Achraf Baznani |
Por Homero Carvalho Oliva
Les traigo una pequeña muestra de escritores bolivianos que economizan hasta la última palabra, condensando la historia para jugar con la inteligencia de los lectores. El microcuento es un género que, cada día, gana más adeptos en el mundo entero. Entre los grandes escritores que escribieron pequeños textos se cuentan: Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway, Antón Chejov, Ernest Hemingway, Augusto Monterroso, Marco Denevi, Ana María Shua y otros.
Me gusta esta definición de Violeta Rojo, que en su Breve manual para reconocer minicuentos, señala: “El minicuento es una narración sumamente breve (no suelen tener más de una página impresa), de carácter ficcional, en la que personajes y desarrollo accional están condensados y narrados de una manera rigurosa y económica en sus medios y a menudo sugerida y elíptica. El minicuento posee carácter proteico, de manera que puede adoptar distintas formas y suele establecer relaciones intertextuales tanto con la literatura (especialmente con formas arcaica) como con formas de escritura no consideradas literaturas”.
Sin más vueltas he aquí algunos de los exponentes de Bolivia. Esta breve muestra es solamente el botón de una antología que estoy elaborando para una editorial extranjera, que llevará un estudio acerca de este género.
Sisinia Anze
Musa
El pintor se da cuenta de que ya es hora de cambiar de musa, porque el cuerpo escondido en su sótano ya empieza a oler mal.
Mariela Ardaya
Reencarnación
Hace una vida tuve un amor, hubo un amor que me dio la vida.
Rosemary Caballero Vega
El espejo de Lacan
El espejo se rompió. Cuando descubrió que no podía seguir siendo padre, roto el espejo, corrió a refugiarse en los brazos de su madre. La anciana lo cobijó como cuando era niño. Le sirvió el desayuno, preparó el almuerzo, la cena, lo bañó y recostó en la cama para visitas. Había cumplido cincuenta y dos años y sido despedido del trabajo.
Desde el otro lado del espejo, su mujer lo llamaba, sus hijos lo llamaban. Meses después comprendieron que les llegó la hora y comenzaron a ser libres.
El hombre volvió a ser niño y a vivir, solo comer, y soñar, acaso, junto a su madre.
Ernesto Calizaya
El aprendiz de mago
Su mayor acto de magia fue hacer ver a su vecino como un burro. Al día siguiente desapareció.
Adolfo Cáceres Romero
El perdón
Entre brumas, totalmente vestido de negro –terno, camisa, calzados, medias y corbata--, aparece el anciano a la luz del farol de la plazuela, frente al cementerio. Aguardaba que abrieran el amplio portón. Ese día madrugó más que el anterior. Le era imposible dormir, desde la noche en que su esposa cerró los ojos para siempre, sin despedirse ni perdonarlo. A diario visitaba su tumba, esperando oír su perdón. Tan pronto llegaban las floristas, se reían y le alcanzaban el consabido ramo de rosas, que él pagaba sin esperar el vuelto. Siempre era el primero en cruzar el amplio portón. Arrastraba los pies hasta la tumba de su amada esposa, cambiaba el agua y las flores y le pedía perdón. Perdón por haberle sido infiel toda la vida, desde cuando eran novios, con su hermana, sus amigas y con cuanta mujer pudo seducir. Perdón, perdón, repetía, junto a la plegaria que colgaba de sus labios. Perdón y nada más, para dejarla descansar en paz.
Kori Bolivia Carrasco Dorado
Consejo
Al llegar un pájaro y posarse en el árbol cansado de buscar lombrices, una paloma que lo observaba, abrió las alas y le dijo: En aquella fruta puedes encontrar lo que quieres, pero apúrate que viene el águila.
Homero Carvalho Oliva
Pachamama
Doña Justina Cusicanqui, tierna y sabia anciana, cuenta que escuchó a su abuela relatar la historia de un aimara que, ante los porfiados sacerdotes católicos que pretendían obligarlo a bautizarse cristianamente, para que el pobre hombre salve su alma salvaje y pecadora, respondió muy sereno:
-Yo nada espero del Cielo, todo me lo dio la Tierra.
