jueves, 25 de octubre de 2018

Entrevista a Ricardo Ragendorfer: "Presidio. El experimento Ushuaia"



Ricardo Ragendorfer es uno de los mayores periodistas de investigación que hay en nuestro país. Ha descollado con libros como “La Bonaerense” -en coautoría con Carlos Dutil-, “Historias a pura sangre”, “Los doblados”- una investigación de las infiltraciones del Batallón 601 en la guerrilla argentina-, “La maldición del Salsipuedes” y “Crónicas de la vida turbia”, entre otros. La semana pasada comenzó un ciclo en Canal Encuentro bajo el título “Presidio. El experimento Ushuaia” y, sobre este desafío que tiene que ver con el periodismo y con la historia, conversamos con él.


Pregunta: Antes de entrar de lleno en este ciclo televisivo dedicado al Penal de Ushuaia digamos que  vos no sos nuevos en las lides televisivas, comenzaste trabajando en televisión con Fabián Polosecki, contanos algo de esa experiencia.

Ricardo Ragendorfer: Ante todo me considero un periodista de la gráfica que, a veces, hace televisión -cuando existen ofertas que no puedo rechazar-. Efectivamente, empecé mi primer laburo televisivo junto a Polito, con el que éramos compañeros de trabajo y amigo en el viejo diario Sur. Con él trabajé en “El otro lado”, que fue su primer programa televisivo de los dos que tuvo, porque después tuvo otro que se llamó “El visitante”, pero para entonces yo ya había vuelto a la gráfica.

P.: Ahora sí pasemos al tenebroso Penal de Ushuaia, ¿cómo nació la idea de este ciclo?

R.R.: Este ciclo que, en realidad, es una serie documental de cuatro capítulos, fue una iniciativa del Canal Encuentro y de la Universidad de Tierra del Fuego. De hecho, gran parte del equipo técnico, encabezado por el realizador, Guido De Paula,  es gente nacida y/o radicada en Ushuaia, y fue realmente un placer laburar con ellos.

P.: Más allá de ser el conductor de la serie documental, ¿participaste en el armado del proyecto o al proceso previo del rodaje?

R.R.: De alguna manera, si. Pero fundamentalmente mi rol en este asunto fue el de relator; desde luego aporté algunas cositas con respecto al guión y a los contenidos, pero la realización fue de Guido De Paula y el guión fue escrito por un equipo encabezado por Ludmila Rogel.

P.: Desde el nombre mismo del ciclo aparece el Penal de Ushuaia como “experimento”, expláyate en las características que tiene este experimento.

R.R.: Por empezar el Penal de Ushuaia es fruto de la decisión de trasladar la prisión natural que había en la isla de los Estados al continente, o sea, aunque parezca increíble, el nacimiento de esa prisión tuvo lo que se llama “razones humanitarias”. Ahora, el concepto de “humanitario” que  existía a principios de siglo tal vez diste mucho de lo que en realidad son las razones humanitarias : era la época de la criminología positivista y la cárcel de Ushuaia fue concebida como una especie de laboratorio para regenerar almas desviadas, con todo lo que eso significaba. Por almas desviadas ellos entendían tanto a un tipo como Santos Godino como a un luchador social -como eran los anarquistas de principios de siglo-.

P.: Estamos hablando de la teoría lombrosiona.

R.R.: Efectivamente, esa teoría fue el “tope” de la criminología positivista. Un tipo que convirtió en teoría el concepto de la portación de cara, Según las categorías de Lombroso, la maldad del individuo y su condición criminal estaban reflejadas en su aspecto físico. En ese sentido, el Petiso Orejudo era una entidad lombrosiana. Incluso,  fue sometido en la cárcel de Ushuaia a un singular experimento: le hicieron una cirugía estética en las orejas, dado que en esas orejas estaba depositada su maldad; ellos pensaban que operándolas podían alterar la conducta de ese individuo. La operación diría que fue un éxito a medias: Santos Godino siguió siendo tan malo como era hasta entonces, pero quedó un poco más lindo.

P.: ¿Por qué se considera a la de Ushuaia como una de las cárceles más crueles de la historia argentina?

R.R.: Por empezar, el trato que recibían los presos no era el mejor del mundo y, en segundo lugar, las condiciones climáticas eran absolutamente espantosas. Sólo por eso bien podría ser considerado uno de los penales más duros de los tiempos modernos.

P.: La cárcel de Ushuaia fue conocida como la Siberia argentina y allí estuvieron presos varios anarquistas, entre ellos Simón Radowitzky. El penal también era utilizado como sitio de confinamiento político.

