Esteban Morgado es guitarrista, compositor y se ha atrevido a incursionar con prestancia en los más
variados territorios de la música, acompañando a artistas de la talla de Alfredo Zitarrosa, Susana Rinaldi, León Gieco, Lito Nebia. Tiene nueve discos en su haber, y una disponibilidad para el disfrute que le permite compartir escenario con el inefable Quique Pesoa, con quien presenta “Mayor y menor”, un espectáculo de música y relatos, de humor y complicidad. Sobre esta andanza –y otras, que componen su vida-, conversamos largamente con él.
Pregunta: Es cierto que este espectáculo que hacés con Quique se hizo por primera vez en La Plata, más precisamente en la sede del club Estudiantes.
Esteban Morgado: Si señor, efectivamente. Ese es el antecedente más alejado en el tiempo y que también sirvió como hito inicial de nuestra relación de amistad,porque nos convocaron a ambos a tocar en el aniversario de Estudiantes y convergimos allí. Antes de empezar el show nos preguntamos “Bueno, ¿qué hacemos?” y el Quique me respondió: “Vos seguime”. Yo ya lo conocía al Quique, había ido a su programa en Radio Ciudad como entrevistado; es uno de esos tipos de los que uno quiere hacerse amigo. Es extraordinarios porque, por un lado, es un libro abierto, y por el otro, de una calidez impresionante. Un artistas fantástico, muy original y coherente con lo que dice y con lo que hace. Un tipo, te diría, imprescindible. La cuestión es que trabajamos ahí en Estudiantes, fue lindísimo el show en donde mezclamos canciones, cuentos y poemas que él decía y yo musicalizaba, todo improvisado. A partir de ahí, decidimos armar algo juntos y eso fue lo que terminó dando nacimiento a este espectáculo que estamos presentando en distintos lugares.
P.: ¿Cómo caracterizarías el espectáculo?
E.M.: El juego es que nosotros estamos armando el show antes de que llegue la gente -lo cual es un guiño con la gente porque ellos están-, pero nosotros en teoría lo ignoramos y nos ponemos a armarlo allí mismo, lo que nos da pie para que haya cosas que nos gusten, otras que nos criticamos. En definitiva, vamos probando cosas y divirtiéndonos con eso, y se llama “Mayor y menor” porque empezamos hablando de lo que son las tonalidades mayores y menores en la música; empezamos a desgranar esa historia que tiene que ver con la armonía, pero lejos de tener una charla teórica damos ejemplos y vamos contando acerca de lo que pasa con la música y eso da pie para tratar un montón de tema de distintos géneros: tango, folklore, música brasilera. Las veces que lo hemos hecho siempre hemos tenido muy buena respuesta de la gente.
P.: Hiciste una pequeña semblanza de Quique Pesoa, ¿qué es lo que más te sorprende de él arriba del escenario?
E.M.: Arriba del escenario, sin dudas, su histrionismo. Es un tipo que empieza a charlar y ya con su palabra, las historias que va armando te envuelven en un clima en el que todo te parece interesante. Es un gran narrador. Cuando el polaco Goyeneche debuta en la orquesta de Troilo, le dice: “Polaco, usted no cante, usted cuente. De la música nos encargamos nosotros.” Y yo creo que es lo que hace Quique, cuenta, y todo lo que cuenta lo hace realmente muy bien, logrando que el que lo escucha se enganche inmediatamente con la historia. En definitiva, eso de contar cuentos e historias nos remite a la primera infancia, cuando éramos tan chiquitos que necesitábamos un cuento para dormir.
P.: Lo nombraste recién, contanos alguna anécdota con el Polaco Goyeneche.
