martes, 1 de junio de 2021

DARIO CANTÓN, OPERADOR DE RITORNELOS por Pablo Queralt

 


Cantón articula en sus poemas una construcción de marcha y detención del ser, reproduce, reinventa universos, ordena en su propia arquitectura la caosmia que nos rodea. Hay una transposición entre lo que oscurece e ilumina en una propia autopoiesis. Singulariza territorios existenciales con un abecedario médico, todo en él es un arte del curar, como ejercicios del espíritu que indaga en una saga de movimiento de una misma llama, la pasión por el otro y la vida justa y social. Es un escribir del reivindicar, lo perdido o lo que puede perderse o escaparse sin ser notado, escrito como en caligramas, a mensajes de golpe de dados que nunca podrá abolir el azar, pero tal vez si el destino. Del poeta que escribe por tomos, tal como lo hiciera Groppa en sus anuarios agrupando material que conforman muchos libros. De los argentinos que llenaron las playas y olieron por primera vez el mar, silenciosos con la mudez de la tierra que todo lo ocupa, como una canción que sigue cantando Gardel. El que con chorros de semen escribe habiendo llegado a grados extremos de soledad el que merecía estar acompañado. Por momentos manual de las cosas y el espíritu como enseñándote a bañar en analogía a masturbarte para limpiarte. En el centro de todas las cosas dice estar, eso que ilumina sus días, como un oyente. Y dice esto no es poesía y rompe el imaginario, juega con las palabras para encontrar la forma, porque el poema pide forma para que sea. Rehaceres del mundo, códigos secretos, modelos describiendo el universo, lo coprológico, el Eros, formas armónicas y el no lugar donde el hombre se reclina cada día forjando una vida, un libro de hojas desencuadernadas. Crear un mundo fijado en el papel y luego romperlo, tan largo como una semana por eso se consume en un día, como quién se atiene a las reglas del juego nunca escritas. No le tiene miedo a las brujas, al brujo sí, como decía Dalmiro Sáenz. Poemas al son exclamatorio de la corrupción de la naranja la muerte ha terminado y los cuerpos son repartidos entre los perros vigilantes y allí la memoria presente desata el rayo.

Encuentros de la carne que los Dioses escultores de su obra miden en el constante embate y allí el detalle siempre lo escatológico, el pedo solo el pedo al morir, para terrenizar el vuelo. Siempre sabe del juego, es el gato que conoce también las tretas donde se agazapa el instante. Se vuelve a aquel que era como aquel que estuvo y sabe, y sabe callar. Es un silencio del que vio el sueño desbocado y prescinde de la maquinaria engorrosa de enredarse en lo que no tiene gravedad ni incumbencia, como un testigo, un maestro en su quietud que habla largamente quieto en sus sentidos. Y el combate de los cuerpos se repite para que se advierta que no es el mismo, ni un simulacro, acción siempre acción escrita. Registro de las notas que le hubieran permitido llegar al Do agudo, ahora que mira el segundero esperando cambiar de alma, rostro por no estar solo. Son los latidos que le permiten completar su formación. No saber como volver a la normalidad siameses del sexo, del deseo cada vez más crecido fuera de toda proporción y ella gimiendo de dolor y placer, esa riqueza con la que estaban vestidos, ellos que ya nunca volvieron a ser los mismos. El relato descarnado de la pasión, objetividades- subjetividades encarnadas, encabalgadas unas a otras constituyendo entidades del erotismo, esa máquina flujo polifónico y rizómatico, encontrar en las formas la esencia y buscar esas formas, en las rutinas, los pequeños actos de cada día, lo que es indefinido en el rumbo del camino, lo que uno recorre, lo que el erotismo registra y termina por encontrar. Es un prestidigitador de las palabras. En un estado de equilibrio por debajo de si mismo que sabe cuando el trato entre dos seres es el pacto que se agota en el momento que no hay nada que pedir, agradecer. Cuando somos distintos y tenemos distintos caminos que transitar, cada uno con lo suyo sin poder compartirlo porque estamos hechos de distinta madera de amor. Y seguir, buscar al que en igualdad es lo que soy y lo que no, lo que tengo y me hace falta para llegar en vos, en mi a lo que somos. Para morir dignamente si hay que morir y no como quién baila sin gracia lo que jamás aprendió.



Pabo Queralt es médico, poeta y traductor, nacido en Buenos Aires, donde reside. Es curador de poesía y organizador del Ciclo de Poesía en la Biblioteca en San isidro y creador y curador del Festival de Poesía de San isidro, fue colaborador del suplemento cultural del diario El pregón de Jujuy y diario punto uno de Salta. Publicó los libros de poesía : Cansancio de lo escrito, Un seductor mañana, La flecha de Agustín, Primer paso, Reescritos infinitos, Pueblo de agua y Raros sentidos, entre otros.



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