R.R.: Exactamente, por empezar los anarquistas eran presos políticos. Aunque cuando se habla de los presos políticos que estuvieron en Ushuaia, la gente suele aludir a yrigoyenistas que fueron a parar ahí a partir del golpe de 1930; de hecho, nuestro segundo programa- porque cada emisión de los cuatro capítulos que componen “Presidio. Experimento Ushuaia” está dedicado a un determinado personaje a través del cual se relata una etapa histórica del penal- vamos a hablar de Simón Radowitzky  y en la semana subsiguiente de Ricardo Rojas, el escritor yrigoyenista que estuvo preso allí en 1930 - fruto de su estadía hay un texto suyo que fue bastante conmocionante en su momento e incidió en las sucesivas reformas de funcionamiento que se hicieron en ese penal desde ese entonces-.

P.: ¿Qué nos podes contar del capítulo dedicado a Simón Radowitzky?

R.R.: Se cuenta su historia de él y, a través de esa historia, se va a hacer un relato acerca de toda la población carcelaria que hubo en ese momento que pertenecía al movimiento anarquista.

P.: Hay muchas cosas vividas por Simón Radowitsky en Ushuaia que son verdaderamente cinematográficas.

R.R.: Sin duda. Hay una fuga bastante importante y muchas historias para abarcar todos aquellos años en los que los anarquistas estuvieron presos ahí. Eso daría para una superproducción de veinte capítulos. Hubo no solo investigaciones periodísticas sino también obras literarias que hablaban de aquellos anarquistas presos en Ushuaia; entre ellos, viene a mi memoria una excelente novela que se llama “El poeta nacional” de Carlos Eduardo Feiling, que es una ficción histórica referida a Leopoldo Lugones, cuando no siendo muy grande todavía era una especie de inspector de prisiones lee una aventura en el Penal de Ushuaia en el cual, desde luego, él no sale demasiado bien parado.

P.: Otro escritor que investigó mucho a Simón fue Osvaldo Bayer.

R.R.: Exactamente, Osvaldo Bayer también se refiere a otro anarco que estuvo en Ushuaia, un tal Wladimirovich, que en Europa supo polemizar con Proudon, que ya estaba bastante achacado ahí y recibe la noticia de que su amigo Wilkins- quien había amasijado al coronel Varela- había sido asesinado por un militante de la Liga Patriótica que se disfrazó de guardia cárcel, ingresó al Penal de la calle Las Heras y lo mató. Un tal Temperley, que debido a su cercanía con el poder no fue encarcelado si no internado en el manicomio Vieytes, no con la población psiquiátrica sino en un coqueto monoambiente aislado a modo de resguardo. Entonces este Wladimirovich planeó una venganza que consistió en hacerse pasar por loco. Lo hizo de una manera tan elocuente que lo mandaron a Buenos Aires, para internarlo en el Vieytes, y ahí concretó su venganza. Una historia impresionante que cuenta Bayer…

P.: ¿Hasta qué año funcionó el Penal de Ushuaia?

R.R.: Este Penal funcionó hasta la época de Perón cuando- de eso trata el último capítulo- el director de prisiones Roberto Pettinato - el padre del saxofonista y conductor- la desmonta. Pettinato era un tipo que en ese momento trajo nuevos aires a la política penitenciaria, que durante la época de Perón dejó de ser punitiva y se conviertió en algo mucho más humano. Incluso, salió recientemente en la contratapa de Página/12 una nota que se llama “Lealtad a las garantías” de Alejandro Slokar - profesor titular de la Universidad de La Plata, entre otras cosas-, donde se refiere a las reformas penitenciarias que efectuó el régimen peronista, algo que está debidamente receptado en la Constitución de 1949.

P.: ¿Se cerró entonces por razones humanitarias?

R.R.: Si, así como fue abierta por razones humanitarias, también fue cerrada por razones humanitarias. Luego se la volvió a abrir ocasionalmente, por los muchachos de la Operación Cóndor - aquel secuestro del avión que fue desviado a las Malvinas donde pusieron una bandera Argentina-, que terminaron pasaron una temporada carcelaria en el penal de Ushuaia.

P.: Cierta parte del objetivo del Penal de Ushuaia se cumplió: era poblar el lugar.

