–abril 1983-
¿En qué momento de descomposición de una sociedad se crea el caldo de cultivo para el totalitarismo?
- En cada sociedad ha sido, si no diferente, por lo menos con matices distintos. Te voy a contestar sobre el caso argentino. En nuestro país, los que ostentan el poder económico no tienen todo el poder político cuando hay un gobierno democrático. Lo perdieron en las urnas a partir de 1916. Y aprovechan los períodos débiles de los gobiernos democráticos para recuperar todo el poder político por medio de las dictaduras militares. Por otra parte, tanto el peronismo como el radicalismo dejaron intactos a los dueños de la tierra, de las finanzas y el poder de las transnacionales. Se limitaron a hacer correcciones cosméticas, Pero remitámonos al aspecto político: nuestro país tiene dos grandes males. El militarismo y la falta de vocación democrática de nuestros partidos políticos mayoritarios, que una y otra vez fueron a golpear las puertas de los cuarteles. Recuerdo a Vandor y Taccone en el juramento de Onganía. Los radicales, a pesar de lo que les había pasado con Uriburu, acompañaron a Aramburu (parte de los comandos civiles los formaron ellos), Illia aceptó la presidencia estando prohibido el Justicialismo, Sería largo contar las sucesivas traiciones a la democracia de estos dos partidos. No hay paradoja más grande, acaso, que el partido que llega al poder siempre por las urnas, en irreprochables elecciones, sea un partido de estructura interna no democrática, que cree en el verticalismo, en el dedo, en la "orden". Que en el poder produce un estado de cosas que repugnan a todo ciudadano honrado; ahí se mueven personajes oscuros de trastienda que adquieren de pronto papeles protagónicos, amasan inmensas riquezas, tienen comandos propios y son corruptos por antonomasia. Isabel Perón llega a la presidencia no por méritos políticos sino por ser la mujer del líder. Episodio inédito hasta en las repúblicas bananeras. Todo esto lo digo con dolor porque pienso en la juventud traicionada, en las ilusiones pisoteadas del pueblo trabajador. Y todo esto a pesar de que tiene una base humana inmensamente rica -más de la mitad de nuestro propio pueblo- y que, a través de la limpia democracia interna, podría consagrar a sus mejores hombres.
- ¿Estos siete años han cambiado en algo a nuestros partidos políticos?
- Desde lo que puedo apreciar desde aquí, de tan lejos, pareciera que los partidos se dijeran: "Aquí no ha pasado nada". Que el 75, ese año nefasto, no hubiera existido. Todos están de vuelta en el escenario; los peronistas, que como ministros y sindicalistas fueron coprotagonistas del desastroso período de Isabel se candidatean como si tal cosa. Los mismos que no dijeron nada cuando las 3 A paseaban obscenamente toda su alevosía y que se callaron la boca cuando a su propio gobernador peronista, Jorge Cepernic, le intervinieron la provincia de Santa Cruz por intentar nacionalizar los latifundios ingleses. Y aquellos radicales que también se callaron la boca y, de alguna manera, aprobaron la represión, están otra vez en primer plano. Claro, hubo unos pocos hombres, como Alende o Hipólito Solari Yrigoyen que no se callaron la boca cuando se pisoteaban los derechos humanos. Y es sarcástico que el general Acdel Vilas que torturó personalmente a Solari Yrigoyen, ahora presida actos peronistas. Esperemos que todavía tanto el peronismo como el radicalismo hagan su autocrítica de su falta de coraje civil en esos turbios años. Pero sólo con autocrítica no se arregla todo. Hay que empezar a construir un andamiaje como producto de esa autocrítica. Los partidos políticos deberían firmar una especie de acta fundamental por la cual, en el futuro próximo y lejano, ninguno se presentará a elecciones si hubiera proscripciones de alguna fuerza política. Además, la primera ley del próximo Congreso tendrá que ser la de defensa de la democracia.
- Eso puede ser peligroso.
