jueves, 2 de mayo de 2019

VIDA SEXUAL DE ROBINSON CRUSOE




No cabe duda que Robinson Crusoe tuvo una tormentosa vida sexual no siendo obstáculo que estuviera en una isla sin otra compañía que un caníbal. De sus envidiables furores venéreos da cuenta un libro escrito a cuatro manos –acorde al tema que se trata- por Dalmiro Sáenz y Carlos Marcucci-, “Vida sexual de Robinson Crusoe”, editado en 1969; un libro del francés Michel Gall que no hemos leído pero no queremos dejar de subrayar la coincidencia de que lleva el mismo nombre que el anterior; y el “Diario erótico de Robinson Crusoe”, del cubano Alexis Diaz Pimienta –de quien “Calibán” seguirá jactándose de tener de colaborador, hasta que nos lo prohíba con una décima perfectamente octosilábica-, que tiene el portentoso mérito de estar escrito en verso, y del que aquí publicamos un tramo.



Bukowski es un infeliz,
un reprimido soez.
Prefiero a Safo. Tal vez
a la ultísima Anaïs.
Prefiero a Lawrence, raíz
de mis primeras pasiones.
Prefiero las relaciones
de Georges Bataille con “el Ojo”,
y a su Simone siempre al rojo
vivo entre las oraciones.
Prefiero la parisina
heroína de Pauline
Réage, cálida Odeline,
esclava sexual genuina.
Y por supuesto, la fina
Lolita nabokoviana,
jovenzuela casquivana
que a escondidas nos excita.
¿Quién no sueña una Lolita
stanleykubrickcercana?
Prefiero el papel de Mario
para cualquier Emmanuelle,
su olor escrito, su piel
de ardiente vocabulario,
su Bangkok imaginario,
su amor al sexo grupal,
lésbico, hetero, da igual.
Emmanuelle, hembra y poema.
Emmanuelle, filosofema
de un Confucio occidental.
Prefiero la prostituta
de Los amores prohibidos,
de Azancot, sus alaridos
de institutriz sexual, puta
que con su cuerpo disfruta

y hace gozar al lector.
Prefiero el no-pundonor
de sus jadeos venales.
Sus páginas son carnales,
táctiles, tienen olor.
Prefiero, of course, El Amante
de la Duras, la francesa
que se quitó, pieza a pieza,
la adolescencia mediante
el falo de un comerciante
en la exótica Indochina.
Prefiero su cartulina
dura, su papel couché,
su masturbable caché,
su pubertad libertina.
Sí, Nabokov y Pauline,
Azancot, Lawrence, Duras,
Safo, Emmanuelle... las demás
herederas de Justine
y Boccaccio: el magazine
eterno del sexo escrito.
Pero no Bukowski. Admito
que Bukowski “no me pone”.
Que me obvie, que me perdone
con su pose de maldito.
Te prefiero a ti, mujer
disfrazada de marea.
Prefiero al mar, que procrea
nuevas olas de placer.
Da gusto nadar-leer.
Gusto escribir-fornicar.
Da gusto en el paladar,
en los ojos, en las manos.
Somos dos “malditos” sanos.
¿Volvemos a hacerlo, mar?

            Alexis Díaz Pimienta