R.R.: Exactamente. La ciudad nació al calor del penal. Alrededor del penal se fue articulando una población formada por comerciantes o proveedores de determinadas cosas del penal y familiares de los guardiacárceles. Nació como apéndice del penal. Los descendientes de los pobladores más antiguos recuerdan en las entrevistas, por ejemplo,  que el pan que comían los pobladores venía del penal y también entre los trabajos forzados a los cuáles estaban sometidos los presos se contaba brindar importantes servicios a la comunidad.

P.:¿En donde pensás que radica el mayor interés de este documental?

R.R.: Pienso que es importante explorar cómo funcionaba el sistema penitenciario de aquella época. Supongo que también es importante indagar hacia dónde apuntaba la criminología punitiva de ese entonces, y digo esto porque los penales de la actualidad no le tienen nada que envidiar a la cárcel de Ushuaia. Si bien desde un punto de vista científico las teorías de Lombroso son obsoletas y monstruosas, yo pienso que en la Argentina, la llamada parte sana de la población es absolutamente Lombrosiana.

P.: Te llevo a otra época de tu vida, en un libro escrito por Pablo Robledo llamado “Montoneros y Palestina de la revolución a la dictadura”, en la página 237 se lee:
“Guerrilla de septiembre
guerrilla de Fatah
guerrilla palestina
para la libertad.
Saltaba, gritaba, cantaba el Patito Zucker rodeado de bombos, banderas, pancartas, planes, ilusiones. Avanzando junto a Ricardo Ragendorfer con las columnas de la UES, dos jóvenes como cualquiera en aquel '73 de la utopía”. Contame de ese joven Ricardo de la utopía y ¿En qué se parece a este Ricardo con el que estamos conversando?

R.R.: Para mí es una sorpresa, no leí todavía su libro. En ese sentido me dieron ganas de leerlo. En ese momento, éramos muy pibes y pensábamos que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Desde luego nos equivocamos un poco. Si bien mi pensamiento actual es un poco diferente, nunca podré dejar de recordar con absoluta simpatía y  profunda emoción la gran utopía del siglo en el cual me tocó crecer. Y que nunca dejaré de amar a las personas que me contagiaron ese fervor.

P.: ¿Cuáles son los recuerdos más fuertes de tu exilio en México?

R.R.: Muchísimos. Porque a diferencia de lo que puede significar esa palabra que tiene relación con el destierro, yo fui muy feliz allí. México es un país que me gustó estar, en el que cual crecí,  adquirí el oficio del periodista, y me marcó para siempre. Es una época que jamás podré olvidar.

P.: Por esos años había muchos argentinos exiliados allá, ¿con cuales tenías más contacto?

R.R.: Mis inicios en el periodismo fueron absolutamente casuales. Yo necesitaba laburar, me habían dado un número de teléfono de un periodista argentino que trabajaba en una revista nueva, lo llamé, y a la semana publiqué mi primera nota. Ahí me convertí en periodista. Ese periodista que de algún modo fue el disparador de mi carrera y me abrió las puertas era Carlos Ulanovsky. Recuerdo haber frecuentado mucho a Ricardo Foster, a Rodolfo Puiggrós también, y digamos que fui amigo de mucha gente que compartió esos días conmigo.

P.: ¿Cómo nació tu interés por abordar la temática policial?

R.R.: Siempre fui un gran lector de policiales, tanto de crónicas como de literaturas. A los 10 años me compraba todos los días “Crónica”. Salía de la escuela e iba corriendo al quiosco de los diarios para leer hasta tarde. Pero digamos que hasta que llegué a México jamás pensé en dedicarme al periodismo y menos a la escritura. En un momento dado ya de regreso al país, sería mediados de los '80, me mudo a San Telmo, donde tenía algunos vecinos que se dedicaban a oficios no del todo legales y les hacía entrevistas y las publicaba en la revista “El Porteño”.

P.: Hace no mucho se estreno la película “El Ángel”, ¿Tuviste posibilidad de verla? ¿Qué te pareció?

R.R.: No sólo tuve la posibilidad de verla, sino también hice un cameo para la película. Soy amigo de Rodolfo Palacios y de Luisito Ortega, quien me pidió ese cameo. Con respecto a la película me pareció lisa y llanamente una obra de arte.  No tiene el mismo espíritu reconstructivo de “Historia de un clan” por ejemplo, es una película que a través del personaje se aborda los primeros años del '70 no desde el ángulo político, hay un corte más cotidiano. Es una película aparentemente muy simple y por otra parte muy compleja. Va a perdurar en la historia del cine como una obra de arte.

Presentación

Una forma distinta, propia, de mirar la realidad y contarla. Sumate a este proyecto de periodismo gráfico y audiovisual, para defender c...