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Vení Paco, hagámosle caso
a Susanne K. Langer, acerquémonos al fuego para ver lo que estamos hablando. Al
fin y al cabo, la vida es una película.
Y así la viviste. Por debajo de los títulos, es un alegre día de sol en la
ciudad de Santa Fe y yo estoy metido en un museo viendo cómo cuelgan cuadros y
poemas de los goliardos que fuimos convocados. Perón no había huido todavía. Un
texto me atrae; se llama Gaviotas y
tiene un seductor aire de composición escolar (el grado doble cero de la
escritura) que trae un Francis Ponge bajo el poncho. No conocías aún Le
partis pris des choses. Lo vuelvo a leer y digo, como luego vos me
dirías en A saudade mata a gente:
caramba, caramba.
2
Ahora la cámara está instalada en la casa del que fue tu
celador (le mot juste) en el Nacional: Miguel Brascó. Eran otras épocas, eran
otros lujos. Te estoy viendo: mandíbula de vasco, fornición de vaso y hombro
requintao, apoyado contra la pared, que te daba un aire de taita sonriente y
canchero.
-¿Qué hacés allí?, te digo. Y, en silencio, el diálogo
siguió así, más o menos:
-No podés quedarte aquí. Venite pa´Buenos Aires. A vos
te gustan las luces del centro.
-¿Se me nota tanto?
Y así
seguimos juntos más de veinte años hasta que, como abusan los gastadores de la
palabra, tomamos caminos diferentes.
3
Esto no es lamentatorio (no me ha quedado ni siquiera un
muro; y vos tampoco eras un llorón) ni un celebratorio (celebrar qué; esto no
es una fiesta de fin de curso y además no olvidemos los correlatos objetivos de
T.S. Elliot: La más bella obra de arte no te devolvería la vida).
4
“La única que vio
el cadáver en la morgue fue Beatriz, mi tía. Dijo que tenía un gran hematoma en
el pecho y lo que para ella era un balazo en la cabeza. El hematoma era
producto de la pastilla de cianuro que mi viejo tomó antes que lo detuvieran. Y
el disparo en la cabeza, una muestra de bronca, como un remate, un tiro de
gracia por haberse suicidado”. Habla Javier, el hijo de Paco.
5
Comienzos de los cincuenta. El poeta obedece a las
sugerencias del destino. Ya está
instalado en (Poesía) Buenos Aires, sin temerle a los desaires. Visto desde
ahora, el peronismo no era para tanto (en todos los sentidos). Hoy lo
llamaríamos una dictadura a lo PRI, light, soft (así, redondamente y sin cursivas: son dos palabras suaves y
ligeras que ya están incorporadas al lenguaje de los neorgentinos). Ibamos en
el Ferrocarril Oeste (¿o ya era Sarmiento?) rumbo a la quinta de tu viejo, en
Merlo. Primavera. Fiebre de Sábado a la Noche. Asado y vino; tinieblas y lindas
pibas que desaparecían en la oscuridad y luego reaparecían en los poemas de
todos nosotros. Con Chela Murúa, su guaifa (vasca también) me enredaron en su
complicidad, jugaban en ese medio en broma medio en serio que era habitual en
el Buenos Aires que fue: “Nos vamos a separar”. Como la vida: medio en broma
medio en serio. Descifrar enigmas era un juego de salón. Ya se ha perdido.
Recordemos que la dificultad de entender un lenguaje simbólico es uno de los
rasgos primeros de la psicosis, donde parece que estamos instalados. Te acordás
Paquito, nos reímos porque casi fuimos concuñados.
6
El hombre que quería demasiado. Querer, amar, desear,
apetecer. Vino, mujeres y canto. El vals de los bosques de Palermo. Desearlo
todo. Muchos tragos es la vida y un solo trago la muerte, cantó para siempre
Miguel Hernández. Apetencia desmesurada como el Universo (sí, con mayúscula:
escribir Dios con minúscula es rugido de laucha). Abarcar las 88 notas del
piano, pero presto y fortissimo.
