jueves, 6 de junio de 2019
ENTREVISTA A LUISA VALENZUELA. EL CHISTE DE DIOS
Por Sergio Marelli, Guido Guaragna y Santiago Marelli
Luisa Valenzuela es autora de numerosos libros, entre otros, “El gato eficaz”, “Aquí pasan cosas raras”, “Cola de lagartija”, “Realidad nacional desde la cama”, “Entrecruzamientos” - un libro que cuenta cómo se entrecruza la literatura de Julio Cortázar con la de Carlos Fuentes y cómo ambos escritores se entrecruzaron en la vida de Luisa-, “El placer rebelde”-dos palabras que definen muy bien a la autora-,” Cuidado con el tigre”, “La máscara sarda: el profundo secreto de Perón”. Recientemente se ha publicado “El chiste de Dios”, su más reciente libro de cuentos. Recién llegada de la presentación de este libro en Nueva York, conversó largamente con Calibán.
Pregunta: Decís en la introducción de El chiste de Dios que las historias están compuestas y redondeadas antes de aflorar al papel o a la pantalla, ¿siempre es así o, a veces, al escribirlo empiezan a aparecer cosas que te obligan a un giro?
Luisa Valenzuela: Hay maneras distintas de abordar la ficción y la literatura. Hay escritores, sobre todo hombres- porque esto es una cosa bien masculina-, que tienen todo un plan armado, como una manera de dominar la escena, tenerla ya conocida y después ir estructurando la historia. A mí eso no me sale, me aburre y no puedo hacerlo. Cuando ya no conozco no busco. Yo prefiero la aventura de sumergirme en la escritura y que me vaya llevando hacia una culminación o lo que fuere, incluyendo el tacho de basura, si no sirve.
P.: ¿Es una regla que vale para los cuentos o también para las novelas?
L.V.: Para empezar, no es una regla. Simplemente es una manera de estar en la vida y de estar en la literatura. En la novela también. Lo descubrí con mi primera novela, cuando me senté a escribir un cuento que empezó a crecer, los personajes comenzaron a cobrar vida y hacer su vida por su cuenta, mientras aparecían nuevos personajes. Esa cuestión que me pregunto ahora- después de más de treinta libros- de dónde salen esas historias, dónde están ya escritas. Pero no es un trabajo del inconsciente porque va más allá de eso. Se trata de la Aventura de escribir descubriendo. Dentro de la propia escritura está la resolución del conflicto, pero hay que encontrarla.
P.: Vamos a lo que vos llamaste la “premisa fundacional” en tu novella “El mañana”: ¿las escritoras tienen un acercamiento al lenguaje diferente de los escritores?
L.V.: Es un planteamiento que yo me hago. Yo creo que sí, porque desde el principio tenemos un abordaje distinto por una cuestión de educación diferente de la del hombre, sobre todo la de mi generación. Le miramos el trasero al lenguaje de alguna manera, tenemos una mirada claroscura del lenguaje. Lo cual no quiere decir que usesun lenguaje distinto, sino que la carga emocional- la carga semántica- es diferente. Por eso me metí en esta extraña novela que es El mañana sin darme cuenta que estaba tanteando esa premisa del lenguaje de las mujeres.
P.: Hablando del lenguaje, ¿cómo te llevás con el lenguaje inclusivo?
L.V.: Me llevo raro, pero me encanta. Quiero decir que me interesa mucho la propuesta. Tal vez el uso de la e es incómodo a veces, pero es muy interesante y muy necesaria, porque el lenguaje habitual nuestro invisibiliza a la mujer: esos plurales masculinos en los que hay un solo hombre y dos mil mujeres, etc. invisibiliza. Entonces esta conciencia del estar acá tiene que ser un lenguaje inclusivo o si no nos referimos al saludo de Cristina “Todos y todas, señoras y señores, argentinos y argentinas” que es un poco pesado. El uso de la e es divertido, a mi me encanta cuando los jóvenes leen “les chiques” y esas cosas. Vamos a tener que acostumbrarnos. De hecho, yo creía haberlo inventado no como inclusivo en el sentido actual, cuando el protagonista de Cola de lagartija - que es un libro que escribí entre 1979/80-, se está transformando en mujer, habla con la e en el momento de transición( que no es ni hombre, ni o ni a, sino la e que es la vocal ambigua).
P.: En varias oportunidades vos tomás personas de la vida real y las volvés personajes. Pienso en Alicia Dujovne o la Negra Sosa y eso tal vez es producto de que la realidad es una cantera inagotable.
