miércoles, 8 de febrero de 2023

POEMA DE NATALIA ABALOS

 



NEUROSIS, Y UN MUNDO QUE VA MUY RÁPIDO


Ayer me detuve sarpado

Un pájaro, en la plaza

No podía quitarle los ojos de encima

Lo seguí largo rato, simulando

No quería que se escape.

Como cuando iba al secundario y el chico que me gustaba

bajaba las escaleras en el recreo, y yo quedaba

deslumbrada ante tanta belleza

¿Se puede ser tan lindo, y de eso no tener conciencia?

Qué manera la mía de perder el tiempo

Después de todo, ¿a quién le importa?

Se es, y punto.

Llegué tarde adonde iba

Me enojé otra vez

¿Cómo puede ser?

Como si nunca hubiese visto un pájaro, pensé.

Pero ese se me cruzó justo, como puesto para mi

Que manera de perder el tiempo… Digo, y me dicen.

Como cuando bajo de la bicicleta

para caminar un poco y ver mejor, con más detenimiento.

Que el árbol de la plaza

Que el señor de la esquina del supermercado

que reparte el diario, que nunca le compro

porque no leo el diario

Que igual me entero

Que siempre duele

Acá,

Un montón.

Bueno, que nos saludamos todos los días, ¡porque saluda de lindo!

Y con unas ganas, como re contento.

Que pienso, que no puede estar tan contento así todos los días

Y entonces lo admiro más.

Que quizás me encuentre con la señora que cruza la cuarenta y cuatro,

despacio, chancleteando y con bastón.

Que la tomo del brazo

Que en esa cruzada me cuenta su vida entera

Que me dice, cada vez,

que es un gusto conocerme.

Ahí vamos…

Que dos cruzando despacio, hacemos más fuerza

contra los autos que no le tienen paciencia, que siempre la molestan

Apurados.

Como si tuvieran la certeza de la juventud eterna

Como si no entendieran lo que es caminar despacio

con miedo a caerse.

Y la mierda me revela y me muestra

que me sobra acá, tanto.

No sé, me sobra

Y me duele.

Tan chiquito es mi cuerpo

y soy un volcán siempre a punto de explotar.

Que Juan no copia porque no lleva lápiz ni lapicera

Que no tiene ganas

Que no habla

Que nadie le pregunta

Que se encorva sentado como cuidándose, no sé de qué.

Que no tiene ganas

de nada.

Que mi acompañada aprendió a alojar a Juan

Que ella sabe escucharme,

Porque entiende de no saber donde poner la tristeza y la rabia

cuando se es diferente a los ojos de los demás.

Como si cada uno de nosotros

no fuéramos diferentes.

Que se les exige

colocar las provincias y capitales en el mapa, poner verbos,

verboides y pronombres donde corresponde

Pero la tristeza y la rabia

¿Dónde la ponen?

Que ella también me enseña un montón.

Cuando era una niña pasaba los viajes

mirando por la ventanilla los edificios,

preguntándome cómo se construirían

Me enroscaba bastante con esa duda

Y no, arquitectura no estudié.

Ahora me paso las horas preguntándome

por las construcciones también,

pero ya no de los edificios, sino de las historias que cada sujeto

va construyendo con sus huellas mnémicas.

Curiosa, insoportable

Quiero saber y comprender

porque hacen lo que hacen

Y lo que no hacen también.

Porqué hago lo que hago,

y lo que no hago

¡Joder!

Pero que no duela tanto

Que yo tampoco sé qué hacer con tanta tristeza y rabia

que me dan los que miran para otro lado.

Sí, claro que pierdo tiempo y llego tarde,

pero a tu vorágine de mundo de mierda que tenés

de solo mirarte el ombligo.

Vos que te apuras tanto

no llegas tarde

Directamente no llegas

Porque llegar es estar

Y vos por apurado, terminas no estando en ningún lado.

¿De qué amor me hablas,

de ese chiquito, romántico, egoísta?

Mejor, silencio.

Y al amor

empezá a hacerlo.


Natalia Abalos, nació en Arrecifes (Bs As) en 1977, reside en La Plata. Es acompañante terapéutica y estudia Psicología. Amante de la literatura y del psicoanálisis, lectora incansable de poesía. “Algún día pienso escribir”. Ese día, afortunadamente, llegó.


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