jueves, 1 de julio de 2021

JACOBO FIJMAN por Raúl Scalabrini Ortiz

 


Fijman fue en un tiempo un navegador del lago. Se recreaba colgando imágenes en las ramas de los árboles, ya bastante abatidos y esforzándose en teñir el cielo con el color del mar. A tiempo vio la puerilidad de su labor. Entonces, quizás excesivamente confiado en su energía quiso agigantarse. El envión quebró su feble barca y Fijman se hundió en el fondo inexplorado. Cuando emergió, estaba pringado de fango por fuera, embebido de imágenes por dentro. En sus pupilas brillaba un chispazo nuevo.

Ahora, con figuras directas, enérgicas, casi violentas viene a decirnos el color del sol visto desde la sima., el olor de la vida percibido desde el fango, viene a decirnos las sensaciones que las sombras reservan a los que amando la luz son olvidados por ella.

Fijman, está usted presentado, demuéstrenos la extraordinaria comprensibilidad de las emociones.



EL CANTO DEL CISNE


Demencia:

el camino más alto y más desierto.


Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.

Roncan los extravíos;

tosen las muecas

y descargan sus golpes

afónicas lamentaciones.


Semblantes inflamados;

dilatación vidriosa de los ojos

en el camino más alto y más desierto.


Se erizan los cabellos del espanto.


La mucha luz alaba su inocencia.


El patio del hospicio es como un banco

a lo largo del muro.


Cuerdas de los silencios más eternos.


Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.


¿A quién llamar?

¿A quién llamar desde el camino

tan alto y tan desierto?


Se acerca Dios en pilchas de loquero,

y ahorca mi gañote

con sus enormes manos sarmentosas;

y mi canto se enrosca en el desierto.


¡Piedad!


Jacobo Fijman


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