jueves, 15 de septiembre de 2022

MIGUEL HERNÁNDEZ por RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

 



Conocí a Miguel Hernández a principios de - 1935, año al cual llamamos memorable en el - prólogo a la segunda edición de La rosa blindada. Fue un mediodía, en el almuerzo ofrecido por un grupo de escritores y artistas hispanos a Vicente Aleixandre, por su libro La destrucción o el amor. Allí estaban, entre otros, Enrique Diez Cañedo, Victorio Macho, Ricardo - Baeza, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Leopoldo y Juan Panero, Luis Rosales, Felipe Vivanco, Manuel AItolaguirre, Pablo Neruda, Amparo Mom, Delia del Carril.

Y allí estaba Miguel - con su traje de pana y su cara de "patata recién sacada de la tierra” al decir de Pablo. Al dia siguiente volví a encontrar lo, al atardecer, en la peña de Federico García Lorca, en la Cervecería de Correos, cercana a la plaza de la Cibeles. Y desde entonces, allí, y a veces en casa de Neruda, le vimos casi a diario, en aquel tiempo fascinante.

Dos años antes había llegado a Madrid desde su Orihuela natal. Su afán no tenía reposo; afán de vivir, de escribir, de leer, de indagar. Me dijo un día que sus primeros meses en la capital española no habían sido fáciles. Luego encontró estímulo en Aleixandre, en Neruda, y principalmente en José Bergamín escritor católico de izquierda que dirigía la revista Cruz y Raya. Más tarde, considerando los vibrantes y perfectos sonetos de El rayo que no cesa, el contradictorio Juan Ramón Jiménez lo mencionó como el "extraordinario muchacho de Orihuela". Cuando le conocimos, Miguel seguía en esa tónica elegíaca y en esa línea tradicional, mas intentando otras búsquedas. Entonces, como expresé eni prólogo antes citado, me oyó discutir alguna vez con Neruda, cónsul de Chile en Madrid, quien dirigía la revista Caballo Verde, y sin sentir todavía el llamado de su tiempo. Yo en cambio,- estaba en pleno sarampión revolucionario. . . - (Es bien sabido que al año siguiente, el asalto del pueblo al Cuartel de la Montaña y sucesos­ posteriores provocaron un cambio en la poesía y en la vida del poeta chileno).

Miguel me hacía muchas preguntas. Nadie sospechaba que en el ex pastor de cabras se estaba operando un proceso hacia nuevas visiones. Repito que yo atravesaba entonces una etapa ligeramente sectaria, pero el drama de la cuenca minera de Asturias me había sacudido. Precisamente lo he recordado en otra ocasión, gracias a León Felipe pude leer en un acto público, en el Ateneo, los poemas inspirados por los sucesos de la cuenca heroica, que constituyeron la primera parte de La rosa blindada . Aun veo a Miguel escuchando con suma atención mis poemas a la Libertaria, al Roxu, etc. La hermana de aquella mártir se hallaba en la Sala. Terminé leyendo El tren blindado de Mieres. Casi todos los contertulios de la Cervecería de Correos se hallaban presentes. Eran los sombríos días del gobierno de Gil Robles, el "bienio negro", el gesto de León Felipe y de los amigos que nos acompañaron, era riesgoso; yo supe valorar su sentido.

Como en Correos era difícil dialogar, Miguel descubrió cerca de allí una taberna, y como a mí me gustaba el vino de la tierra, varias veces fuimos juntos. Me hacía muchas preguntas, como he dicho; tenía dudas . Ya estaba terminando una obra de teatro, la cual fue entrega da más tarde por Amparo Mom, a Leónidas Barletta, en Buenos Aires.

Una noche -la de nuetra despedida en la Taberna de Pascual- el muchacho de Orihuela sorprendió a todos pasando le por debajo de la mesa un papel a Gerardo Diego, un poema dedicado a mí que este leyó y en el cual virtualmente se definía. Esas líneas fueron precursoras de la tónica poética que caracterizó la nueva etapa iniciada por Miguelito meses después. Ese tránsito debe haber pre ocupado a algunos, como el suave y neutral - Vicente Aleixandre, uno de sus mejores amigos

Cuando al volver a España en 1937 encontré - al autor de El rayo que no cesa convertido en comisario político de una Brigada, esto no me sorprendió. Tampoco me sorprendieron los poemas que me hizo conocer en un bar de Valencia, estando con nosotros el joven poeta yugoeslavo Milán Jeranci, de las Brigadas Internacionales, y que luego integraron el libro Viento del Pueblo. Poeta auténtico, tal como lo hicieron otros del pasado lejano y el cerca no, en ellos lograba la- difícil simbiosis de lo social y lo subjetivo en forma realmente admirable, como en el caso de la Canción del esposo soldado, pues en su vida había entrado ya la bella Josefina Manresa. Y diré que aún en los poemas más directos o circunstancia les que recitaba en las reuniones con soldados (conservo una fotografía que lo presenta en esa actitud) el contenido social o político no excluía un alto lirismo.

Dos o tres veces más vi, cuando venía del Frente, con licencia. Durante el segundo congreso internacional de escritores él pudo participar de nuestro fervor y de nuestro entusiasmo. Recuerdo que en un momento dado le presenté a Nicolás Guillén. Por primera vez no estuvimos de acuerdo; fue a propósito de los romances. Yo había utilizado esa forma para


algunos poemas de La - Rosa Blindada en consonancia con la definiciónde ese género que hiciera Ménendez Pidal: "Una vieja poesía heroica que contaba hazañas históricas o legendarias "para informar de ellas al oueblo" (el subrayado es - mío). Mas, a mi entender, y a través de ese - ágil y batallador periódi co que dirigía Rafael Al berti, El mono azul, se había llegado a la saturación, creyendo yo que la gesta española estaba pidiendo formas más - propicias o de mayores posibilidades, para el a cento civil. El no creía necesario el abandono - del romance. Luego, en buena medida -lo prueban sus poemas posterio res- asimiló aquellas su gestiones mías.

Vi por última vez a - Miguelito en Barcelona, en una estación ferrovia ria. Había ido allá junto con los delegados al con greso de escritores, el cual finalizaría días des pués en París. El partía de nuevo para el frentede guerra -creo que elde Córdoba- junto con el rubio Milán Jeranci. Lo estoy viendo ahora, aso mado a la ventanilla del último vagón, agitando - su gorro miliciano. . '. - Adiós Miguel, adiós Milán Jeranci'.

Elvio Romero, en su informado y cálido ensa yo sobre el poeta, que - precede la Antología por él preparada, relata de talladamente el tremendo martirio de nuestro - querido camarada al finalizar la guerra, su va no intento de refugiarse en la Embajada de Chile, su ida a Portugal - un error- su detención, la muerte lenta de cárcel en cárcel. Una breve historia y un largo - drama. La noticia de la muerte me sorprendió - en Chile. El mismo dia escribí un poema en su homenaje.

Un rostro imborrable entre los rostros más - queridos.


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