- No, no me refiero a aquéllas que se hacían con el fin exclusivo de eliminar la izquierda, Sino frente a los que desde hace cincuenta años asaltan con las armas en la mano a los gobiernos consagrados por la voluntad popular. Hay que impedir para siempre que todos aquellos militares y los civiles a la altura de ministros y secretarios de Estado, jueces y embajadores que colaboraron con dictaduras militares puedan volver a ocupar cargos electivos o de funcionarios estatales, porque todos ellos han traicionado la Constitución, han traicionado a la República. Todos aquellos militares que hayan participado o participen en golpes deben ser dados de baja y sometidos a juicio por alta traición. España le dio treinta años a Tejero; entre nosotros, los golpistas, fracasados o no, pasan a la "reserva moral" de la Nación, intervienen en política, producen comunicados. Léase Rojas, Onganía y tantos otros. Esos delitos contra la República, tanto como los cometidos en la represión, no deben prescribir de modo que aunque pasen treinta años del hecho se lo pueda llevar a tribunal.
- ¿Crees que el nuevo gobierno constitucional deberá investigar y castigar?
- Eso es ineludible, 1984 tiene que ser el comienzo definitivo de una Argentina democrática. Si se tapa el pasado no habrá democracia. Los representantes del pueblo, en el Congreso, tendrán que debatir ineludiblemente los cuatro temas conocidos: represión y desaparecidos, negociados, deuda externa y guerra de Malvinas. El Parlamento se tendrá que reunir en comisión para debatirlos y esos debates deberán ser públicos y transmitidos directamente por los medios de comunicación. A los acusados se les deberán dar todos los derechos y facilidades para defenderse. Pero hay que ir al fondo. Tendrá que haber tantas subcomisiones ad hoc para que se investigue cada caso: cada vida humana es tan importante, como la nación misma. Toda la ciudadanía deberá tener derecho a aportar su testimonio, y todo abogado, investigador, pariente, subordinado, testigo, etc. Los antecedentes y resoluciones deberán pasar a la nueva justicia. Una de las primeras tareas será la remoción de los jueces nombrados por la dictadura y de todos aquéllos que no cumplieron con su misión. Desde 1976 a esta parte, la justicia argentina escribió la página más negra de su historia. En una palabra: nada de Nürembergs, que lo hicieron los vencedores sobre los vencidos. En la Argentina tendrá que hacerlo la República por medio de sus representantes. En nuestro país tenemos buenos antecedentes en ese sentido. Por ejemplo, la Comisión Investigadora de las Torturas, a comienzos de la década del sesenta. Yo seguí como cronista las sesiones y los viajes de los diputados. Se hizo todo con limpieza ejemplar y salieron a la luz los nombres de los policías torturadores. Pero finalmente, cuando la propia Policía Federal tiroteó el Congreso, fracasó por falta de coraje civil de Frondizi, Vítolo y los diputados de la UCRI, que dejaron sin quórum la interpelación. No le sirvió de nada a Frondizi ese gesto de condescendencia con los que abusaban del poder de las armas. Poco después lo derrocaba un oscuro general llamado Poggi. El tiroteo al Congreso fue una afrenta a la República y el crimen quedó impune. Así no, porque vamos a volver a repetir la historia.
- ¿Cómo procedió Alemania con los crímenes de los verdugos nazis?
