Angela Davies es una filósofa norteamericana que estudió en La Sorbonna –fue alumna de Marcuse-. Defensora de la causa de los Panteras Negras. En 1969 fue expulsada de la Universidad de California cuando se descubrió que estaba afiliada al Partido Comunista de los Estados Unidos. Cuando Jonathan Jackson, un negro de 17 años, quiso liberar de la cárcel a tres militantes negros, la policía la acusó de haber provisto las armas. En 1971 el FBI la consideró “una de las criminales más buscadas”. En ese marco, Jean Genet, escribió la siguiente nota.
Angela Davis es buscada bajo los cargos de homicidio y secuestro. Ella poseía –ya sea porque las hubiese comprado, o sólo hubiera prestado su nombre para ello- armas con las cuales un juez fue secuestrado antes de ser muerto por la propia policía.
Esto es más o menos todo lo que podemos saber a través de los artículos de los periódicos norteamericanos y franceses. La razón de este laconismo es simple: la información no existe en los Estados Unidos. De acuerdo con un concepto burgués de la verdad, los hechos o mejor dicho ciertos hechos materiales, son descritos minuciosamente por la gran prensa de manera que uno pueda creer en su objetividad.
Es evidente que si la prensa multiplica los detalles, el lector acabará interesándose únicamente por ellos, porque es lo más fácil, porque lo abrumarán y el hecho mismo desaparecerá bajo la suma de pormenores. El lector reaccionará todavía en cierta forma. Inicialmente satisfecho por la velocidad de la prensa, terminará por sentirse oprimido y para despojarse de la opresión jugará con los detalles disponiéndolos a su manera, reconstituyéndolos según su temperamento o su ideología.
Los hechos concernientes a Angela Davis, o a los demás negros acusados de homicidio en los Estados Unidos, demuestran hasta dónde puede llegar todo eso. Porque, lo repito, la prensa norteamericana no hace nada por dar una explicación acerca de los hechos, criminales en apariencia. Después de haber leído todos los artículos publicados acerca del secuestro de un juez y de otras aprehensiones, de violaciones y atentados que han realizado los negros, en todos los artículos donde ningún detalle se omite –desde la posición de un automóvil hasta el contenido de los bolsillos de un paseante- la última impresión o la última imagen llevada al lector es la de que la prensa es diligente y honesta mientas los negros son unos brutos que…pero no da ninguna razón verdadera.
Como sabemos Angela Davis tiene 26 años. Nació en Alabama, en una familia de mediana burguesía negra. Su madre era institutriz. Muy joven se inició en el marxismo, antes de hacer sus estudios de literatura en la Sorbona. Luego Angela pasó dos años estudiando en Alemania Federal. Quizá sea necesario subrayar que presentó el equivalente a una tesis de agregación con Marcuse. Después de todo, iba muy rápido. Angela fue nombrada profesora de filosofía en la Universidad de California en Los Angeles, y de 1968 a 1969 milita con el Black Panther Party y sin tener desacuerdos fundamentales con ellos, se afilia al grupo comunista “Che-Lumumba Club”.
Esta joven negra, elegante y bella, rehusa integrarse a la burguesía negra norteamericana.
Cuando la conocí en marzo de 1970 en los Angeles, sus elecciones básicas ya estaban hechas. Para la administración californiana y sobre todo para el gobernador Reagan, ella era la mujer, sino a vencer, por lo menos a separar, especialmente de la enseñanza superior donde su último curso, creo, era de materialismo dialéctico. En vez de callarse, en lugar de retirarse prudentemente ante la represión que pesaba sobre los Panteras y en general sobre los negros, ante la invasión de Camboya, Angela ha expresado más y más su oposición a las amenazas norteamericanas contra ciertos pueblos del mundo entero, contra los movimientos de liberación tanto en el interior como en el exterior de los Estados Unidos.