Un YO
enorme como obras completas.
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“Envueltos por una
sucia/ y estúpida cobardía - el coraje/ sin destino- alentada,/ a veces, por
las caricias,/ los tironeos/ y delirios, las aventuras inútiles/ del alcohol:
cortesía/ sin sustento, tolerancia/ parecida al desdén/ a la prescindencia de
los ascetas, a la pertinacia/ de los puritanos/ y los predicadores, la
inocencia/ de los santos y del censor, instigue/ o se convierta simplemente en
verdugo”.
Señoras
y señores, profesoras y profesores: a leer, a leer. Pertenece a Adolecer (65/67), largo poema
autobiográfico (qué digo, todos los suyos lo son) dedicado a Zulema Katz,
actriz con una voz única: yo la llamaba The voice. Los presenté una noche y
pocas horas después estaban viviendo juntos. ¿Cómo ocurrió? Repasemos.
8
Flashback. A fines de los 50 (after dinner, after eight,
after Perón) era común vivir a salto de mata. En los avatares económicos de hoy
los jóvenes poetas viven con sus mamacitas, y los jóvenes estudiantes y las
jóvenes sacerdotisas cursimente llamadas magas, tienen techo y comida. Y, como
guinda, no laburan.
Paco vino a vivir a casa. Peña y Uriburu. Madriguera con
moquette y un Count Basie que atronaba, que muchos leones y leonas
compartieron. La noche se llamaba Jamaica y flotaba en San Martin al 900. El
bouncer, el patovica de estos días aciagos (aquellos eran los días de la
protobailanta en el Parque Retiro y en La Enramada, con morochos que exudaban
Glostora y que tanto desagradaban a un talentoso y delicado cuentista belga),
el bouncer, digo era un elegante señor pintón, canoso y de poderosa quijada,
onda Paco; era Raúl Luengo, hispano, simpático y de finos modales, campeón de
box que había exhibido sus finas trompadas en el Luna (el Luna Park, para que
quede claro). Allí era la cita de lobas y lobos. Whisky y simpatía. Físico,
pilchas y neuronas: todo de primera. ¿Qué pasaba en esa Jamaica porteña, avant
Bob Marley y el descubrimiento de los rastafari? Ocurría Horacio Salgán, Gato
Barbieri y Sergio Mihanovich, como elenco estable y caían los músicos de gira
que venían a zapar. Una noche fue la
Ella Fitzgerald, Roy Eldridge y Jim Hall, que chapó la viola y se puso a tocar
con los nuestros. Música de fondo que Paco no necesitaba para seducir a Zulema.
Poca luz. El combate había empezado; una fintas, unos jabs de tanteo y el beso
inicial. Y de pronto descubren que se conocían desde la primerísima infancia,
en la lejana Santa Fe. ¡Bravo Paquito, no te mueras nunca!
9
Vivió y murió en su ley. Sin envejecer. Como un
adolescente. Obcecado en sus ilusiones.
Utopía e ideales son dos palabras chirriantes y quienes las emiten están
siempre fuera de juego. Paco, en vos ilusión y realidad se manosean
obscenamente con el suicidio y la muerte, sombras que iluminan todos tus
poemas.
“Son daños, /son memorias y uno acaba
lamentándose, contuso/ envejecido y triste, como si tuviera/ muchos años y poca
vida.”
Y pensar que alguna vez dijiste La pura verdad, poema de obligatoria lectura para quienes hablan
sin haber leído. Empieza así: “Si ustedes lo permiten/ prefiero seguir
viviendo.” Y así termina: “Sin jactancias puedo decir/ que la vida es lo mejor
que conozco”.
10
Volver a las Gaviotas. Las de Paco no se perdieron. Hoy
después de tanto tiempo (de no verte, de no hablarte) descubro como un flash en
tiempo lento que las gaviotas son los poetas. ¡Horror! ¡Sacrilegio! ¿Quiere
decir entonces que el poeta incurrió en la barata, paupérrima alegoría? ¡No!