- Primero de todo declarar la no prescripción de los delitos. Por ejemplo, ahora, a cincuenta años del incendio del Reichstag, se reabrió el juicio ante la presentación del hermano de van der Lübbe -ejecutado por los nazis- pidiendo su rehabilitación, y por el nuevo testimonio de un general de las S.S. quien antes de morir quiere descargar su conciencia y acusa directamente a Göering del hecho. Y el año pasado, luego de una investigación de décadas, se llegó al nombre de los guardianes que asesinaron al dirigente comunista Ernst Thälmann. Todavía hoy prosiguen los juicios contra torturadores y asesinos, y la caza de nazis por todo el mundo. En las escuelas primarias y secundarias, los crímenes del nazismo son materia de estudio: por qué fue posible, qué fuerzas económicas estaban detrás, quiénes fueron los autores del genocidio. Este año, a medio siglo de la toma del poder por el nazismo hay grandes exposiciones en todas las ciudades alemanas. En el caso argentino, el gobierno democrático tendrá que, desde el primer día, propender a terminar con los misterios, encubrimientos y tapujos y dar una permanente información al pueblo. Por ejemplo, me parece muy bien que exista el "Museo de la Subversión" de la Casa Rosada, pero eso sí, completarlo con todos los subversivos, no sólo los pequeños, sino también los grandes -militares y sus compañeros de ruta civiles-, los Uriburu, Aramburu, Rojas, los que bombardearon Plaza de Mayo en el 55, los fusiladores del 56, los "azules y colorados" con generales como López Aufranc (el ¡"Zorro de Magdalena"!) y Sánchez de Bustamante haciéndose la guerra particular y matando soldaditos y destruyendo bienes del pueblo, o el general Rauch que por su cuenta y riesgo metió presos a centenares de civiles (a mí entre ellos); los padres de "la noche de los bastones largos", Fonseca y Onganía; el mayor Osinde, el de Ezeiza, y en fin, todos aquéllos de los que ya estuvimos hablando, los del "proceso", Si el Museo de la Subversión está en la Casa Rosada, se debe habilitar bien céntrico el Museo de la Represión. Deberá ser una galería permanente con los retratos de los miles de desaparecidos, sus datos personales y los hechos de su secuestro. El pueblo podrá así desfilar permanentemente ante esa realidad terrible mostrando la alevosía, la saña y la degradación a que se llegó. Se deberán exponer allí los instrumentos de tortura, el trato en las cárceles y cómo y quién ordenó la represión salvaje. Además tendrá que estar allí la epopeya de las Madres de la Plaza de Mayo y de las otras organizaciones de derechos humanos, Y no olvidarse de los niños desaparecidos. Será cuestión de honor de todos los argentinos dar con el paradero de hasta el último de esos pibes.
- Hay otro aspecto del problema que se dio en Alemania: los daños y perjuicios.
- Ahí podríamos adaptar una experiencia muy justa y ecuánime que el pueblo alemán se aplicó a sí mismo. El de "Lastenausgleich" o equiparación de cargas: así como el que había salvado su casa de los bombardeos pagó un impuesto para que el bombardeado pudiera rehacer su vivienda, de la misma manera aquél que había gozado de tranquilidad durante el nazismo tuvo que reparar la injusticia cometida contra los perseguidos. En la Argentina se han pagado y se pagan indemnizaciones, pensiones y otros emolumentos a las víctimas de la subversión. De la misma manera tendrá que indemnizarse a las víctimas de la represión. Sólo en el equilibrio y en la reparación se puede lograr la reconciliación nacional y no sólo con llamados, plegarias y buenas intenciones. Además, la famosa expresión "exceso de represión" no debe quedar en una mera palabra. Por ejemplo, el funcionario que ha mantenido en la cárcel arbitrariamente a una persona "a disposición del P.E." deberá responder él mismo en la indemnización por ese "exceso". Para el futuro hay que terminar con la barbarie de las "listas" preparadas por algún general acomplejado o algún coronel cursillista.
- Pero todo no puede quedar en la reparación material...
- No. Habrá que darle oportunidad a todos los calumniados y perseguidos de regresar al país y explicar en discusiones públicas su posición. Y el derecho a la reparación por la injuria y la calumnia. Aquello de que los exiliados éramos todos subversivos y corruptos y que participábamos de la campaña "antiargentina" debe ser definitivamente aclarado. Pero también hay que ir sentando otras bases democráticas. Por ejemplo, la ley de derecho a negarse a hacer el servicio militar por razones de conciencia, tal como existe en otros países. Ese derecho debe ser contemplado no sólo para los parientes directos de muertos y mutilados en las Malvinas sino para todos los familiares de víctimas de la represión de la dictadura militar. En todos estos casos se cambia por un servicio social en hospitales, escuelas, orfanatos, asilos de ancianos, etc. Aquí, en Alemania, el soldado social es una figura muy querida, admirada y respetada. Leyes así irán abriendo espacio a las libertades, al respeto de las convicciones y sentimientos del prójimo.
- ¿Crees en las responsabilidades colectivas? Por ejemplo, ¿un pueblo es responsable por los crímenes de sus dictadores?