E.M.: Si, claro, tuve la suerte de acompañarlo y de grabar en su último disco en 1993 para Melopea, el sello de Lito Nebia, en una época en que Lito producía un montón de discos. Ahí arrancamos con Adriana Varela, por ejemplo, a comienzos de los noventa, con nuestro primer cassetito y de la mano de Adriana llegó el Polaco, que no tenía ningún sello discográfico, entonces Lito decide grabárselo. Estando en una grabación con el Polaco se nos ocurre grabar con Antonio Agri - nada menos-, un tango que se llama “Viejo ciego” que es de Homero Manzi. Para mí era como ver jugar a Maradona y Messi a la vez, contemplar a dos monstruos que estaban haciendo su arte. Por supuesto en una toma, en vivo, sin ninguna sobregrabación - habitualmente los cantores ponen la voz al final, una vez que la música ya está grabada-. Acá era todo como si estuviéramos en un show en vivo, y cuando terminamos el tema, mientras escuchábamos la toma, el Polaco, llorando, nos besaba las manos a Antonio y a mí. Al Polaco yo por ahí lo buscaba para grabar y me esperaba sentadito en el umbral de la puerta, en el barrio de Saavedra, y tenía prohibido fumar, porque de los pulmones andaba de la miseria, entonces yo lo pasaba a buscar en mi auto - un Peugeot 904 todo destartalado, que no tenía ni pisos porque el agua que entraba por el techo me los pudría- y el Polaco se sube y le digo: “Escuchame Polaquito, fijate que el piso está podrido, pisá en la tabla que hay. Cuando doblemos hacia la izquierda, la puerta tuya se va a abrir porque no anda bien” y el Polaco me contesta: “Escuchame, nene, ¿el encendedor funciona?”, le respondo que sí y él me sonríe: “Entonces, vamos a donde quieras.” Sacó desde la ropa un cigarrillo todo dobladito, prendió el encendedor y se puso a fumar a lo colectivero y la pasamos bárbaro.
E.M.: Mi viejo era muy melómano y él ponía los discos en el winco –habría que aclarar lo que vendría a ser el tocadiscos- y hacía que toda la familia escuchase música. Era como el DJ de la casa, para decirlo con una metáfora contemporánea. Mi viejo nos hacía escuchar música clásica, folklore, jazz a Claudio- un hombre de los medios pero, sobre todo, un extraordinario pianista- y a mí. Nosotros tratábamos de sacar temas de los discos, en esa época para estar en la pomada, es decir, poder tocar los temas de moda, había que sacar durante horas los temas de los discos para tratar de tocar como los Beatles, por ejemplo. Entonces, una vuelta mi viejo trajo un disco de un grupo vocal extraordinario que se llama “Buenos Aires 8”, un grupo vocal argentino que hacía un disco homenaje a Astor Piazzola, y a mi hermano y a mí se nos ocurrió sacar un par de temas de aquel disco, con todo el desparpajo que implicaba, y los tocamos en el concierto de fin de año de la academia donde estudiábamos y fue el primer recuerdo que tengo de que nos hayan aplaudido intensamente con los temas de Piazzola.
P.: ¿Qué edad tenían vos y tu hermano en ese momento?
E.M.: Teníamos 11 o 12 años, en el barrio de Villa Luro, que es un barrio de casa bajas en donde en esa época las mamás y/o las tías salían a la tarde con la banquetita, el tejido y el mate a la puerta o a la vereda mientras nosotros jugábamos a la pelota, andábamos en bicicleta…
P.: Tenés una historia musical muy larga y variada, ¿cuáles son para vos los momentos que considerás más significativos?
E.M.: Muchos, gracias a Dios, por el lado del cuarteto, hace un par de años tocamos en el cierre del Festival de Tango que ahora está transcurriendo en la ciudad de Buenos Aires. En el Luna Park, con María Graña: Haber tocado con el Polaco y grabado con él. Con Adriana( Varela) hemos tenido algunas actuaciones memorables, por ejemplo, en Cartagena de Indias para una reunión de presidentes de Iberoamérica, en un escenario en el que estaban Carlos Vives, Pablo Milanés y Joaquín Sabina, y después nosotros. Y en el público estaban los reyes de España, ¡y estaba Fidel! al lado de Carlos I de Anillaco, y los dos nos saludaban (risas). Realmente fueron momentos increíbles. Después, cuando estuvimos guitarreando en Cartagena, toda la noche con Sabina en la habitación de Adriana en las que hay cosas que no se pueden contar; pero, te imaginarás, toda la noche tocando y haciendo música.