¡Atención! Cuando se parte con esa fácil y desdichada intención, a la que tanto
apelan hoy en día cine, teatro y literatura (estética publicitaria, estética de
consumo) el magro poeta está perdido para siempre. En este caso, la evidencia
vino después de muchas presidencias (de jure,
de facto y de ipso facto). Estamos, entonces, ante el símbolo. Respiramos
aliviados. Como ante la gran poesía.
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No. El periodista se equivoca. No fuimos compañeros de
ideología. Fuimos compañeros de vida, cómplices. Napoleón despreciaba a los
ideólogos (palabra recién nacida) y Discépolo también: Rajá de aquí, gilito embanderado
(Quevachaché, 1926). Compartimos, sí, ilusiones, ganas de que las cosas cambien
y la gilada también, ideales que no eran precisamente montoneros. ¿Qué te pasó?
¿Qué te vendieron? Y por favor, por favor, esa utopía que la gastan tanto que
va quedando en palabrita camino de palabreja. Y que Marx denostaba en nombre de
la ciencia, ciencia que a su vez pretextará a Lenin y Trotsky, mientras Stalin,
esperando, se atusaba los bigotes y atrás quedaban las víctimas de Kronstadt.
Alzo las copas por las viudas ideológicas.
12
Amaba
leer La Biblia, a Oliverio poeta y estanciero Girondo, a Borges y a John Wayne.
¿Alguien tiene algo que declarar?
13
Paco requintao y tirifilo. Yo te celebro en esa noche de
la calle Las Heras, en casa de Clarita Fernández Moreno y Juan Antonio Vasco,
con Nissa Torrents, esa estupenda catalana de Londres con su Aquascurum, su
minifalda y sus porros. Qué noche, dijo Bardi.
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“Mala amiga es la soledad cuando el amor no
quiere compartirla”.
15
Si usted encuentra en sus poemas el nombre de un líder,
vivo o muerto, de un fetiche, de una agrupación política, tráigalo a la mesa.
Gustosos lo examinaremos y le pondremos precio. Puede ser una curiosidad o una
perla barroca: en todo caso, una pieza de estudio.
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Las reglas del juego eran precisas. A matar o morir. No
caer vivo, la carne es débil. Según Baudelaire, la tortura es la aplicación de
un medio material a un fin espiritual: la búsqueda de la verdad. A comienzos
del 76 leo en la italiana Linus una
entrevista que te hace el gran periodista Saverio Tutino. El montonero Quieto
se había entregado y vos exigías la pena de muerte. Meses después, al borde del
verano, madrileña mañana de sol, Babsy (alias Leopoldo Torre Nilsson) viene a
casa huyendo de Beatriz Guido. El Campari correspondiente y pocas palabras,
como esas amistades británicas que evoca Borges. La radio castiga sin piedad:
la noticia de tu muerte. Silencio, cabezas bajas y a mirar el fondo de los
vasos.
17
Mi amigo Paco Urondo va en micro al muere. Te portabas
mal. Y entonces, el péndex (26) que obedeció cuando Aramburu dijo: ¡Proceda!,
procedió a castigarte. Delación y traición son divisa corriente en estos bajos
fondos; en los uniformados no, el perseguidor es más fiel a su código y en sus
bajíos ejerce la bajeza sólo con el perseguido.
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Tiempos
del diario La Opinión. Bar de la esquina. Ante otro monto me lanzás
una escalera a varias puntas: “Un tipo
como vos tiene que irse. No puede quedarse en el país”. Me devolvías la
pelota de nuestro primer encuentro.
Fiesta en la boite Africa, Alvear Palace Hotel.
