En la colección “Les Cahiers” del Centro George
Pompidou de París, en 1985, se publicó el volumen “Fernando
Pessoa, poete pluriel”, que reúne
diversos ensayos de autores franceses y portugueses y, a manera de
prólogo, un texto de Jorge Luis Borges, escrito especialmente bajo
el título “Carta a Fernando Pessoa”.
En un poema dedicado a su amigo Sa Carneiro, Pessoa escribió:
“Éramos como un diálogo en un alma”. El tipo de diálogo
que quizá mantuvo con Borges aunque quizás no se hayan conocido.
Improbabilidad que quizá se cumplió en 1923, en el mes y medio que
Jorge Luis Borges permaneció con su familia en Lisboa, mientras
esperaba el barco que los regresara a Buenos Aires. Días en que iba
con su padre al café “A Brasileira” –que estaba a solo dos
cuadras de su hotel-, del que era muy asiduo Pessoa. Cuenta Roberto
Alifano que, cuando
era asistente de Borges, le sugirió incluir a Fernando Pessoa en la
serie de su Biblioteca personal. Borges le pidió que le leyera
su obra poética. Quedó sorprendido y deslumbrado. Tenían muchísimo
en común. “¡Es un portentoso inventor de mundos imaginarios!”,
exclamó. Quizá ahí nació esa amistad que Borges reclama en esta
carta.
“La sangre de los Borges de Moncorvo y de los Acevedo
(o Azevedo) puede sin geografía ayudarme a comprenderte, Pessoa. No
te costó nada renunciar a las escuelas y a sus dogmas, a las
vanidosas figuras de la retórica y a la opinable tarea de
representar a un país, una clase o una época. Sin duda, jamás te
preocupó tu lugar en la historia de la literatura. Tengo la certeza
de que estos homenajes sonoros te sorprenden, te sorprenden pero te
emocionan. Hoy eres el poeta del Portugal. Inevitablemente, alguien
pronunciará el nombre de Camoens. No faltarán las fechas caras a
toda celebración. Tú escribías, sin embargo, para ti, no para la
gloria. Juntos, vamos a compartir tus versos; déjame ser tu amigo”.