viernes, 27 de enero de 2023

OCTAVIO PAZ Y LEVI STRAUSS por Edgard Bayley

 


Esta obra, testimonio de un poeta cabal al mismo tiempo que fino analista del quehacer poético contemporáneo, es prenda de generosidad de espíritu, de curiosidad e inquietud ante los problemas raigales del hombre de nuestros días. Aquí, como en otros de sus libros anteriores, Octavio Paz no desdeña el cometido docente, ni lo considera lesivo para el ahondamiento critico y la realización creadora.

"Mis comentarios, -nos dice Paz-, no son de orden estrictamente científico; examino las ideas de Lévi-Strauss con la curiosidad, la pasión y la inquietud de un lector que desea comprenderlas porque sabe que, como todas las grandes hipótesis de la ciencia, están destinadas a modificar nuestra imagen del mundo y del hombre." Hecha esta aclaración, procura determinar en qué consiste la originalidad de LS. Ella reside -expresa- en ver a la estructura no únicamente como un fenómeno resultante de la asociación de los hombres sino como "un sistema - son palabras de LS - regido por una cohesión interna - y esta cohesión, inaccesible para el observador de un sistema aislado, se revela en el estudio de las transformaciones, gracias a las cuales se redescubren propiedades similares en sistemas en apariencia diferentes". Es decir que la estructura es un sistema y cada sistema está regido por un código que permite, si el antropólogo logra descifrarlo, su traducción a otro sistema.

La heterogeneidad de las historias particulares se resuelve, pues, en la obra de LS, en una estructura atemporal. No hay pueblos marginales, y la pluralidad de culturas es ilusoria porque es una pluralidad de metáforas que dicen lo mismo. Sin embargo, "hay un punto en que se cruzan todos los caminos; este punto no es la civilización occidental sino el espíritu humano que obedece, en todas partes y en todos los tiempos, a las mismas leyes".

LS -señala Paz-- procede por medios de reducciones sucesivas y rigurosas: Reduce, en un primer momento, la pluralidad de las sociedades e historias a una dicotomía (pensamiento salvaje y pensamiento domesticado) que las engloba y las disuelve ; en un segundo momento, descubre que esta oposición es parte de otra oposición fundamental : naturaleza y cultura; y por último, en un tercer momento, revela la identidad de ambas, pues los productos de la cultura -mitos, instituciones, lenguaje- no son esencialmente distintos a los productos naturales ni obedecen a leyes diferentes a las que rigen a sus homólogos, las células. Todo es materia viva en permanente cambio. Pero la materia misma no es sino una operación, una relación. A su vez la cultura viene a constituir una metáfora del espíritu humano y éste no es sino una metáfora de las células y sus reacciones químicas que, por su parte son otra metáfora. O sea que la naturaleza habla consigo misma a través del hombre y sin que éste se dé cuenta. Ahora bien, las relaciones entre el universo del discurso y la realidad no verbal, el pensamiento y las cosas, la significación y la no significación constituyen un tema constante en las meditaciones de LS. Y piensa que el lenguaje es lo que nos separa de la naturaleza y lo que nos une a ella y a nuestros semejantes. Es decir que el lenguaje significa la distancia entre el hombre y las cosas tanto como la voluntad de anularla. Por lo demás, la cocina (la cocción de los alimentos por el fuego domesticado) el tabú del incesto (las reglas de parentesco) son homólogos del lenguaje; están prefigurados por él. Lenguaje, cocina y reglas de parentesco son por lo tanto "cedazos que cuelan el mundo natural y anónimo y lo trasmutan en nombres, signos y cualidades". ''¿Pero no hay, pregunta Paz, en esta necesidad de diferenciar entre naturaleza y cultura y de introducir en seguida un término de mediación entre ambas, el eco y la obsesión de sabernos mortales?" Responderemos afirmativamente apenas reparemos que el lenguaje obedece a la voluntad de anular la distancia entre nosotros y las cosas; la cocina, a la necesidad de sobrevivir por la alimentación, y las reglas de parentesco, a la necesidad de sobrevivir por la reproducción. Son tres operaciones del espíritu que constituyen, en realidad, mediaciones entre la vida inmortal y la brevedad de la existencia humana. La muerte nos condena a la cultura.

Pero Paz experimenta la necesidad de hablar de la poesía, un huésped no invitado a ese festín de Esopo que es, a su juicio, la obra de LS. Como el mito, nos dice, aunque en dirección contraria, la poesía trasciende el lenguaje : las palabras explican a las palabras, merced a la movilidad de los signos lingüísticos. Lo que dice una frase puede ser dicho por otra y otro significado constituye un querer decir que puede ser expresado de otro modo. En cambio, la "frase poética" nunca es un querer decir; es un "decir irrevocable y final", en el que se funden sentido y sonido. "El poema es inexplicable, excepto por sí mismo" y tiene el carácter de una totalidad indisociable, donde el menor cambio altera todo el conjunto. Además, es intraducible, inclusive al idioma en que está escrito. Decir último, objeto hecho de palabras, el poema desemboca en una región inaccesible a las palabras. Y aquí Octavio Paz nos señala una divergencia fundamental con LS, quien, si bien admite que la poesía modifica el lenguaje, entiende que, por este mismo hecho, queda aún más encerrada entre sus mallas; desciende del sentido a los signos sensibles, regresa de la palabra al fonema. "Sólo diré -opina Paz-que me parece una perversa paradoja definir de esta manera la actividad de Dante, Baudelaire o Coleridge." Y es que el poema es "un mecanismo verbal que produce significados sólo y gracias a un lector o un oyente que lo pone en movimiento". Su significado no está en lo que quiso decir el poeta, sino en lo que dice el lector por su intermedio. El hombre se comunica consigo mismo a través del poema como a través de cualquier obra de arte. Por lo demás, el carácter y la universalidad de las obras no depende de la clave o del código que las rige, "sino de ese imponderable, verdadero misterio que llamamos arte o creación”.

El lenguaje nos da sentido, pero ¿cuál es el sentido de ese sentido? ¿Cuál es la significación última? El lenguaje nos da la posibilidad de decir, pero qué quiere decir decir? ¿NO hay acaso salida? ¿NO hay otra orilla? ¿El silencio será la'única respuesta posible? ¿O es que, como afirma LS, "la edad de oro está en nosotros", en ese momento de privilegio en que "nos sentimos no como un yo aislado ni como un nosotros extraviado en el laberinto de los siglos sino como una parte del todo, una palpitación en la respiración universal" ?

De cualquier modo, y aunque no sepamos nada del sentido, la poesía, como el hombre mismo, no ceja en su búsqueda. y, en última instancia, "el sentido se disuelve en el poema, ser y sentido son lo mismo". En suma, por mediación de Octavio Paz, la poesía, ausente en este nuevo festín de Esopo, aporta una voz imprescindible, un espacio.




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