción, pero a Abelardo se le borra el texto en castellano, así que le quedó solamente la carta en italiano. No importó porque yo leo bastante en italiano y no era una cosa extremadamente difícil de hacer. Y finalmente decidimos dejarla en el Diario.
P.: Una manera de seguir editorializando como en la época del Ornitorrinco o el Escarabajo de Oro. Está muy vivo eso.
S.I.: El Diario es como una conversación consigo. Era un hombre que tenía la veta de la opinion política, un compromiso con la historia y la realidad, aunque en los últimos años se había retirado de eso. Dice lo que le parece y hasta hace pronósticos, muchos de los cuales se cumplen.
P.: Lecturas de momentos políticos puntuales que sirven para reflexionar sobre la realidad actual.
S.I.: Totalmente. Un amigo había subrayado un párrafo del '95 porque encontraba muchos paralelismos con la actualidad. Esto sucede cuando se tiene una mirada verdaderamente profunda. Él tenía una cualidad única de concentración, que le permitía pensar a fondo lo que miraba, era natural en él y ponía una pasión y una concentración única. Contaba con una increíble facultad para no dispersarse.
P.: La pasión literaria atraviesa el libro de punta a punta. Están sus autores y sus libros preferidos.
S.I.: Totalmente, hay relecturas sobre todo, discusiones imaginarias con autores como Sartre y Nietzche. A Nietzche lo releyó hasta el final, sacando nuevas conclusiones, como la ambigüedad en algunas secuencias de su obra que se han malinterpretado sin contar con el borde de la locura en el que entró. Hay también una lectura de Puig que me encanta, muy cariñosa.
P.: Y también está su pasión por el teatro.
S.I.:Israfel al igual que El Otro Judas lo han acompañado siempre. En los reportajes siempre decía que cuando escribió teatro pensó que nunca iba a verlo representado. Se conocen las más notorias puestas de Israfel pero ha habido en muchas versions en muchos lugares más. Hay escenas e ideas para teatro que ojalá las hubiera podido concretar.
P.: El cine es otra pasión que aparece.
S.I.: Sí, pero el cine era una pasión casera que tenía, hemos visto mucho cine en casa. Yo me acuerdo, antes de mudarnos acá a Irigoyen que salió el cine de David Lynch que parecía loquísimo y era desconcertante, a él le encantó, como también Pulp Fiction. También las películas como Chucky, el muñeco maldito. Lógicamente, vimos películas de todo tipo: Scorcese, Bergman, Antonioni, y tantos otros.
P.: Comentaste que también escribiste un diario.
S.I.: Si, pero esporádico, anoto libros, cosas. Sobre todo diarios de cuando estoy escribiendo. Son más bien diarios de ir pensando una novela.
P.: El libro cuenta que vos escribiste un diario para él.
S.I.: Le escribí un diario cuando fui a Europa, a España, Alemania e Inglaterra. En un momento pensó en incluirlo y después habrá pensado que era muy nuestro. Sufría cuando yo viajaba en avión, y por eso dejé de viajar yo.
P.: ¿Nos podés contar algo de los Ángeles Azules? De esa novela habla en varias parte del Diario.
S.I.: Yo preferiría que se sepa únicamente lo que él contó, porque es una novela que empezó hace muchos años. Sería mejor que fuese así.
P.: Digamos si que Seix Barral acaba de lanzar Biblioteca de Abelardo Castillo, una colección que incluye las revisiones de todos sus títulos.
S.I.: Exacto. Estoy feliz con esa edición porque están hermosas y aparte con las tapas de cuadros de Carlos Alonso - que además no cobró derechos por ser amigo-. Juan Forn es el curador de toda la reedición de la obra de Abelardo, alguien que conocemos desde hace 30 años y que está muy presente en el libro. Tomó ciertas decisiones que me parecieron buenísimas.
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