En un sentido,
el empírico o fáctico, la literatura es meramente la suma de todo lo escrito y
tenido por literatura. En otro sentido, el ideal, la literatura es la suma de
todo lo que mejora, enaltece y hace más necesaria la actividad literaria. En
esta segunda y más valiosa acepción, la literatura honra –y representa– metas
ideales en sentido estricto. Es decir, nunca alcanzadas del todo. Sin embargo,
son aún más irresistibles y ejercen mayor autoridad como ideales precisamente
porque resulta muy difícil mantenerlos. Imaginemos la literatura como una
utopía... un lugar en el que imperan los modelos más encumbrados, casi
inaccesibles. Se pueden deducir unas cuantas normas de una interpretación
determinada de la literatura. Esta es mi utopía. Es decir, aquí están los
modelos que infiero o me parece que sustenta la empresa de la literatura.
Uno Las actividades literarias son una vocación ideal, una prerrogativa, más
que una simple carrera, una profesión, que se sujeta a las nociones comunes de
“éxito” y al estímulo financiero. La literatura es, en primer lugar, una de las
maneras fundamentales de nutrir la conciencia. Desempeña una función esencial
en la creación de la vida interior, y en la ampliación y ahondamiento de
nuestras simpatías y nuestras sensibilidades hacia otros seres humanos y el
lenguaje.
DOS La literatura es una arena de logros individuales, de méritos individuales.
Esto implica que no se confieren premios y honores al escritor porque
representa, digamos, a las comunidades débiles o marginadas.
TRES
La literatura es primordialmente una empresa cosmopolita. Los grandes
escritores son parte de la literatura mundial. Los escritores son ciudadanos de
una comunidad mundial, en la que todos aprendemos y nos leemos los unos a los
otros. El poder característico de la literatura es que nos deja una impresión
de extrañeza. De asombro. De desorientación. De que nos encontramos en otro
lugar.
CUATRO Las diversas pautas de excelencia literaria, en el seno de las
literaturas en todos los idiomas y en la gama entera de la literatura mundial,
son una lección cardinal sobre la realidad y la conveniencia de un mundo que
aún es irreductiblemente plural, diverso y variado. El mundo pluralista actual
depende del predominio de los valores seculares.
Así es que, para enunciar de otra manera lo que acabo de decir:
Uno. Desprecio a los valores mercenarios. Dos. Aversión a hacer uso
principalmente instrumental de los escritores. Tres. Cautela ante el
filisteísmo cultural que se encubre con la aplicación de los valores democráticos
en materia literaria. Desconfianza permanente de las afirmaciones nacionalistas
y las lealtades tribales. Cuatro. Eterno antagonismo contra las fuerzas
represivas y la censura.
Estos son, en efecto, valores utópicos. No se han cumplido. Pero la literatura,
la literatura en su conjunto, aún los encarna. Aún estimula a los escritores.
Aún nutre a los lectores, a los verdaderos lectores.