L.S.: Efectivamente, lo de la Negra Sosa fue muy lindo, porque cuando me contaron esa anécdota de ella en Puiggari, vestida de jogging blancos, que se sube a un bus con toda la gente que va para adelgazar, se meten en un camino de tierra y los dejan a dos kilómetros de la clínica para que vuelvan caminando a su ritmo (pueden tomarse todo el día, pero tienen que volver caminando) y Mercedes Sosa, que estaba con sus jogging no da más y se sienta bajo la sombra de un arbolito y espera ,hasta que pasa un camión destartalado y se sube. El chofer la mira con cierta gula, entonces se presenta y le dice: “yo soy Mercedes Sosa.” y el chofer le responde riéndose: “Y yo soy Gardel.” No sé qué tan fidedigno era, pero se contaba como una cosa cierta de la vida de Mercedes. Entonces a mí se me ocurrió esa idea antes de la muerte de Mercedes, que viene a buscarla Carlos Gardel: el chofer realmente es Gardel y ella realmente es Mercedes Sosa y se van cantando. Escribí este cuento y no lo quise publicar, porque no la iba a matar antes de tiempo. El día que murió, muchos años después, sí lo publiqué y sentí esa especie de sensación de que ella se iba con Gardel al paraíso de la música, estas dos grandes voces de la región.
P.: Ahora que contas esto, recuerdo que Leopoldo Brizuela, siendo un adolescente, le escribió un poema a la Negra Sosa y le dejó el teléfono de su casa. Al tiempo,lo llama Mercedes. La atiende el padre, pregunta quién es, y le responden: Mercedes Sosa. El padre, retruca: “Ah,acá habla Carlos Gardel”.
L.S.: ¡Exactamente lo mismo! Es impresionante (risas).
P.: Es lo que decíamos recién, la realidad supera a la ficción.
L.S.: Con lo cual se reafirma mi hipótesis de que Carlos Gardel y Mercedes Sosa estaban destinados a encontrarse. Que suerte que recordaste a Leopoldo.
P.: Hablanos de él.
L.V.: Te cuento que lo que he estado haciendo últimamente – ayer, sin ir más lejos-, es reunir todos los mails, porque nos escribíamos mucho y hablábamos por teléfono -me llamaba casi todos los días-. Nos reíamos mucho, nos hacíamos mucho bien mutuamente. Cuando yo estuve muy enferma de meningitis al único que quería escuchar era a Leopoldo, porque tenía ese humor muy particular. Junté todos los mails divertidos, todos con e, cona y también con o que nos mandábamos en forma de versitos con Leopoldo. Ante el dolor tremendo de su desaparición, yo guardo esa imagen tan sonriente de él a pesar de su enfermedad. Tenemos toda una serie de poemitas. Hace relativamente poco- hará unos cuatro meses- me dice que me escribía rápido porque estaba en el bondi, a lo que yo respondí ”Mientras no sea Fly-Bondi.” y entonces se le ocurre un breve poema sobre el low-cost y todas rimas con esa terminación que no era fácil: “Mama no te preocupes si en Facebook no pongo ningún post, quiero decirte que tomé un low-cost y estoy colgado de la rama.”. Yo, que había vuelto de Barcelona hacía muy poco, lo continué: “De vuelta al frío, desde el hastío, volé a Ensenada en low-cost que activó el Di Frost”. Estas cosas iban creciendo de repente y eran muy estimulantes, muy de ingenio rápido. Él era un extraordinario escritor y de una generosidad y un espíritu muy amplio.
P.: Una vocación literaria muy profunda vocación.
L.S.: Que se trasluce en todo lo que hizo, por ejemplo, en la Biblioteca Nacional. Volviendo a las mujeres, él leía a las escritoras con devoción, tenía una sensibilidad y una compenetración en la literatura de las mujeres muy especial.
P.: Leopoldo Brizuela escribió sobre tu libro:“Originalidad, inteligencia, audacia y un humor que conjura siempre a tiempo la tristeza y la desgracia. Los cuentos de Luisa Valenzuela forman un tesoro único en la literatura latinoamericana.”
L.V.: Es un divino, me conmueve mucho.
P.:¿Cuándo lo conociste personalmente?
L.V.: Lo conocí cuando fuimos jurados de un premio de cuentos hace mucho tiempo y quedé fascinada. Yo había leído “Inglaterra.Una fábula”y me había parecido un libro estupendo, pero a él no lo conocía personalmente. Era unser extraordinario. Nos hicimos muy amigos y, si bien nos veíamos relativamente poco -porque él pasaba muy poco tiempo en Buenos Aires y era muy puntual lo que venía a hacer-, vivía llamándome por teléfono. Fueron muchos mails, muchas llamadas por teléfono e inclusive por whatsapp. Te voy a decir una cosa muy desgarradora: lo último que tengo de él es un mensaje de voz- porque yo le había mandado un mensaje contándole que estaba viajando y deseándole que se recupere- diciéndome “Hoy estoy mal, pero mañana voy a estar mejor”. Después muere. Estabacomo diciendo que iba a estar mejor cuando se vaya de acá. Estaba sufriendo mucho.
P.: Duele además porque estaba con muchos proyectos.
L.V.: Me dijo Ariel que está lleno de papeles de él por toda la casa. De cosas escritas.
P.:Estaba trabajando en una novela que apuntaba a reconstruir la historia familiar del padre.
L.V.: Exactamente, todo lo que fue descubriendo en La Rioja. Era un proyecto muy interesante. Ahora me estoy acordando de ese libro divino, que pasó desapercibido por salir justo antes de “Lisboa.Un melodrama”que es “La locura de Onelli”, una delicia, un poema sobre esos animales que se están yendo del zoológico de La Plata.