P.: Qué personaje extraordinario Sabina…
E.M.: Qué te puedo decir, al día siguiente a la mañana fuimos todos juntos a desayunar después de haber consumido varias botellas de Whisky. Fue una noche inolvidable. Después, también gracias a Carlos (Vives) aparecimos tocando en un encuentro de presidentes, pero esta vez en Miami, en donde el que presentaba era Quincey Jones, también estaba Liza Minelli, y nosotros presenciándolos tan cerca.
P.: ¿Tenían dimensión en ese momento de lo que estaban viviendo?
E.M: Está muy bien lo que preguntás, porque uno en el momento no es consciente. Por ejemplo, también me tocó acompañar a Zitarrosa en 1986 o acompañar a Isabel Parra en el Estadio de Velez dos años antes en un encuentro de las juventudes políticas. Lo mismo pasa con este show que estamos haciendo con Quique, hace poco tuvimos una entrevista en Radio Nacional y el entrevistador era Héctor Larrea, y yo escuchaba asombrado a Quique y a Hector conversando allí y se dice: “Bolú, están Maradona y Messi haciendo jueguitos”. Son dos personajes extraordinarios y uno no toma dimensión de que está pasando toda la historia de la radiofonía argentina delante mío. Lo mismo grabar con León Gieco, que tuvo la deferencia de producir dos discos que hicimos a beneficio de la Casa del Teatro con un montón de actores.
P.: ¿Qué relación tenés con León Gieco?
E.M.: León es un tipo de una generosidad absoluta, un fuera de serie. Él vino a grabar a uno de mis discos como invitado una canción que se llama “Alas de tango” y después lo presentamos en un teatro de la avenida Corrientes (el teatro Alvear) y, en el medio de la presentación, un amigo mío, Luis Noceti, que era el productor del disco le dijo “Escuchame, ¿a vos te parece que un perejil como yo le tiene que producir un disco a este pibe?”, y León le contesta: “Tenés razón, los próximos discos se los voy a producir yo (risas).” Agarró el guante y yo pensé que era una broma, y cuando terminó el show nos fuimos a comer y mi amigo me cuenta que efectivamente León iba a producirme los próximos discos, y a la semana me estaba llamando y armamos esto de los actores que cantaron a beneficio de la Casa del Teatro. Los sacó Página/12 ambos discos. Toda la guita que se recaudó fue para la Casa del Teatro. Además, está lo que hizo con Mundo Alas, yendo a cantar a todos lados; León es otro de los tipos imprescindibles.
P.: Si tuvieras que nombrar a un guitarrista de folklore, otro del tango y un tercero del rock que admires, ¿quiénes serían y qué admiras de cada uno de ellos?
E.M.: De los nuestros hay un montón, a mí Cacho Tirao me gustaba muchísimo y alguna vez nos abrió la cabeza a muchos al mostrarnos que se podía tocar música popular con la misma destreza técnica que la música clásica. De los músicos de hoy, Luis “el gordo” Salinas, Juanjo Dominguez; de los antes, Roberto Grela sin dudas. En el folklore hay un guitarrista extraordinario que se llama Osvaldo Burucuá; también Gustavo Bazterrica, Raul Carnota, que componían cosas increíbles. Otro gran guitarrista, y además un tipo superlativo, el flaco Luis (Alberto Spinetta) con quien jugábamos al fútbol hace muchísimos años… Él es un referente ineludible. Somos un país de muy buenos guitarristas, un país musical por excelencia y con talentos extraordinarios a los que habría que seguir imitando.
P.: Quedémonos un poco en eso que dijiste, ¿jugaste al fútbol con el flaco Spinetta?
E.M.: Sí, sí, hace muchísimos años… (risas) Eran partidos extraordinarios. Una vuelta - no me acuerdo si fue Rodolfo García- que lo fue a cruzar al Flaco y se quejó diciendo: “Ey, si me vas así me vas a romper una mano, ¿y después qué hago? ¿Me voy a vender lupines?”. El Flaco siempre iba con su camiseta de River, aunque yo era del bando contrario. Habíamos comprado una pelota Adidas de esas fosforescentes que estaban en esa época, y nos encontrábamos los sábados a la mañana en un potrero de plaza. Realmente, hay anécdotas para escribir un libro, lo tendría que empezar a hacer o por lo menos un blog para empezar a contarlas porque son lindísimas y pintan a los personajes como realmente son. Siempre me he topado con muy buena gente.