Fuera de los aparatos de !a promoción literaria y el oportunismo, más allá de las modas y los encumbramientos fabricados, recluido en su ciudad de Paraná tal vez definitivamente, Juan L. ejerce desde hace mucho tiempo un magisterio tutelar (y de ningún modo buscado por él) sobre la poesía argentina de varias décadas al presente. Las promociones jóvenes del interior (e incluso las de Buenos Aires) encontraron siempre en su permanente fidelidad a sí mismo, en la despojada actitud reverencial con que enfrenta la creación poética, un único ejemplo de dedicación y talento creador que difícilmente muestre la poesía argentina del siglo
La liviandad, por depurada síntesis y exhaustivo trabajo con la palabra, la permanente elegía vital que cruzan su poesía no oscurecen, empero, la inflexible conciencia de ser un testigo apasionado, y comprometido, de su tiempo. Y Juan L. asume también (la asumió desde el comienzo) su condición de hombre de este país, de este siglo, capaz de utilizar válidamente la poesía como vehículo de convicción, como arma perfecta de denuncia, sin perder la esencia poética primordial
Y las dos actitudes fundamentales se fusionan en su poesía de modo total, por un lado la constante y reverenciosa asimilación vital, a través de los elementos naturales, el paisaje, el río, trabajados con una penetración y sensibilidad únicas, capaz de adentrarse sin afectación ni desmesura en la minucia de los árboles o del agua del Paraná. Por el otro, el celoso deslinde de su tiempo, la certeza de estarlo viviendo para contribuir a su modificación o su derrumbe.
Todo ello, dentro del aura casi mágica en que consigue estructurar su obra, de la gracia (en el estricto sentido pavesiano) en la que vive y por la que puede continuar como el otro poeta sin poemas, Bachelard, manteniendo viva después de tanto tiempo, una llama que no cesa e ilumina y en la que, consumiéndose, puede perdurar sin desvíos, como símbolo único de una poesía al margen de la mala conciencia oficial, vigente pese al escamoteo de antologistas y personeros literarios.