- Es difícil responder, se podría ser injusto. Podríamos medirlo con otras experiencias históricas. Por ejemplo, el gran drama íntimo de la mayoría de las generaciones de 60 años para arriba del pueblo alemán es tener que reprocharse todavía hoy: "por qué aceptamos un régimen de terror en 1933, por qué nos callamos cuando se llevaron a nuestro vecino, por qué aceptamos ir a la guerra sin que se nos preguntara nuestra opinión". Creo que nuestro caso -con ser algo distinto- tiene parecidos humanos. Ahora, eso sí, seríamos terriblemente culpables si, ya lograda la democracia, permitimos que los políticos negocien el blanqueo de los crímenes y la corrupción. Entonces, a corto plazo, tendremos nuevamente la violencia de abajo. Hay quienes buscarán hacerse justicia por la propia mano. Viviremos el triste espectáculo de ver, todavía dentro de cuarenta años, a argentinos cazando videlistas por todos los rincones del mundo. Al aplicar la ley a los que de esa manera hundieron moral y materialmente a la República nos haremos nosotros mismos el juicio como pueblo. Y será un ejemplo para todas las naciones.
- ¿Cómo has vivido el exilio? ¿Te ha permitido estudiar y conocer algo nuevo?
- Debo decir que, en mi caso, los militares que me persiguieron salieron con la suya. Obligado al exilio tuve que abandonar lo que habla hecho en los últimos años: la investigación histórica, su publicación en libros de edición barata con un estilo periodístico llano y directo y la difusión de esos temas por el cine para que llegara a las capas más amplias y se debatieran. Después de La Patagonia rebelde tenía el propósito de hacer el libro cinematográfico de la segunda parte de La Patagonia -el de Severino ya estaba- y luego hacer llevar al cine mis otros ensayos: La huida de Radowitzky, El drama de la Rosales, El Palomar, etc. Pero las botas rompieron a patadas el cristal de los sueños. En ese sentido he perdido ocho años, por mi edad, fundamentales. Pero volveré cuanto antes para pegar los trozos de ese cristal, y empezar de nuevo. En cuanto al exilio, para mí representó contestarme a la pregunta: ¿qué hacer para combatir a los que sin ningún derecho cambiaron mi destino y el de mi familia y sumieron a mi país en el crimen, en el despojo, en la vergüenza ante los países civilizados? Y en cuanto llegué a Alemania comprendí que había que movilizarse e informar. Imité el proceder de los exiliados alemanes en la década del treinta, que para mí fueron un modelo de conducta: denunciar el crimen día y noche, en la calle, en la tribuna, en los diarios, en la televisión. Aparte de ganarme la vida dediqué absolutamente todo mi tiempo libre al trabajo de denuncia y solidaridad. Debido a esa campaña conozco Alemania como la palma de mi mano. Viajé desde Kiel al Bodensee y desde Aachen a Berlín. He hablado exactamente en 205 actos hasta ahora, Un grupo de argentinos ejemplares, casi todos salidos de las cárceles, crearon el Comité Argentino por la Democracia, donde no hay divisiones políticas. Además contamos con el apoyo de gran cantidad de jóvenes alemanes, Hebe Bonafini, la presidenta de las Madres, lo dijo bien claro: "Los estudiantes de la Universidad de Essen, de Alemania, como no podían reunir dinero para nosotras, vendieron 68 litros de su sangre y nos mandaron ese dinero." Mientras jóvenes, alemanes donaban su sangre, en 1978, nuestra clase media paseaba por Miami, Sudáfrica o compraba televisores en colores en Brasil y se ponía histérica cuando alguien le preguntaba si en la Argentina había desaparecidos o presos políticos. En Alemania Federal se dio el primer premio internacional que recibieron las Madres. La lucha no era fácil, la embajada argentina ejercía toda la influencia posible y disponía de dinero de sobra para publicaciones de todo tipo y para enviar constantemente provocadores a nuestros actos. Pero, en su irracional crueldad, la dictadura facilitó el esclarecimiento de la opinión pública. Elisabeth Käsemann, una joven alemana que había sido detenida en la Argentina fue asesinada por la espalda. El padre de Elisabeth, profesor de Teología de la Universidad de Tubinga y uno de los intelectuales más respetados de este país, viajó a la Argentina, donde tuvo que pagar treinta mil dólares para rescatar el cadáver de su hija. Cuando regresó, el profesor Käsemann informó por todos los medios de comunicación lo que le había ocurrido en la Argentina de los generales. Otro caso bien claro fue el del estudiante de la Universidad de Munich, Klaus Zieschank, quien fue a visitar a su madre a El Palomar. Lo secuestraron en la casa y se llevaron todos los objetos de valor. Estos dos casos están investigados detalladamente. Hay 27 ciudadanos alemanes desaparecidos, secuestrados por gente de los Ford Falcon. Todo eso hay que esclarecerlo. Está en juego el honor de nuestro país,
- ¿Estás trabajando en algo nuevo?
