miércoles, 7 de septiembre de 2022

BERTRAND RUSSELL Y JEAN PAUL SARTRE SOBRE LA REVOLUCIÓN CUBANA

 


Poco tiempo después de que el Che muriera “cumpliendo el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo, donde quiera que esté”, intelectuales de setenta países se reunieron en La Habana para discutir los problemas de la cultura en el llamado Tercer Mundo. Estos son los mensajes enviados por Bertrand Russell y Jean Paul Sartre.


BERTRAND RUSSELL






Es de suma importancia que este Congreso de Intelectuales se efectúe en busca de medios para contraatacar a la ofensiva que el imperialismo está desplegando contra los pueblos del mundo con la agresión militar directa y brutal algunas veces, y otras en la forma cada vez más descarada de manipulación de la cultura.

Es particularmente significativo que el Congreso se celebre en La Habana, porque Cuba representa el símbolo de dos procesos vitales: está a un mismo tiempo a la vanguardia de la lucha que se está desarrollando en el mundo por el socialismo y la independencia nacional, y por una lucha radical contra el imperialismo; y a la vez se está identificando cada vez más con el avant garde artístico e intelectual, y con la más amplia y audaz libertad de expresión cultural. Este hecho es de gran importancia para la lucha mundial por la libertad, no menos en los países desarrollados que en los subdesarrollados. Tal ejemplo, de acción militante e intrépida por la justicia, combinado con el más decidido empeño de alcanzar la verdad en discusión abierta, proporciona una inspiración al mundo.

Estas luchas políticas y culturales surgen de una sola necesidad imperativa, oponerse y poner fin a la opresión y al desgaste sistemático de los recursos humanos, de las aptitudes humanas. Ellos pugnan por alcanzar las mismas metas de libertad humana. Pero se han desarrollado apartada, desunida, y algunas veces hasta conflictivamente por demasiado tiempo. Es por ello que saludamos este Congreso con una gran seguridad y confianza, y le deseamos grandes éxitos en sus tareas.


JEAN PAUL SARTRE




Señor Ministro:

Sufro de artritis, la cual se agravó hasta el punto de que mi médico me prohíbe dejar París. Quisiera decirle y rogarle que transmita al Congreso cuán profundamente lamento este contratiempo.

Es evidente que un europeo no puede ser más que testigo de este esfuerzo inmenso y tricontinental de los pueblos liberados para definir ellos mismos los verdaderos problemas que plantea su subdesarrollo cultural. Pero pienso que para nosotros, ciudadanos de Europa, será una experiencia inolvidable ver afirmarse la emancipación cultural de naciones oprimidas desde hace mucho tiempo y culturalmente (por citar sólo este tipo de opresión) por el colonialismo y el imperialismo.

Estoy seguro que podríamos haber sacado de ello, lecciones para revivificar la cultura agonizante de nuestros países. Hubiese querido tomar parte del debate sobre un solo punto y preguntarme con todos los congresistas lo que podrían hacer en Europa los hombres de buena voluntad, impregnados de esa vieja cultura –para ellos de poco socorro, para las naciones ayer colonizadas, instrumento eficaz y aborrecido de nuestra opresión- si quisieran ponerse al servicio de los jóvenes pueblos en su movimiento para crearse una cultura autónoma. Hubiese querido interrogarme ante los congresistas y preguntarme con ellos si nuestra cultura –detestable y nociva cuando estaba impuesta- no podía, en el momento en que el libre cambio cultural se instaura entre naciones soberanas e iguales, ser considerada en su lugar, sin superestimación ni subvaluación, como un instrumento modesto pero tal vez eficaz, que las naciones liberadas deberían utilizar y sobrepasar hacia culminación cultural y revolucionaria. He aquí, desdichadamente, lo que me está rehusado. Pero le ruego, señor Ministro, tenga la amabilidad de asegurarles a los congresistas mi total solidaridad y del profundo interés con que seguiré desde lejos sus trabajos. Para mí, hombre de cultura, es la cultura lo que define al hombre cuando se ha liberado de la opresión y de la explotación. Pero, en el momento en que vivimos, cuando esas jóvenes libertades heroicamente conquistadas contra el imperialismo están todavía amenazadas, cuando la lucha estremecedora de Vietnam contra el invasor norteamericano testimonia la suerte que les puede esperar y que mañana puede alcanzar Europa, se pueden cometer errores muy comprensibles en el ardor del combate, pero que comprometerían por cierto tiempo el desarrollo cultural de los hombres libres, es decir, su conocimiento lúcido de ellos mismos. Lo que yo deseaba, ante todo, era ver este Congreso, comprender los errores posibles, formularlos y liberarse de ellos. Lo hará, estoy seguro de ello. Sin mí, y es lo que lamento. Pero no necesita de nadie en Europa para fijar sus propios objetivos, y denunciar las desviaciones posibles.

Le ruego señor Ministro, decirles a mis hermanos de Africa, de América Latina y de Asia que soy totalmente solidario de sus trabajos, que considero ese Congreso como un acontecimiento histórico y que deseo no sólo para los tres continentes que ellos representan, sino, también para Europa, que un éxito total corone sus esfuerzos. Sírvase aceptar mis respetos, señor Ministro, así como la expresión de mi más alta consideración.


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