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Amsterdam 2…
Flora me llamo, y recojo con cucharilla los restos de mi amado. Ha desaparecido, como el unicornio, y creo que la pañoleta que cubría su frente ocultaba el marfil del cuerno que brilla. La policía me expulsa; estoy contaminando las pruebas… Guardo un pingajo apresurado en el bolsillo del jean. Apenas entra. Cuando retorno a casa una mancha señala lo poco que quedó de él. Lo nada que quedó de ti.
Lavo las manos. Beso tu sangre que se va disuelta. En un botellón de alcohol, demasiado amplio para tu poca carne, te dejo, al lado de la lámpara, cerca de la ventana. Así por la mañana te da el sol.
Vanessa Giacoman
No pagaron
Tenía los ojos vendados. No sabía cómo había llegado allí; unos pasos se aproximaron y una voz carcomió su ser.
—Lo siento. No pagaron por ti.
Andreyna Herrera
Mariposa
Mariposa, anúnciame cada locura que mi amado hizo en mi ausencia, seguro ensució las sábanas con sus amantes, con labios manchados de fluidos corporales, en la promiscuidad donde el hombre deja de ser hombre y solamente es un ardiente volcán y desenfreno, prostituido por su pasión enfermiza.
Mariposa cuantas mentiras escuchaste de su boca babeante, una saga de que es un buen hombre, ardil de poesía y entera compasión... o el mismo repertorio que dice con adulaciones para crear su panal y que caiga las moscas, para ser presa de su adicción...
Mariposa que revoloteas mirando aquel infierno, un hombre de roble fue, nacido del amor, pero creció deformando su interior, un ser que da miedo y se disfraza de alegría hasta poesía, pero el olor del tabaco lo delata, sus amantes llaman susurrándome con sus malas intenciones, de las atrocidades que hacen en secreto...
No me atrevería a tocar su piel sudorosa y escamosa, se desvaneció aquel hombre, que alguna vez amé. Juegos de azar, cerveza y drogas lo estimulan...
Mariposa, todo lo que amé de él, se convirtió en un sueño...
Mariposa, duérmete en mi ser, que el cielo es extenso y yo me siento tan sola acariciando mis alas, mientras pienso en el infierno que vivirá ese hombre. Quizá el hecho de fallecer me hizo comprender que fue lo mejor, de seguir con él, sería herida por sus traiciones y adicciones.
Reira Bloom |
Ramiro Jordán
Nosotros
Cabalgabas noche y día, tus hombros desnudos sollozaban estremecidos al compás del frío invierno.
Marchabas sin mirar el triste paisaje. Tus alas, presas del frío, se acurrucaron en mi cuerpo y tu vientre tomó por asalto el mío.
Unidos, nos abandonamos a mensajes urgentes, cómplices, antiguos a todo, en gesto íntimo de amantes apasionados y desquiciados. Encontré el vello de tu vientre, voluptuosa descubriste el iris de mis ojos, descubrimos la esencia de la vida, estallamos en mil soles, cien mil lunas y brillamos como novas en un firmamento desconocido.
Nuestro loco desvarío, el insaciable apetito reconstruyó nuestros cuerpos en uno solo, el tiempo sin tiempo fue nuestro, la pasión loca -sin normas ni leyes- nos unió, nuestro calor, tu brillo, nuestras urgencias, tus alas, nuestro cuerpo, todo en un vórtice estrepitoso.
Trajimos la primavera, llenamos de flores multicolores el jardín, por fin abrazados. Volaste hacia el infinito cantando a nuestro amor, extendiste tus alas a nuestra primavera, y yo, raudo, volé buscando tu rastro de polen y miel, y así, unidos, nos perdimos en el todo y en la nada.
Gonzalo Llanos
Oficio frustrado
Un profesor, lloraba sin consuelo sobre las páginas de su vida. Sucedió, que luego de estudiarlas, sufría el no poder explicarse a sí mismo lo que había leído.
José Luis Pérez Coro
La puerta
Cuando abrió la puerta, horrorizada se vio de espaldas abriendo otra puerta
Teresa Constanza Rodríguez
Escondite
Eres perfecta, Emily. Eres mi Eva, mi Beatriz, mi Dulcinea. Qué haría yo sin ti, murmura Facundo a la hembra tendida junto a él.
Eres callada, sumisa, complaciente. Nunca me has fallado, añade el hombre y suspira profundo, antes de jalar el taponcito femenino. La silenciosa mujer empieza a desinfffhhh, para luego ser doblada y encerrada en un cajón de triple llave.
