jueves, 6 de enero de 2022

UN POEMA INÉDITO DE MARTIN RANINQUEO

 



Küla huapi (tres islas)

Küla Co (Tres Arroyos)


No sé cómo escribir,

Sargento Tantén,

sobre sus Remington Patria modelo Argentino,

prolijamente enfilados en su sala de armas

que abrieron sus bocas de pillanes de acero,

volcanes para frenar la maloca,

el cabalgar de mi tío abuelo

que enrojeció el pastizal.

Iba en busca de ganado,

pampa adentro,

cuando el disparo dio en el blanco de su pecho

y no pudo irse al humo en el entrevero.


Su hermano, mi abuelo Ignacio,

pudo escapar hacia Tres Arroyos

y comprar su primer traje en Casa Mulazzi,

la esquina del buen vestir,

y alzarse los bigotes a lo mostacho

como le enseñó Don Leopoldo, su dueño,

para pasar desapercibido

como un italiano del sur.


¿”Ka mapu iem Ka mapu iem”,

cantaría mi abuelo en la otra tierra

en un Nguillatun?

Atrás habían quedado Los Toldos y La Verde,

y aún volaban cenizas de un rewe

mientras su padre, el lonko Ragnin Keupü,

era bautizado por el lazarista Birot

en Martín García, la isla de la prisión.

¿Mi laku tendría el mandato ancestral,

el küme felen,

la voz que le diría: “No abandones a tu gente,

que vendrá a tocar tu puerta,

a sanar su kutran”?

¿Sabría que iba a encontrarse

con la cristiana María Salomé de Subiza,

a quien llamarían La Madre María?

¿Mi abuelo curaría con plantas,

les hablaría?


Tampoco sé cómo escribir,

Sargento Tantén,

sobre sus morteros pesados

que en 1982 se hundían

en la espera untuosa de la turba

con cada disparo

de esas balas que besé

antes de ser lanzadas

a otro ejército invasor.


¿Cómo empezar un poema

sobre la nueve milímetros que me entregó

para ir a las islas? “Vas a necesitar

mucha suerte con ésta” –me dijo–,

¿Cómo escribir sobre

la noche de mis costillas

tatuadas por sus borcegos?

¿Qué versos sobre el día

de mi partida del Ejército

que finalicen con el arma que desenfundó

en la cancha de Gimnasia y Esgrima?

(ya había terminado la guerra

y allí nos dieron las medallas

a nuestro valor en combate

que arrojamos al viento

como cucarachas)


No sé escribir

sin hundir en mi lengua castellana

piedritas del mapudungun,

no para conspirar contra usted,

tampoco para no olvidarlo,

porque ya lo he olvidado.

Escribo sin gloria y sin pena

para seguir domando

los caballos de mi canto

que renacen y rastrillan

los caminos de mis venas.







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