NEUROSIS, Y UN MUNDO QUE VA MUY RÁPIDO
Ayer me detuve sarpado
Un pájaro, en la plaza
No podía quitarle los ojos de encima
Lo seguí largo rato, simulando
No quería que se escape.
Como cuando iba al secundario y el chico que me gustaba
bajaba las escaleras en el recreo, y yo quedaba
deslumbrada ante tanta belleza
¿Se puede ser tan lindo, y de eso no tener conciencia?
Qué manera la mía de perder el tiempo
Después de todo, ¿a quién le importa?
Se es, y punto.
Llegué tarde adonde iba
Me enojé otra vez
¿Cómo puede ser?
Como si nunca hubiese visto un pájaro, pensé.
Pero ese se me cruzó justo, como puesto para mi
Que manera de perder el tiempo… Digo, y me dicen.
Como cuando bajo de la bicicleta
para caminar un poco y ver mejor, con más detenimiento.
Que el árbol de la plaza
Que el señor de la esquina del supermercado
que reparte el diario, que nunca le compro
porque no leo el diario
Que igual me entero
Que siempre duele
Acá,
Un montón.
Bueno, que nos saludamos todos los días, ¡porque saluda de lindo!
Y con unas ganas, como re contento.
Que pienso, que no puede estar tan contento así todos los días
Y entonces lo admiro más.
Que quizás me encuentre con la señora que cruza la cuarenta y cuatro,
despacio, chancleteando y con bastón.
Que la tomo del brazo
Que en esa cruzada me cuenta su vida entera
Que me dice, cada vez,
que es un gusto conocerme.
Ahí vamos…
Que dos cruzando despacio, hacemos más fuerza
contra los autos que no le tienen paciencia, que siempre la molestan
Apurados.
Como si tuvieran la certeza de la juventud eterna
Como si no entendieran lo que es caminar despacio
con miedo a caerse.
Y la mierda me revela y me muestra
que me sobra acá, tanto.
No sé, me sobra
Y me duele.
Tan chiquito es mi cuerpo
y soy un volcán siempre a punto de explotar.
Que Juan no copia porque no lleva lápiz ni lapicera
Que no tiene ganas
Que no habla
Que nadie le pregunta
Que se encorva sentado como cuidándose, no sé de qué.
Que no tiene ganas
de nada.
Que mi acompañada aprendió a alojar a Juan
Que ella sabe escucharme,
Porque entiende de no saber donde poner la tristeza y la rabia
cuando se es diferente a los ojos de los demás.
Como si cada uno de nosotros
no fuéramos diferentes.
Que se les exige
colocar las provincias y capitales en el mapa, poner verbos,
verboides y pronombres donde corresponde
Pero la tristeza y la rabia
¿Dónde la ponen?
Que ella también me enseña un montón.
Cuando era una niña pasaba los viajes
mirando por la ventanilla los edificios,
preguntándome cómo se construirían
Me enroscaba bastante con esa duda
Y no, arquitectura no estudié.
Ahora me paso las horas preguntándome
por las construcciones también,
pero ya no de los edificios, sino de las historias que cada sujeto
va construyendo con sus huellas mnémicas.
Curiosa, insoportable
Quiero saber y comprender
porque hacen lo que hacen
Y lo que no hacen también.
Porqué hago lo que hago,
y lo que no hago
¡Joder!
Pero que no duela tanto
Que yo tampoco sé qué hacer con tanta tristeza y rabia
que me dan los que miran para otro lado.
Sí, claro que pierdo tiempo y llego tarde,
pero a tu vorágine de mundo de mierda que tenés
de solo mirarte el ombligo.
Vos que te apuras tanto
no llegas tarde
Directamente no llegas
Porque llegar es estar
Y vos por apurado, terminas no estando en ningún lado.
¿De qué amor me hablas,
de ese chiquito, romántico, egoísta?
Mejor, silencio.
Y al amor
empezá a hacerlo.
Natalia Abalos, nació en Arrecifes (Bs As) en 1977, reside en La Plata. Es acompañante terapéutica y estudia Psicología. Amante de la literatura y del psicoanálisis, lectora incansable de poesía. “Algún día pienso escribir”. Ese día, afortunadamente, llegó.