Farándula. Lindas minas, entre ellas una arquitecta a la que le habías echado
el ojo. Se cuentan historias. Pero misa, pibe, esa es zona sagrada. La última
vez que te vi fue en Santa Fe y Coronel Díaz, detrás de unos Rai Ban de
incógnito que mi cuñado te fabricaba en Bausch & Lomb. Me cuidaste.
Seguiste de argo.
19
Palermo Viejo en la esquina de los 60. Ciudad de la Paz
bajo el puente. Embajada de Santa Fe. Ariel Ramírez, Miguel Brascó, Paco y Chela y tiernos hijos Javier y
Claudia, Chango Muñoz Unzain (hoy AFP en La Habana). Creo que fue allí donde
los uniformados las levantaron a Chela y a Lilí Massaferro (que, como Lili
Gacel, fue hermana de Elsa Daniel y Bárbara Mujica en La casa del Ángel, de Babsy). Paseo con ellas en el piso, bidones,
simulacro. Ambas están vivas, gracias a Dios.
20
Madrid. Javier Pradera (actual director de Claves,
con Fernando Savater) acaba de volver de la Argentina. Sorprendido.
Paco, que parodiaba a los jefes cubanos defiende ante sus hijos la figura (ida
ya) de Perón. Parecía un cubano, comenta Pradera. (Un tipazo, por otra parte).
21
David O(liver) Selznick dictaminó: Hay solo dos tipos de
clase, first class and not class. En tu Veinte
años de poesía argentina 1940-1960 incorporás doce poemas de doce poetas.
No te incluís. Eso es clase, manito, eso es clase. Neruda, al rescatar a Juan
Emar del olvido izquierdoso, hablaba de estas republiquetas literarias del odio
y de la envidia.
22
Spirfire: “Dos
amigos parten a una grande y peligrosa velocidad (…)Compartimos ciertas drogas
y una que otra mujer(…)Hubo alcohol y ganas y abundancia…”En la ley de la
noche heavy: los hermanos de pierna rara vez aluden y nombran.
23
LSD con Vanasco y Jitrik. Los psicoterapistas nos daban
duro. “Llegaron los sarracenos”,
anunciabas. Ahí empezamos a avivarnos: el poeta es un fingidor, sí, pero dice
la verdad (Pessoa y Cocteau). Lo imperdonable es fingir poemas. Porque las
ideas sólo se redimen en la práctica (tu caso). Lo otro es padecer de ideología
y olvidar que de dos peligros tenés que cuidarte: de la derecha cuando es
diestra: de la izquierda cuando es siniestra. Vos no te cuidaste. Pero no por
gil: por generoso.
24
Fuiste un rebelde. Alta esa frente. No está en juego el
orgullo. Siempre fuiste y quisiste ser un aventurero. Así lo condenaba a
Ernestito Guevara, la noche que huyó Batista, Guillén el Malo (así lo condenó
Neruda al negro Nicolás, para distinguirlo de Jorge, el gran poeta).
25
¿Y los que pretendían ser tus cumpas? El que no corre
repta, roba o monta (monto/monta) concursos en la tele o digita a cholulos de
izquierda (que los hay, coño, que los hay, y afanan mucha guita).
26
Ser y parecer. Ser y pretender ser. Y ser del mismo palo.
Camaron y Miles lo son. Y Vicky Walsh y Rodolfo Walsh y Miguel Angel Bustos y
Haroldo Conti, para hablar de aquellos con quienes nos tomamos hasta el pulso.
Y vos Paco, enorme poeta, vulnerable hermano. Y que los eunucos bufen, don
Roberto. Y estas palabras son para vos, Reynaldo Sietecase, que, como Federico,
ya sabés muchas cosas y otras irás sabiendo lentamente.
A saudade mata a gente
A Mario Trejo
Digo, frente al sol de abril, sobre esta baldosa calcinada, sin
mujer, sin caricia circundante, hepáticamente embotado,
sonriendo por tradición, sin pasajes, sin ganas, con
sangre, con pulso irregular: caramba, caramba.
Paco Urondo