viernes, 8 de marzo de 2019

LA PALABRA



                                                                                                         Por María Solá Oteyza


Me fuiste borrando.

Me fuiste quitando,

poco a poco,

las uñas con las que me defendía.

Las alas por las que tanto recé.



Me clavaste alfileres en las plantas

de los pies,

piedras en la columna que me sostuvo siempre.

Conseguiste que mi cabeza, 

mejor enemiga y mayor compañera,

temblara esperando cada reacción.



Te dejé

desdibujarme,

enterrarme bajo tierra,

alimentarme 

para después 

matarme 

de hambre.



Pero no conseguiste

quitarme la palabra

que siempre me puso en pie.



Y el día que desperté,

y logré respirar,

supiste,

carcelero, 

que te equivocaste:



Creíste que me atabas 

una soga al cuello,

cuando, sin saberlo, 

me diste las armas justas

para poder 


matarte".

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