Jackeline Rojas Heredia
Me toca a mí
Rosalía aprendió a identificar la multiplicidad de significados en las palabras emitidas por la boca de Juan. Unas la acariciaron, otras la manipularon y las más, la lastimaron. Aprendió que el agua salada de sus ojos es mejor retenerla o beberla; pero el plato fue volcado y no lo hizo sola. Hoy sí Juan la mira y ella nota algo de odio en su mirada, hoy sí la toca y no es suave su tacto, hoy sí su voz eleva el tono, ella le recuerda que puede señalarlo, que bastará el agua de sus ojos, que él ignoró, para matarlo en público, para reír después en silencio, porque ahora sabe, porque lo repite y se repite…Me toca a mí.
Silvia Rózsa Flores
Fin
Vivía en sus libros, pero ayer clausuraron las bibliotecas.
Miguel Sequeiros
Una mano
Me pidió que le diese una mano en la cocina.
Me la tuve que cortar con un machete que recogí en el jardín.
Espero que mañana no me pida un pie porque tengo que caminar al trabajo cada día.
Eliana Soza
El nacimiento
Los dolores de parto comenzaron a la una de la madrugada, retorcijones que aumentaron en intensidad, no era suficiente gritar y llorar para sacar el dolor fuera, intentar romper la mano de Javier sí. La partera llegó a las dos, una hora y media, el dolor la torturó sin que nada pudieran hacer todas las vecinas que la acompañaban. Después de luchar para que aquel niño naciera, a las 3:33, lo hizo con un imperativo grito que estremeció a todas las que estaban en la habitación.
La partera, al divisar la cabeza del neonato llena de sangre coagulada no vio nada especial además del tamaño desmedido del cráneo; pero cuando lo tuvo entre sus brazos y lo empezó a limpiar, casi se desmaya, nunca había visto una criatura de ese tipo, todas empezaron a gritar y a escapar, dejando sobre la nueva madre al recién nacido; ella orgullosa y con una sonrisa macabra empezó a lamer a su cría.
Gigia Talarico
Otra
Sus ojos almendrados, recién hechos, siguen el examen que se hace en el espejo, observa en detalle la nariz impersonal, igual a la que todos llevan en la oficina, pequeña y fina, sus uñas recién pintadas color sangre tocan el monte de uno de sus pechos que como toronjas maduras amenazan con abrir los botones de su blusa, y sus labios pulposos y gruesos dibujan algo entre la ordinariez y la sonrisa.
Por fin otra, se repite por tercera vez en una hora, tratando de convencerse a sí misma y reconociendo en ella, cada vez, esa alma fea correspondiente a su físico anterior. Por tercera vez, mira la puerta sin atreverse a salir.
Circe de Ulises
Alas
Cory le confeccionó unas alas con plumas de gallina y fue así que el león subió a la colina y se lanzó al aire. Cuando lo encontraron con las patas rotas, dijo que había caído a causa de las plumas, no podía volar con ellas, pesaban demasiado.
Waldo Xavier Varas
Profecía
Cuenta un soñador, que en un futuro no muy cercano, no muy lejano, existirá un hombre, con las manos rajadas como la tierra seca que inútilmente trata de cultivar. Él no se dará por vencido. Con la fuerza que le queda aún a su cuerpo cansado, romperá la tierra infértil, creando los túneles que servirán de cuna para una semilla. Esa semilla que con ayuda de las gotas de sudor y de una u otra lágrima perdida en su recuerdo, germinará como una idea y de esa idea, una revolución.
Sandra Concepción Velasco
Engaño
Satán decidió esconderse donde nunca lo buscarían.
Dejo el vino para su hermanastro.
Ahora habita en el agua bendita.
Cristina Zabalaga
Un viaje
A 350 kilómetros a vuelo de pájaro en un ángulo de 195 grados está el sonido que despierta un sueño; el olor ácido de un recuerdo anaranjado; un anciano que acaba de entrar en un laberinto y un niño que busca la salida; una mujer que ríe en un callejón sin salida; el color azul de un paisaje infinito; un panorama visto desde lo alto de una escalera; un mapa desplegable e interminable que abre un visitante; y un diagrama de cómo llegar más rápido al final de este viaje.
Sarolta Bán |