P.: Volviendo a las palabras que te dedicó Leopoldo en el libro, ¿ya las hiciste poner en una faja para pegarlas en la heladera o en el espejo del baño?.
L.V.: No se me ocurrió, pero qué buena idea. Tendría que tenerlas más presentes. A mí esas cosas me inhiben un poco, y viste que las fajas están y no están porque una vez que uno empieza a leer el libro, la faja se pierde. Le dije en un momento dado: “Gracias por la faja, yo ando mal de las vértebras.” Y me respondió enseguida: “Entonces la próxima te hago un poema sobre la faja lumbar.”
P.: Esas cosas hay que ponerlas en lugares bien visibles para aquellos días en que el ánimo flaquea.
L.V.: Claro, te cuento que estuve recopilando todo eso y lo estoy armando, porque viste que las conversaciones por mail te aparecen al revés cuando las buscás, entonces la primera está al final y la última al principio. Le pedí a alguien que me los ordene bien y voy a ver quién me las publica en algún suplemento o algo por el estilo, porque yo quiero que quede ese recuerdo. Eso no alpaca el sufrimiento, pero ayuda a mantener ese recuerdo luminoso de la gente.
P.:Sirva esta entrevista, también, para remendar sus libros.
L.V.: Sí, por ejemplo, “Una misma noche”,un libro extraordinario y “Lisboa. Un melodrama”. Son deslumbrantes. La mayoría de sus libros son fantásticos, complejísimos y maravillosos; están bien articulados y con un lenguaje exquisito. Leopoldo era un tipo que vivía en la palabra.
P.:No son menos lúcidas las palabras de Liliana Heer que están en la contratapa de tu ultimo libro: “Luisa Valenzuela, célebre en el arte de conducir al lector por los laberintos del suspenso y matizar escenas donde su usina de humor regala inesperadas sonrisas.” Hay mucho humor recorriendo no sólo este libro, sino en general toda tu literatura.
L.V.: Yo creo que el humor es un salvavidas esencial del ser humano. Porque todo es tan trágico, tan difícil que si no conservas un atisbo de humor, una mirada un poco lateral, quedás inmerso en este espanto. Hay que mirar la realidad con cierto juego de cintura.
P.: Sin humor quedaríamos anulados y sin armas para defendernos de la siempre malhumorada realidad.
L.V.: sí, y ahora más que nunca esta realidad se ha puesto malhumorada. Sin embargo hay atisbos, especies de ventanas que se van abriendo. Una cosa que me da mucho miedo es todo el trabajo tan sutil y tan perverso de las falsas noticias, todo lo que es la posverdad y el manejo de las emociones en lugar de los valores. Eso me da escalofríos, la llamada guerra de cuarta generación, que sin fusiles ni nada penetran a los países y tergiversan la política, enfermando el imaginario de la gente.
P.: Vos estás muy ligada a Cuba, hace algunos años la muy prestigiosa Casa de las Américas te dedicó una semana de autor en donde se produjeron muchos abordajes sobre tu obra y que finalmente fueron publicados en un número de la revista.
L.V.: Lo que viví como un honor y una emoción enorme. Fue todo muy bello. Roberto Fernández es muy generoso.
P.: Y su hija, Laidi Fernández de Juan, también es una muy Buena escritora.
L.V.: Claro que sí. Yo le dije, cuando leí “Sucedió en Copperbelt” -recordando su libro anterior de cuentos “Los cuentos de Dolly”, que también son de esa zona del África-, que son textos escritos con mucho humor pero también muy duros - porque fueron dos años en una situación dificilísima-, que debía hacer una novela. Eran relatos escritos en el papel de adentro de las cajas de cigarrillos porque no tenía ni papel. Y cuando ella volvió después de dos años durísimos, se encuentra con que en un sofá en la casa hay una caja repleta de cartas - todas las que había mandado- y Roberto le dijo: acá tenes tu novela.
P.: Contanos de tus recuerdos habaneros.
L.V.: Mis recuerdos de allá son deslumbrantes, porque yo llegué en el '92. No bien llegué me dicen: el embajador argentino quiere verte, y yo dije “trágame tierra”. En ese año, Argentina estaba en contra de Cuba, pero por suerte el llamado era muy a gusto de ellos, me recibió el querido Adolfo Nanclares. En el 2000 voy para dar el discurso inaugural de Casade las Américas. Ahí nos invitan a comer con Fidel que se sienta a mi lado, lo cual fue un gran honor. Charlando empiezan a recordar el período especial, y de golpe yo digo:” pensar que yo estuve en el '92 y me admira cómo sostuvieron el premio pese a todas las dificultades”. Entonces, Roberto Fernández Retamar dijo: “Si a mi me hubieran dicho que el presupuesto de Casa de las Américas servía para darle leche a 500 niños por mes, yo cerraba Casa”, y Fidel replicó: “el presupuesto de cultura nunca debe cortarse. La leche debe sacarse de otro lado, no del presupuesto de cultura”. Me pareció una reflexión muy emocionante e inteligente. La cultura es una embajadora para el mundo. Toda esta actitud cubana de dignidad y de profunda cultura, te llegan al alma.