- Para Rodolfo Kuhn escribí un guión cinematográfico: “Nuestra ruta es el regreso”, historia de tres exilios de una familia alemana en la Argentina y viceversa, Para Jeanine Meerapfel, la directora germano-argentina, escribí un guión documental que se hará con financiación hispano-alemana, Con Juan Gelman hemos terminado un libro conjunto sobre nuestras experiencias de exiliados. Y desde hace algunos años trabajo en una investigación sobre el general Riccheri que lo ayudará a bajar del caballo. Tal vez sirva para que esa avenida por donde se entra a Buenos Aires sea menos militarista y pase a llamarse, por ejemplo, Roberto Arlt. Así los extranjeros que llegan no crean que sólo tenemos generales, sino también grandes escritores.
- Dijiste que piensas volver al país lo más pronto posible. ¿Qué actitud -a tu juicio-deberán asumir los que vuelvan?
- En una querida revista del exilio, “Testimonio latinoamericano”, que se edita en Barcelona, publiqué un artículo que se tituló El regreso de los intelectuales. Allí describo primero dos tendencias que han surgido en la Argentina: una que trata de desprestigiar el exilio, y otra que trata de "acomodarlo", de hacer una integración entre perseguidores y perseguidos bajo el slogan de "todos somos argentinos". Y digo que esas dos ofensivas, la de rebajar en calidad y en moral al exiliado, y la de tratar de integrarlo en el "cambalache", son dos puntos esenciales que deben tenerse en cuenta en el regreso. El exiliado que regrese debe superar con su conducta propia esos dos peligros. Debe tener como base que vuelve desinformado a la Argentina, donde encontrará un país absolutamente distinto, al que tendrá que integrarse, sin renunciar a los principios que lo llevaron a la lucha, motivo de su emigración. Para él no puede haber una división entre exiliados y no exiliados. A pesar de su desinformación no tiene que sentirse menoscabado para opinar, y seguir actuando en primera línea. Porque si llegaremos desinformados, encontraremos a los de allá también desinformados en otros aspectos, debido a la manipulación extrema de los medios de comunicación que hizo la dictadura durante varios años. Por eso el arma será el debate, el intercambio de información, el organizar cuerpos mixtos con los recién llegados y los que se quedaron, de acción, esclarecimiento, solidaridad, Todas las divisiones entre los de "adentro" y los de "afuera" son falsas, La verdadera y única división está entre los que aceptan negociar y los que no aceptan negociar los crímenes de la represión y la corrupción. En el caso de los intelectuales que colaboraron con el régimen, que guardaron las espaldas a los que manejaban la picana eléctrica y raptaban niños, con ésos no podrá existir integración. Con respecto a los galones de la lucha contra la dictadura, no los podrán mostrar ni los intelectuales que emigraron ni los que se quedaron. Las únicas que pueden ostentar méritos y los llevarán por todo el curso de la historia de nuestra tierra son las Madres de Plaza de Mayo: esas mujeres que desnudaron para siempre a los sayones de la sevicia. El deber es el regreso, cuando estén aseguradas las garantías mínimas en el caso de cada uno. Y el deber es también participar activamente en el esclarecimiento de la opinión pública acompañando a los organismos de derechos humanos y de democratización de base. Mucha es la tarea que aguarda. Será benéfica si regresamos con humildad, sin ansias de privilegios.