Cuando se haya redimido este ya largo deshonor que gravita sobre Latinoamérica:
Cuando esa gran vergüenza sea lavada con el buen jabón que da la sangre de los héroes;
Cuando la libertad no sea entre nosotros un giro en dólares y una ilusión tramposa;
Entonces, compañeros, se verá cómo un fénix puede resucitar de su acostada ceniza;
Y no importa si el mismo sol alumbra por igual ahora la tumba de un guerrillero recién caído;
Y la espada estéril de los tristísimos generales.
¿De qué te indignas, hombre? ¿Por qué lloras, mujer?
¿No sabías que un héroe debe morir y muere, como llevado por su hermoso viento?
El héroe fue una instancia que no sabía dormir
y un desvelo con la boca llena de clamor.
Un peligro, en suma, y una incomodidad irritante.
Por eso, cuando el héroe sucumbe, los malditos en acto se alegran de frente
Y los benditos cautelosos se duelen de perfil.
¡Oh, Che, no soy yo quien ha de llorar sobre tu carne derrotada!
Porque otra vez contemplo una balanza ya puesta en equilibrio por tu combate último.
Y frente a esa balanza diré a tus enemigos y los nuestros:
"Han hecho ustedes un motor inmóvil de un guerrero movible".
Y ese motor inmóvil que alienta en Santa Cruz
Ya está organizando el ritmo de las futuras batallas.