lunes, 17 de septiembre de 2018

Autorretrato poético


                                                               
                  


                                                                                                                       Por María Solá Oteyza



Si tuviera que elegir un determinado estilo de poesía elegiría sin duda la hispanoamericana. No soy una erudita en el tema, ni tampoco lo pretendo. Yo escribo porque es lo único de lo que jamás pude escapar.
Me falta mucho por leer y más por escuchar, pero de todo lo que he filtrado hasta ahora me quedo con la poesía hispanoamericana. En concreto Benedetti, ustedes pensarán que es muy típico… ¡Pero solo hay uno!Yo descubrí la poesía hispanoamericana con Neruda como supongo muchos otros lo hicieron, y comencé a seguir una estela pero siempre me quedé atrancada en Benedetti, y siempre volví a Benedetti.
Quizá sean cosas de la edad. Benedetti es ternura con causa y efecto, y por eso le permitimos todo  ¿Quién rechaza la ternura? Todos admitimos la ternura. El amor desmedido no, la debilidad no. Pero la ternura… la fragilidad, el pedir permiso, nos hace amar. Benedetti siempre pide permiso antes de entrar al alma de uno. Quizá por eso lo guardo; no ataca, no impone, despacio me abre su puerta, proclamando su deseo de que tomemos un café juntos. -Eso sí, no sin antes limpiarse usted, los pies en el felpudo-.
Una de las características que más me fascinan de este tipo de poesía es que se trata de una poesía sencilla. Tiene preferencia por los problemas íntimos, es intensa pero no pretenciosa, ligera, sencilla. Despojada de grandilocuencias y de exceso de artificios (también aprendí de esta poesía leyendo a Pizarnik y Storni, que reflejaron la humillada condición de la mujer). Siento que este es un lenguaje creado a medida para hacer poesía. Un lenguaje educado para hayar la complejidad en la sencillez de las cosas, la intensidad en lo más simple, la nostalgia en los hechos cotidianos. Es un lenguaje del recuerdo y la ausencia, no futurista, por eso los poetas hispanoamericanos no son visionarios o profetas, sino que hablan de pasado, es una poesía de pasado dirigida al presente que agota.
Este amor por el lenguaje y las ganas de expresar todo lo que pasa por la cabeza de uno son característicos de la literatura y poesía hispanoamericana. Pienso también que la síntesis también es otro de sus tremendos valores.



Aquí os dejo con los cinco últimos libros de poesía que he disfrutado:
- El sol y sus flores, Rupi Kaur (2017)
- Poemas, Hannah Arendt (2017)
- Otras maneras de usar la boca, Rupi Kaur (2014)
- Aullido y otros poemas, Allen Ginsberg (2009)
- Guitarra Negra, Spinetta (1978)

El último poema que me ha dislumbrado es de una autora mexicana nacida en Xalapa, Miréya Anieva (1988)
Hoy, a las 13:36, hora española.

1992
“El fondo de la foto son los castillos de un edificio que,
antes no, pero ahora tiene más de diez pisos.
Ahí mismo, a lo lejos, hay tres personas del pasado
que no reconozco
que nos miran a mi papá y a mí, también del pasado,
posar frente a la cámara.
Llevo un vestido rosa ridículo que compramos
mi mamá y yo para mi primer cumpleaños.
Aunque es el número cuatro. Soy bisiesta.
Con la mano izquierda sostengo un palo elevado en vertical
que con la punta toca levemente una piñata de payaso.
Con la derecha jalo a mi papá del pantalón de mezclilla,
no mido ni la mitad de su cuerpo.
Miro fijamente la cámara con un enojo enmarcado
por dos engeladas coletas con moños.
Mi papá se agarra las manos y puedo asegurar que le sudan.
Mira a otro lado con incomodidad y la boca apretada.
Al reverso de la foto, con una letra ya perdida, escribí
"Mi papi no quería salir en la foto".
Escribo esto porque ayer la perdí en un hotel y no quiero olvidarla.
Escribo esto, únicamente porque no sé dibujar.
Escribo por discapacidad”.


Miréya Anieva

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