martes, 6 de abril de 2021

POEMAS DE MIGUEL HERNÁNDEZ

 


Nacido en Rosario 1967. Actualmente reside en Cosquín - Córdoba. Es autor de: “Cosas de Siempre y de Nunca” (2000); “Los días que ya vinieron” (2003) y “NO (1º parte del SI) (2008).



POESIA MINERAL

VI

Traigo este hombre

de tierra y asombro,

hasta el cuerpo sideral

de la greda que me nombra.


Traigo estos ojos,

esta esencia en la voz

sobre el final de la tarde,

y la tarde es un gesto mudo

en los cardones acunando bagualas

gestadas en el vientre del yuchán,

traigo de ofrenda mi piel

a los membrillos por venir,

mis estrellas más pensadas

a los recónditos desvelos de la nuez,

mi payé oculto bajo la ternur

a al delirio en flor del lapachal,

y mi más cándido dolor

a la espina que me nace absorta

sin saber si más allá del germen,

esta ilusión de ser y andar,

este oficio de milagrería

de hallar y seguir,

de estar y regresar

a los picos más sublimes,

contra el pulso de los siglos,

podrá llevarme hasta sus ojos

de mole y viento prehistórico,

para dormir, animal sereno,

esta historia romántica y mineral

de vivir por siempre,

asomado, sonriendo.


CONJURO DE LAS ALAS

III

Vuelvo hacia la noche

En las estribaciones del Ancasti;

El sol, como ya es su costumbre,

Me observa en el rumbo

Sosteniendo su misterio de sal y cardones;

Ahora mismo quisiera detenerme,

Ingresar en el polen quieto

De la avidez absorta,

Y estarme ciego,

Detenido de ausencias,

Hasta que la voz de los antiguos roce mi nombre,

Me vuelva espina del rocío,

Y mi mano alcance la carne herida del verano.

Cada piedra, cada escama de la greda,

Sabrán en qué misterio habito,

Insecto subyacente del suelo y el vegetal,

Donde la voz se vuelve zumbido eterno, milagroso, sanador.


VI

En alguno de todos los infortunios,

subirá el pájaro ascendido,

hasta el sitial de comandar

los hechos del planeta,

la luz profetizada,

y se abrirá su pecho fulgente

en un solo gran destello,

para que la mujer y el hombre

armonicen con la vida,

su propia vida.

Solo así nuestras alas

podrán hacerse visibles,

y nadie creerá de nadie

lo que el pájaro final

no haya nombrado.


El desierto seguirá muerto de sed,

las selvas, los ríos y el llano,

en el mismo sitio como hasta hoy,

pero el humano deberá comprender

que su destino final se encuentra más allá

de sus ansias de vuelo,

y tendrá que aprender a volar.


Presentación

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