(Del poemario La ciudad)
III
En la otra acera el Clown improvisa un personaje
las semillas aladas de los árboles le pasan por la cara.
La avenida tiene la faz dorada
(es por los guayacanes,
es por su floración tendida en las banquetas),
el viento está inactivo
sólo a ratos,
porque a ratos se filtra en el polvo y en los pétalos.
Té de azahar. Es lo que tomo ahora en esta fonda, frente a la catedral.
(¿Qué tan larga será esta cuerda floja?)
El Clown está enredado en un hilo de viento,
no tiene espectadores,
la calle es un desierto (dorado).
La ciudad, de forma inexplicable, está vacía.
(El azúcar se diluye en la taza [las semillas] de té [aladas se dispersan] con aroma de azahar [¿será esto un sueño?]).
¿En dónde está la gente?
Un salto cuántico y el Clown monta un caballo
hay una herida dolorosa en su manera
de mirar a lo lejos.
La calle tiene de oro las baldosas.
─La cuenta, por favor. Alguien traiga la cuenta.
¿Ya no vendrás entonces a mi casa?
¿Nunca?
Y yo qué voy a hacer con todas las mañanas que le quedan al mundo
(¿está llorando el Clown?).
Quizá me trague el veneno de las horas.
Quizá me ponga a régimen de barbitúricos,
tal vez inhale disolventes volátiles. Aerosoles. Nitritos.
Quizá me inyecte opiáceos.
Funambulista yonqui.
Adicta a este dolor callado en las heridas.
Adicta al Clown.
Al viento.
Nadie trajo la cuenta. No hay nadie en la ciudad.
Sólo está el Clown, sólo estoy yo. Sólo este viendo dorado de los árboles.
(¿Quién estará tañendo las campanas?)
IV
De camino a mi casa tiré el collar
de semillas aladas que me diste:
dispersión de propágulos.
¿Propágulos? ¿Qué serán los propágulos?
¿Existe esa palabra? No. No creo.
(Daría mi habla a cambio de un frasco de sedantes).
En toda la ciudad hay una dispersión que muchas veces deprende de las aves. De los pájaros, pues.
Los pájaros
propagan
los propágulos
(sólo a veces. A veces es el viento).
También tiré mi celular en un baldío. Camino de mi casa: desandarte.
Recortarle las alas a todas las semillas del recuerdo,
parar la difusión.
Huesitos aliformes. Dolor mío de raíces aéreas.
Aciaga infrapaloma,
rehilete
de papel enredado
en un hilo de viento.
Ya no propagarás pequeños peces en mi alma de agua,
ya no me anudarás a la corriente.
Claudia Sánchez Rod, Ciudad de México. Estudió la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado los libros Me dejaste puro animal inexistente (Cuernavaca) y La marta negra (España). Ha participado en diversas antologías de poesía y cuento. Ha sido colaboradora en publicaciones como El Periódico de Poesía y la revista argentina de literatura Lamás Médula. Se ha desempeñado como traductora y docente. Ganadora del premio de cuento Fundación Elena Poniatowska Amor-Ventosa Arrufat 2021.