Nació en Punta Arenas, Región de Magallanes (Chile) el 5 de Enero de 1967. Es poeta, psicopedagoga, docente, investigadora y directora de escuela. Hija de padres militantes, debió salir de su país en el año 1974, luego del golpe de Estado al Presidente Salvador Allende. Fue discípula de Dalmiro Sáenz, quien además prologó su primer libro editado. Es autora de la novela “El hombre más lindo del mundo”. En la actualidad trabaja en una novela dibujada, con la Ilustradora Alexa Castellblanco, de San pablo, Brasil : “Mi abuela no tuvo orgasmos”.
Poco hombre
Hoy le corto un pedazo de hombre.
Me cansó con tanto exceso.
Le corto la voz irritante de matón que lo sabe todo.
Le corto el puño con el que se sabe valiente.
El dedo señalando mi error.
Hoy me enamoro del peor cliente.
Me subo en mis zapatos
y corro hasta perder la orientación
y los olores viejos.
Hoy le corto el atropello,
el sudor y aliento ácido,
sus manos torpes,
vientre blando,
su risa estridente.
Hoy le muestro que no sirve,
que si no paga no tiene.
Hoy le corto la imagen del espejo,
en la que se ve poderoso, violento, fuerte.
Y me siento reina, o niña buena,
o mariposa. Hasta libre.
Hoy no acepto billetes,
ni regalos, ni flores, ni promesas,
ni lágrimas de comprensión por un rato.
No huelo a chica.
No muerdo labios.
No bebo engaños.
Hoy clavo certeramente el filo en su corazón.
Y se lo arranco.
Total,
sin corazón, hará lo mismo.
Carambola
Porque soy mina, vivo de carambola
Y así me amaron, me criaron, me pegaron.
Me aplaudieron, también de carambola.
Me embarazaron, me parieron.
Me abrazaron.
Me engañaron, seguro de carambola.
Y de pura carambola encontré el mejor orgasmo.
Engordé y adelgacé.
Moriré un día de carambola.
Ojalá no sea hoy.
Menstruaciones urbanas
A
veces, solo a veces, sangro en rojo.
Sangro en blanco y es un alivio,
cuando necesito sangrar más que nunca.
Y festejo
sin vos, feliz de ser sangrante.
Sangro en negro,
caliente, intenso,
sin importarme el sangrado,
más dispuesta que nunca.
Biendispuesta.
Y en azules, cuando miento.
Como en publicidades higiénicas...
cuando me disfrazo una vez más
para que veas a quién yo quiero que veas
y no a mí.
Cuando no me puedo poner ni contenta con tanta alegría.
Sangro en verde, en pimienta
para herirte, con molestia,
dolores y olores.
Sangro con amigas sangrantes,
jugando en secreto a poseer el tesoro del sangrado.
Sangro en tu cama, en tu auto,
en el caño de tu bici.
Cuando bailo. Al hablarte.
Sangro rabia, plusvalías, hambre, hipocresías.
Marcho y sangro.
En la calle, en la plaza, en la tierra seca y con grietas,
tierra que ya sangró bastante.
Embarrando,
siempre embarrándolo todo.
Tan mujer que sangro
como hembra que no parará de sangrar.
Aún sin sangres.
Y hoy te amo sangrando,
por cada agujero,
hasta quedarme seca una vez más.
Y te pido, guiando manos y tripas,
que me hagas sangrar en rojo.
A veces cuando te morís
A veces cuando te morís te escriben poemas horribles.
Los poetas de los muertos deberían ser más cuidadosos.
A mí, escribíme un tango. Bien caliente.
Contáles la tontita, puta y yegua que quisiste.
Cantáme un tango partido, por mi partida.
Sacáme en tango el corazón a un bandoneón
y estrujálo en versos,
hasta mostrar lo mustia que quedé después de tanto amor.
Lloráme a oscuras.
Encendé mil faroles para despedirme
y gritáme un tango desde el final del empedrado hasta mi muerte.
Que vale esta pena decirnos tango en la despedida.
O escribíme una zamba...
triste, nunca alegre.
Una zamba para bailar con manos, sin pañuelos.
Bailáme una zamba
a cajón abierto hasta que me siente y salte en un abrazo.
Hacéme el amor bailando,
para que no me odies.
Pondré cara de zamba,
sonreiré valiente
y sin temer la muerte escaparé al arresto.
Zamba de hombre sin botas
y mujeres con botas,
como gatos con botas,
como en un cuento.
Tocáme en guitarra sin enchufes,
contando mis fuegos, mis sueños, mis revoluciones, mis muertes.
Cantáme una zamba hasta elevar mis brazos como un espectro
y seré inolvidable, lo prometo.
Escribíme un blues urbano,
bien argento.
Un blues complicado y aguerrido,
casi siniestro.
Tocáme en piano, en guitarra, en lo que quieras
y metéme gemidos hasta encenderme,
por un ratito, por dentro.
Abrazáme en blues contemporáneo,
existencial, perverso.
Prometéme una muerte por un rato,
para luego despertar a veces en sangre y arena, en tu garganta.
Exprimí las cuerdas hasta desencordarlas,
porque me estoy yendo.
Es tarde.
No me escribas cumbia.
Es mucha alegría.
Noche sin luna
Juro que la luna me tiene envidia.
La vi estirándose, con estertores
cuando la miré fijo esta noche.
Acostumbrada a que le canten los poetas y bufones.
Luna de zambas, tangos, baladas, cumbias.
Luna de fotos.
Luna llena, nueva, creciendo y menguando.
Luna.
Luna de extranjeros que la sienten suya y de locales que la observan, noche
tras noche, desde el bondi.
Esa luna malcriada, que se cree de plata y suspiros,
dueña de musas, de risas, de polvos, de sueños.
Una luna maldita que alumbra la muerte de bestias y artistas,
del pobre, del rico.
Luna injusta, cobarde
y sin compromisos.
Luna en Buenos Aires,
en sures y en nortes.
Luna roja.
Blanca luna.
Luna en negro.
Luna vieja.
Luna apolítica.
Pelota en cielo negro que nunca entra al arco.
Luna de hierro.
De piratas, de guerrilla. De negocios sucios.
De mujeres en calles
revendiendo sus cuerpos.
Luna de conquista, genocidios y gritos.
De ultrajes, de robos.
Siempre en su silencio.
Luna que no agita. Fría. Objetiva. Distante. Narcisa.
Mancha en el oscuro telar de mis sueños nocturnos.
Perfecta.
Hoy estas con rabia, luna idiota.
Hoy él salió a mirarte a mi balcón.
Intercepté su cuerpo.
Lo trepé riendo y le hice el amor.
Te vi que te estirabas.
Dijiste que te ibas, luna medrosa.
Poco me importa esa amenaza.
Ándate.
Yo ya sé cómo encender mi sol de noche.