Pecado y castigo
Si hay
alguien que necesita de una libertad absoluta para la práctica de su oficio o
de su arte, ése es el creador literario. Y por una razón muy sencilla: el abuso
de la libertad, en el caso del creador literario, siempre recae sobre sí mismo
y sobre su obra. No pasa lo mismo en el ejercicio de la libertad absoluta y sus
abusos en otras actividades humanas, que pueden recaer en perjuicio de
terceros. De modo que si el creador literario abusa de su libertad, en su
propio pecado recibe el castigo. Por lo tanto, el creador literario tiene el
derecho de reclamar la libertad absoluta de creación; pero también tiene el
deber de reclamarla; y aquí es donde está la dificultad del escritor en los tiempos
contemporáneos.
La manzana de Eva
Es evidente
que el escritor sufre las tentaciones. Ya que no vive de su arte, trata de
hacerlo de actividades afines con el ejercicio de la palabra, ya que utiliza el
mismo recurso expresivo, el idioma. Se dio primero en el periodismo escrito,
luego en la radio y en la TV; por último, en esa especie de novela o décima
musa que se llama, hoy día, publicidad o promoción publicitaria, por un
marketing que se hace cada día más metafísico y más abstruso.
Tres variables
Ya que el
caso del periodismo escrito es el que se da con más frecuencia, ¿qué puede
hacer un escritor? El periodismo, a mi juicio, tiene tres grados. El primero es
el de la simple información. En este caso el creador literario no se
comprometería mucho al practicar este oficio; sobre todo teniendo en cuenta que
hay una gran diferencia entre el idioma de la creación literaria y el idioma
corriente que usa el periodismo.
Pero el
compromiso aparece cuando el escritor-periodista, más que informar, tiene que opinar
sobre los hechos de los cuales es testigo y tiene que rendir cuentas. En esta
necesidad de opinar sobre los acontecimientos es donde generalmente se produce
la restricción de la libertad. Es evidente que la mayoría de los medios de
difusión responden a factores de poder.
Y éstos imponen condiciones. Es muy difícil que un escritor-periodista
pueda librarse de ellas; y aquí es donde se corre el riesgo de mentirse a sí
mismo en las convicciones si se tienen que hacer afirmaciones en las que no
crea, negaciones que rechaza de plano u omisiones, ya que omitir o negar es lo
mismo que pronunciarse.
En el
Encuentro de Escritores recientemente celebrado en Chile, llegamos a la
conclusión de que el escritor siempre es un ser comprometido, ya sea
afirmando, negando comprometerse por
omisión se denuncia a sí mismo, asume el compromiso por la tangente.
Fronteras de la
creación
La tercera
forma del periodismo, que es la más moderna, es aquella en que el periodista ya
está en la frontera de la información y la creación literaria. Es un periodismo
de notas brillantes y empezó a lanzarse por las revistas literarias más
importantes de Europa, luego norteamericanas y después argentinas. Allí los
periodistas hacen casi de su arte o de su oficio una especie de obra de imaginación
en prosa; realmente ven los acontecimientos de tal forma que merodean las
fronteras de la creación.
Y esto
también es peligroso en este aspecto: el escritor está en una zona donde no es
periodista ni creador literario.
Artífices o fabricantes
Por eso yo
creo que lo mejor es que el creador literario se mantenga aislado de todo esto,
defienda la libertad de su arte. En la necesidad de ganarse la vida, como hemos
tenido todos, que haga una cosa que no tenga nada que ver con su profesión.
Pero, claro, las tentaciones son grandes. Yo he visto malograrse muchos
talentos. Empezaron por practicar un arte literario y terminaron en la
industria literaria. Por ejemplo, muchos
escritores de la TV no se dan cuenta que son industriales de la pluma. No son
artífices, son fabricantes. Están designados para fabricar artículos de
consumo, para tales o cuales fines, los que –por supuesto- no conviene a sus
naturalezas íntimas ni a lo que ellos querían ser cuando sintieron despertar la
vocación. Tanto el periodismo como la publicidad influyen negativamente en un
creador literario.
Literatura e ideología
Creo que la vocación del escritor requiere los mayores sacrificios. Siempre es necesario sacrificarse en pos de la vocación. La historia del arte está llena de estos ejemplos. Además, el escritor, si es ideólogo a la vez –es muy difícil no serlo en los tiempos actuales-, puede influir con su obra en el establecimiento o reforma de determinadas pautas de la sociedad contemporánea. Lo que tiene que hacer un escritor – y más si es un ideólogo- es decir su verdad con toda libertad. Por supuesto, esto exige muchos sacrificios. Yo puedo decirlo; tengo el derecho de hacerlo; he tenido que sacrificar muchas cosas por mantener mis creencias y mis opiniones. No hay otro camino.