martes, 14 de febrero de 2023

ORSON WELLES por VINICIUS DE MORAES

 


Qué imprevisible es el camino de ese muchacho en un mundo de vidrio y cemento armado!. A veces siento que, a pesar de su dinamismo y de sus 90 kilos, Orson Welles es tan frágil que no sé si toda esa tormentosa energía no es una fuerza precaria, a punto de deshacerse, dejándolo, de repente, en un vacío de celofán. Lo he visto tan perturbado por cosas sin importancia, que no sé que pensar ... Si quisiera, Hollywood podría apabullarlo sin que nadie supiera cómo. Welles está muy por encima de Hollywood y lo desprecia, es cierto; pero también tiene una debilidad que no se esconde: el miedo a perder el favor de los elfos que suspenden el brillo del mundo; el miedo a que lo dejen solo, ahora que le vio la cara al éxito. Orson Welles tiene mucho de su personaje Charles Foster Kane, y yo digo por qué. Poco antes de salir de Río, debido a un cierto rumor, Welles, que en su calidad de queer bird gozaba de la protectora amistad de toda una coterie guermantes (cosi e se vi pare) de nuestra sociedad, vivió un episodio amargo con la "paquetería". Algunos fingían no verlo, otros lo adulaban con hastío, con manos sin huesos. Un día me habló acerca de esa estupidez, con la mirada perdida en una gran perplejidad y consternación. Me pareció curioso que un hombre tan inteligente se juntara con ciertas personas que integran el grupo humano menos estimable: por su elitismo y desdén por las otras clases sociales, por su mole cotidiana de tés, cenas y bridges, y de caridades de uñas bien pintadas. Esa sociedad, que yo conozco muy bien, a Orson Welles le brindaba su preciada estima y consideración. En el cóctel de despedida, en el Gloria, lo vi desanimado durante media hora, la terrible media hora en que se supuso, ¡oh cielos!,que los "paquetes" sabotearían su fiestita no concurriendo. Al final apareció en la puerta el primer Rose Descat abrigando una sonrisa irresistible del más puro brillo. Siguieron otros. Orson Welles revivió. Se recuperó enteramente. De ahí en adelante pasó a ser lo que es: una maravillosa e irresistible vocación de actor. Tocó el pandero, jugó con todo el mundo, se sintió feliz. Chaplin, según parece, es también así. Vanidad, vanidad, vanidad. Dos grandes hombres.

A Orson Welles esa vanidad puede hacerle un mal terrible. Es un hombre dentro del mundo, que vive de sus grandes favores. Cuando reciba la ingratitud de Hollywood, poco podrá hacer, ahora que ya conoció un éxito pocas veces igualado en la Historia. Supe que anduvo vendiendo sus cosas después del lío con la RKO: su departamento, sus ediciones autografiadas de Edgar Poe y Mark Twain para poder mantenerse algún tiempo más en la capital del cine y terminar sus trabajos de filmación. ¡Y sin salario! Dentro de poco, a estupidez de Hollywood, harta de sus extravagancias, le aplicará el golpe de gracia.


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