jueves, 13 de junio de 2019

POEMA DE MARÍA SOLÁ OTEYZA



                                                                                             Por María Solá Oteyza

Siempre se repite así,
siempre la misma historia.
Nunca es suficiente,
y soy tan consciente,
que en las noches de duelo enfermo,
solo me aguanta la memoria.


Doy vueltas en la jaula blanca que me envuelve:
me observo desde el techo,
afuera diluvia,
y me entra la risa;
llego a parecer un pez soñoliento,
que da bocanadas en círculo,
ahogándose en la claustrofobia
que supone una vida redonda.

Deseo esas manos,
garantía del cuidado que nunca tuve.
Esa forma de mirar;
solo quiero que me pienses.
No necesito que me veas.
Pero patalearé rozando el delirio,
si no me piensas,
si no me sientes.

“Tienes que ser más dura“
me dijeron siempre.
No dar bola alguna.
Ser más fuerte,
más independiente,
menos obvia…
Dejar de mostrarte transparente
Dejar de jugarte la arquitectura
con quien tiene
el corazón en la cabeza
el pecho en liquidación,
el alma demasiado sobria.

¿Está mal no querer cambiar?
¿Seguir esperando
ese amor que te prometieron,
y nunca te podrán dar?

Vuelves a casa,
tocarás el piano un rato.
También piensas que
son muchos los que te quieren,
los que te recuerdan que
ser “demasiado” algo,
tampoco está mal.
Que palabras que más hieren
son las que más estimulan,
y normalmente vienen servidas
en besos de Cristal.
Y aunque brillen
y sean únicas
y levanten pasiones
y atraigan con creces…
Salen muy caras,
se quiebran fácilmente,
si no las cuidas
si no las sabes tocar.

Sola por dentro.
Una vez más
es demasiado tarde,
te he mostrado como soy,
siempre hablo más de la cuenta.
Soy un lastre,
un temblor de manos.
La parada en el camino del viajante,
soy una debilidad.

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