jueves, 19 de julio de 2018
Virginia Feinmann: "En la literatura hay que extremar los hechos para que no pierdan su efecto"
Pregunta: Muchos textos tuyos nacieron siendo publicados en las redes sociales.
Virginia Feinmann: Sí, a veces lo pienso y me doy ánimos. Ya hubo gente a la que les gustó y eso me anima a pensar que puede valer la pena difundirlos en un libro.
P.:Te interesa el entretejido que se forma en las redes sociales.
V.F.: Sí, para mí fue un espaldarazo muy grande, como un voto de confianza. Yo empecé a escribir muy de casualidad en facebook, en un muro de una librería en donde vendía libros. Ahí me tenté y me puse a escribir. Se armó así un grupo de gente que empezó a seguir lo que escribía. Así, sin darme cuenta seguí escribiendo, teniendo una buena repercusión.
P.: ¿Por qué elegiste el relato breve para expresarte?
V.F. En las redes si haces algo extenso pocos lo leen, lo virtual impone la cuestión de la brevedad, la fragmentación es un signo de la época. Yo tengo también otra línea de trabajo, que son cuentos más largos, más clásicos, que salen en suplementos literarios. Cuando llegue un momento más calmo me gustaría retomarlo. Estoy como estamos todos, a las corridas, entregando laburos, trabajando diez horas por día. Hace falta calma para retomar proyectos y no estamos en un momento así. Pero en este formato, siento que encontré algo que funcionó.
P.: ¿Ejercés actualmente el periodismo?
V.F. : Me encantó y lo disfruté, pero hace mucho ya que no. Me siento muy incapaz ya, me imagino que cambió mucho la forma de hacer periodismo. Antes iba a la agencia de noticias, trabajaba ahí, llamaba por teléfono todo el día, no tenía Internet. Mi problema también es que no logro aferrarme al hecho concreto, me tiento mucho por lo personal, me parece que es más interesante así.
P.:¿Qué elementos crees que debe tener una buena crónica?
V.F.: La diferencia que veo entre el periodismo y lo que yo hago ahora, es que en el periodismo hay que estar muy agarrado a la verdad, respetar mucho la textualidad de lo escuchado o visto, ser honestos con los datos. En la literatura, en cambio, hay que extremar los hechos para que no pierdan su efecto. Tenés que exagerar algunas cosas para transmitir lo que se quieres decir.
P.: ¿Qué mirada tenes de los nuevos cronistas?
V.F.: Supongo que es una evolución del periodismo: transmitir los hechos desde una mirada más personal. No tiene que ver con el trabajo de ficción que yo hago.
P.: ¿Qué es lo que más disfrutas de ser escritora?
V.F.: La libertad de tener un ámbito donde nada existía antes, y que a partir de una ocurrencia propia sucede. Antes el escritor estaba años con una obra y la devolución llegaba mucho tiempo después, no había inmediatez. Ahora, con las redes sociales, al día siguiente podés tener 700 personas agradeciéndote. Creo que es como un regalo en lo personal.
P.: Las historias que están en tu libro, son historias que forman parte de lo cotidiano, en las que cualquiera puede reconocerse.
V.F.: Sí, las escribí apegadas a mi propia experiencia. Lo que escribo podría entrar dentro del género de autoficción, historias muy pegadas a lo que me fue pasando. Se trata de tomar elementos de tu propia vida.
P.: ¿Cuáles son los temas que preferís abordar?
V.F.: Tengo muy separada esta cuestión repentina de escribir en las redes. Cuando toca hacer algo más de fondo o cuentos más largos, me gustan los temas que me atravesaron a mí, que serían dos. Primero, mi infancia en la dictadura, con la escuela represiva, el miedo de mis viejos, mi hermana que veía policías y lloraba. El otro tema, el abuso sexual infantil, que no quiero dejar de visibilizar. Por suerte ahora lo tratan varias autoras. Yo tuve un inconveniente con un tío y son marcas que te complican en la vida para siempre, a mí me sirve escribirlo. Un montón de chicas cuando escribo cuentos me dicen “me animó a esto o a lo otro”, y son gratificaciones, que demuestran que no estamos solas y que de paso ayudo a otras personas.
P.: ¿Qué balance haces de tu participación en el centro cultural Haroldo Conti en la ex ESMA?
V.F. Fue una experiencia preciosa, fuimos los primeros que entramos. Cuando se recuperó la ESMA, se decidió usarla como espacio para transitar un duelo colectivo que sirviera a la sociedad. Yo entré como colaboradora en 2008, éramos muy poquitos. Todavía el espacio tenía la estética naval, que era muy horrible. Los primeros quince días tuve pesadillas, como la mayoría. Era muy movilizante, teníamos la convicción de que tenía un sentido. Después terminé coordinando el área de publicaciones, que también me parecía muy simbólico y reparador. Publicar desde la ESMA tiene mucha carga, porque a través de los libros mucha gente comenzó a militar, fueron un elemento de peligro también, porque la dictadura los destruyó y los quemó. A nivel personal fue súper gratificante.
P.: ¿Cuáles son tus referencias literarias?
V.F.: Yo soy mucho del cuento, me gusta el género apretado. Raymond Carver es mi maestro, sólo con leerlo aprendo. Abelardo Castillo es un gran cuentista también. Silvina Ocampo tenía una sensibilidad muy adelantada a su época. Las cuentistas clásicas me gustan la mayoría. El cuento tiene que servir a un propósito narrativo, no podes dejar cabos sueltos, por ende es muy difícil hacerlo.
P.: Sos traductora, ¿Cuáles son los libros que mas satisfacción te dio traducir?
V.F.: Me gustó mucho traducir un cuento de Walsh que estaba en inglés.
P.: ¿Cómo llegaste a él?
V.F.: Se dio que una persona que estaba escribiendo sobre Walsh me pidió que hiciera una versión del cuento - que se llama “Quiromancia”-, y me pareció preciosa la prosa. Fue un acercamiento a la traducción literaria porque más que nada hago traducciones en el campo de las ciencias sociales. Es un cuento muy cortito y fue un honor haberlo traducido.
P.: Traducir es siempre una experiencia enriquecedora.
V.F.: El traducir da la posibilidad de aprender constantemente. Ahora por ejemplo estoy aprendiendo sobre genocidios en el África subsahariana.
Por Guido Guaragna y Santiago Marelli
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