Cuando
uno empieza en esta vocación - en mi caso, a muy temprana edad-, comienza como
un juego. Luego, va incorporando un montón de cosas -no me refiero sólo a los
contenidos, sino también a la manera de armar un relato-. El cuento puede ser
bueno, regular o peor, pero tiene que
ser interesante. Y eso –que siempre se presenta como un desafío Nuevo-
es lo que hace a nuestra profesión tan apasionante.
En
general, yo creo que uno tiene una visión- cuando se pone a hablar sobre la
realidad- porque hay distintas maneras de comunicarse dentro del arte
interpretativo. Entonces muchos actores se refugian en personajes, por lo
tanto, abrevan en la fuente de los grandes autores o de los autores nuevos, los
de antes o los de ahora, y se meten en las entretelas de los personajes. Así
uno crea un personaje que de alguna manera significa un reflejo de una parte de
la realidad. Uno puede dar su opinión
sobre el mundo haciendo una ficción, porque elige determinadas cosas o
determinados criterios. Se puede ver Hamlet
hecho por una persona y el mismo Hamlet
hecho por otra y la capacidad del director, del autor, del traductor y del
actor va a ser siempre diferente. No será la misma obra, sino que irá variando
de acuerdo quién lo haga, cómo lo haga y desde qué concepción.
Cuando uno elige el camino que desde
hace muchos años elegí yo - el camino de reproducir esta realidad caótica que
nos rodea y darle una organización para
que la gente pueda sino entenderla, por lo menos, desdramatizarla en el mejor
sentido de la palabra y deconstruirla también para no encerrarse en códigos
estrechos-, se entrega a una tarea apasionante, como quien se arroja a un abismo magnífico.
Cuando éramos chicos jugábamos
a tal cosa y tal otra y, nos las
creíamos profundamente: el que tenía que hacer de malo hacía de malo y el que
tenía que hacer de Bueno, también. El cowboy era el cowboy y el príncipe era el
príncipe. Lo teníamos claro, y así
organizábamos las cosas. Lo hacíamos con la ingenuidad pero, al mismo tiempo,
con la seriedad con que siempre juega un niño.
Uno
siempre tiene que fijarse en el origen de las cosas. Cuando las cosas se
complican tanto en la vida personal, individual, familiar y en la vida como
ciudadano, generalmente se debe a que se pierde la noción de la memoria. Al
creer que la memoria es atarse al pasado y no proyectar al futuro para no
repetir errores; cuando uno cree que la
memoria es un enemig,o entonces uno empieza a no ver la vida o verla con un
sesgo totalmente estrecho. Cuando uno, en cambio, interroga permanentemente a
la memoria: “¿de dónde mierda viene esto?
¿por qué hice aquello?”, tanto desde
el punto de vista individual como desde nuestra responsabilidad como
ciudadadons; damos con la mejor manera de desentrañar los problemas, de vivir
con auténtica pasión e intentar, si no encontrar una salida del laberinto, por
lo menos, entenderlo.
Es muy difícil en estas épocas de
caos total y absoluto - todas las épocas lo fueron, lo que pasa es que hay
momentos en los que uno los vive con mayor intensidad- , abstraerse de una
disyuntiva que antes uno ni siquiera
se planteaba: ¿puedo pagar la tarifa de la luz o el gas? No es una pregunta
individual en mi caso gracias al público que me viene sosteniendo hace más de
treinta años dejando su dinero en la boletería. Yo vivo gracias a ese aporte,
no se lo debo a ningún gobierno sino a que lo que yo hice, gusto. La gente
compra su entrada y yo cobro una parte de lo que la gente deja en la boletería.
Eso me permitió tener una posición sino de millonario( nada que tenga que ver
con eso), la de una persona que puede
pagar las tarifas, pero vive en una sociedad donde un 60 %, seguramente no -o para pagarlas tendrá que cometer
crímenes, recurrir a préstamos o hacer
corer sangre-. Esa injusticia hace que una cosa tan tonta como llegar a tu
casa, prender la luz, o que haga un frío de cagarse y prender una estufita, se
haya convertido en una especie de problema de conciencia. Entonces, un montón
de gente- un 60 por ciento que ya mencioné- no puede pagar las tarifas y el
resto que sí lo podemos hacer tenemos que sufrir las consecuencias de la bronca
que produce aquél hecho. Esto es tan elemental, que ni siquiera habilitaría un
análisis. Sin embargo, horas y horas en el Congreso, manifestaciones, golpes,
patadas, empujones, declaraciones de la señora que se fue con respecto a la
señora que está sentada ahí como la señora vicepresidenta, señora gobernadora y
la puta que los parió. Y, mientras tanto, hacen piezas de oratoria maravillosas
y el problema es tan ridículo que cuando uno se pone a pensar de dónde viene y
a dónde va uno no encuentra el sentido.
Que un país esté desesperado por no
poder pagar el gas, la luz y el teléfono porque no está en sus posibilidades
son cosas similares como decir dentro de un tiempo que parte del territorio argentino puede respirar
oxígeno y la otra parte no, porque el oxígeno desapareció. Entonces la gente que
vive donde no hay oxígeno se asfixia… No faltarían, entonces, los que dirían:
“¡Pero esta gente! ¿Cómo no se dio cuenta antes? ¿Por qué lo votaron?”. Son
cosas que realmente dan vergüenza y que se escuchan en el Congreso, en el
gobierno, en la oposición; y que dan ganas de vomitar.
Estamos en un país que padece de
desmemoria crónica: la falta de de memoria absoluta es lo que genera el
problema, porque siempre decimos “nunca como ahora” y, en realidad, no tenemos
noción de lo que pasó. Yo escucho a mucha gente- incluso en los canales de
televisión a informadores que tienen entre 35 y 45 años-, que dice “cuando yo
era chico se podía jugar en la calle”. Ahora, cuando ellos eran chicos, hace 20
años, tampoco se podía caminar por la calle. Yo me acuerdo que mediados de la
década del 80 gritaban las viejas de todos los barrios de Buenos Aires y del
conurbano: “¡Si esta es la democracia, que se vayan a la mierda! ¡Hay
inseguridad, no se puede caminar por la calle!”. Entonces, este señor o esta
señorita que dicen en la televisión que en su infancia no pasaba absolutamente
nada, ¿qué memoria tienen? La de un mosquito enfermo. Yo, que tengo 79 años,
puedo decir que hace 70 años atrás sí se podía jugar en la calle, porque me
acuerdo como era entonces; pero estas señoritas de blazers con el pelo batido y
estos señores jugando al ejecutivo junior sin corbata - al estilo Macri- que
tienen 40 años y que están hablando por televisión en todos los putos canales
de este país tienen -, se olvidan hasta de lo que les pasó cuando eran chicos.
Deforman la realidad para que su discurso sea correcto. A partir de esta falla
de memoria, estamos en un desbarajuste
total donde nadie asume nada. Y cuando uno habla del pasado, esta gente se ofende y dice que “no se puede
hablar de esa época, porque fue hace mucho” ¿Por qué? Porque es la mía y no la
tuya, anda a cagar.