Quizá ya sea posible distinguir cómo se forma la personalidad de Angela Davis. No es dudoso para mí que el tiempo pasado junto a los Panteras Negras marcó profundamente su determinación de luchar contra todos los racismos y, primero que nada, naturalmente, contra el racismo antinegro.
Angela Davis no ocultaba su afiliación al partido comunista. Más bien me pareció que ella, sin estar particularmente orgullosa, consideraba esa afiliación una parte de su lucha.
Nacida en la comodidad, educada según lo que llamamos cultura occidental, trasladada inmediatamente a las filas de la enseñanza de esta cultura, admitida y admirada por la burguesía norteamericana, ¿en qué momento Angela Davis comprendió que debía, de una u otra forma, incorporarse –no sólo con palabras sino con hechos- al ghetto negro?
Los Panteras hacen una gloriosa aparición en México durante los Juegos Olímpicos. Esa es la imagen que debemos conservar de ellos, pero complementada por una realidad cotidiana en extremo peligrosa. Voluntariamente me rehúso a la hipérbole al tratar de ajustarme más de cerca a la actual existencia de los Panteras.
Si su aparición se hizo con despliegue de luz, ahora persiguen una empresa difícil y a menudo oscura.
¿Qué es lo que quieren? De inmediato la aplicación rigurosa de sus derechos civiles. Ya que los ghettos negros existen, sin reclamar todavía la propiedad jurídica ni los derechos de exterioridad, ellos piden simples mejoras en las habitaciones que desde mucho tiempo les han asignado. Y para comenzar piden que sólo la policía negra, nombrada o elegida por negros, sea responsable de los ghettos. Saben que en ese momento obedecerán más fácilmente a las reglas exigidas en definitiva por ellos mismos.
Si la nación negra se convierte cada día más en una entidad, escapando de sus orígenes y del sistema legal que la ha separado de la vida pública, los negros no tienen ninguna razón para ser soldados y sobre todo para abrazar las causas belicosas y de conquista de la nación blanca, en la cual se encuentran engastados y que dispone de sus vidas a su entero arbitrio.
En fin, algo nuevo se ha manifestado. Desde hace algunos años los negros se saben capaces de dirigir sus propios asuntos, de manejarse eficazmente en la política más compleja y de elaborar y aplicar tesis revolucionarias audaces, y eso también lo saben los norteamericanos blancos. De allí la exasperación y la represión. Exasperación tanto más grande cuanto que sus hijos, es decir los herederos de esos blancos, parecen rechazar una parte de la herencia blanca y seguir los programas de los Panteras.
Sin renegar de su origen africano –las crespas cabelleras casi invasoras serían un llamado al orden- los negros han renunciado a los vestidos, a las semejanzas y las quimeras que podrían hacerles creer que se incorporaban únicamente al continente africano.
Los Pantera como Angeles son jóvenes; es decir, no temen las empresas audaces ni que su arrogancia lastime la pose ingenuamente victoriana, en el fondo pudibunda –y a pesar de sus aires, demasiado estreñida- de la sociedad norteamericana (sin excluir a los sindicatos obreros, tan racistas y más quizá que los liberales blancos). Es evidente que no confío en los liberales, firmantes de peticiones pero resignados a las guerras de Vietnam, a las intervenciones armadas en Camboya, a la explotación de Guatemala, del Brasil y, excepto Cuba, de toda la América Latina.
El espacio –y el tiempo- me faltan para hablar más de los Panteras, pero diré sin embargo que su meta –la liberación, y mientras tanto la información de los negros- y la de Angela Davis son una misma. Angela y los Panteras acaban de encontrarse, de comprenderse, de unir sus luchas. Esto ha sucedido y continuará.
Se impone una pregunta: En otro tiempo los blancos eran amos perfectos en la definición de los vocablos, ahora ya no se cuidan; los negros, se dirá, están en proceso de revisar el diccionario, los antiguos amos ya no lo son.
Los negros ya han decidido y deliberadamente Angela Davis ha unido a la nación negra norteamericana.