viernes, 12 de octubre de 2018

Sexo surrealista

                                     


Entre 1928 y 1932, la mesa chica del surrealismo francés mantuvo una serie de reuniones sobre el tema de la sexualidad.  En 1990,  Gallimard publicó la totalidad de los diálogos bajo el título de Recherches sur la sexualité, libro que hoy es virtualmente inhallable en español.  Publicamos un fragmento del sexto encuentro ocurrido el 3 de marzo de 1928.


Antonin Artaud: Entre una demanda de orden sexual y una demanda importante de otro orden ¿cuál elegiría, en caso de que, claro está, se produjesen al mismo tiempo?

Benjamin Péret: Para mí una demanda sexual sólo tiene interés si se acompaña de amor, y en ese caso, dejo todo por el amor.

Antonin Artaud: Está cambiando de tema.

Benjamin Péret: Los dos están íntimamente asociados.

André Bretón: ¿Por qué quiere separarlos?

Antonin Artaud: Porque si no se confunde todo. Mi pregunta apuntaba solamente a la sexualidad. La rehago: “En un caso en donde la cuestión del amor no se plantea, y donde del otro lado habría una demanda de otro orden, ¿cuál de las dos elige Bretón?

André Bretón: La segunda, evidentemente. No obstante, soy de la opinión de comenzar por relacionar la cuestión de la sexualidad a la del amor. Toda esta conversación no tiene otro objetivo que, en el amor, darle a la sexualidad el lugar que le corresponde.

Antonin Artaud: ¿No le ocurrió jamás en la vida un solo caso donde, sin ninguna onda de amor y con una propensión muy leve por una mujer –probablemente de orden físico- haya experimentado un gran placer sexual?

André Bretón: Nunca experimenté “placer” sexual, por decirlo de esa manera. Cada vez que hice el amor con una mujer, si bien no tenía la certeza de amarla, menos aún tenía de no amarla.

Antonin Artaud: Bretón, hablando de placer sexual, ¿considera sólo el lado físico, no piensa nunca en ese aspecto, o en el acto sexual el placer moral experimentado contiene todo?

André Bretón: El único placer que concibo es el moral.

Antonin Artaud:  Esa respuesta me parece extraordinariamente tendenciosa y arbitraria.

André Bretón: ¿Por qué?

Antonin Artaud: No nos entendemos sobre ninguna palabra que pronunciamos: creo que es necesario un análisis por cada palabra pronunciada si no el debate se hace imposible.

André Bretón: Debe haber un malentendido en relación a la palabra placer. Si se trata del goce propiamente dicho no rechazo colocarme en el terreno más objetivo.

Jacques Prévert: ¿Cuánto tiempo piensan que pueden estar sin hacer el amor?

Antonin Artaud: Años.

Jacques Prévert: Completamente de acuerdo.

Benjamin Péret: A mí eso me sería imposible.

André Bretón: Para vos, entonces, el amor no está necesariamente en juego porque obedecés a determinaciones psicológicas.

Benjamin Péret:  Un espacio de varios años me parece una quimera. No concibo, a priori,  que yo pueda estar tanto tiempo sin hacer el amor. Yo no busco hacer el amor, busco una mujer.

Jacques Prévert: Es lo mismo.

André Bretón: No es lo mismo. La elección que precede al amor podría prácticamente ejercerse en esas condiciones.

Antonin Artaud: ¿Puede Péret jurar, siendo absolutamente sincero consigo mismo, que no es una idea de sexualidad la que lo impulsa hacia una representación femenina, cualquiera sea?

Benjamin Péret:  Es siempre una esperanza en la mujer que conozco la que me impulsa a conocerla.

André Bretón: Eso es demasiado vago. Se le puede responder a Artaud que da lo mismo saber si, en un caso como ese, lo impulsa una idea de sexualidad; de la misma manera que da lo mismo saber si los otros actos de la vida pueden estar motivados por un principio de conservación del individuo o de propagación de la especie.

Antonin Artaud: Creo que las satisfacciones que el amor es capaz de dar son siempre de una especie bastante lejana y no implican ningún tipo de certeza. Creo con obstinación en las satisfacciones de un orden intelectual opuesto a ese otro orden, al que es superior, ya que implica una idea de posesión más cercana y más firme. Hay en el amor una idea de sumisión y de despersonalización que me es insoportable; y creo que, solo y frente a mí mismo, soy capaz de maravillarme como en un estado equivalente al amor.

André Bretón: Si pongo el amor por sobre todo, es porque es para mí el estado de cosas más desesperado y más desesperante que hay. Todo lo que espero en ese terreno, es mi despersonalización. En cuanto a mi sumisión, está tan mezclada con la dominación, que no vale la pena aclararlo. Siento, por fin,  la sensación de no ser más libre por nada.

Antonin Artaud:  Niego que, de manera habitual y consciente, el desasosiego sea el sentimiento que predomina en el amor cuando se lo busca y cuando se piensa en él. De todas formas, creo que el espíritu concebido en su totalidad tiene recursos más desesperantes que los del amor.

André Bretón: Nunca dije que el desasosiego predominase en el amor, sí que lo condiciona. Pero el amor es el “fin” de ese desasosiego y en consecuencia está más allá de todos los recursos del espíritu de los que usted hablaba.

Raymond Queaneau:  El otro día me hicieron esta pregunta: “¿Cree que una mujer le está destinada?” ¿Qué piensa Artaud?

Antonin Artaud: Siempre crei sólo en eso. Pienso que es muy probable que no la encuentre jamás.

André Bretón: ¿Qué es esta idea virtual del destino? ¿Si no va a encontrar a esa mujer, como puede decir que le estaba destinada?

Antonin Artaud: La voy a encontrar, necesariamente. Quizá no en esta vida. ¡Debo agregar que pienso lo peor de esa mujer!

André Bretón: Yo pienso lo mejor,  ya que no me tomo como un hombre libre.

Antonin Artaud: ¿Para los aquí presentes, la masturbación es una idea infame? ¿Siempre lo ha sido? ¿A partir de qué momento dejó o comenzó a serlo?

Jacques Prévert: Nunca fue infame, nunca se me ocurrió hacer algo infame.

André Bretón: Nunca fue infame, propiamente dicho. Sin embargo, durante mucho tiempo me pareció una forma muy pobre de salir del paso y algo bastante miserable. ¡Sobre todo sin duda porque admitía que podía tener consecuencias engorrosas para la salud! Es algo curioso, pero cuanto más fui juzgándola admisible, menos me entregué. Sólo me pareció totalmente aceptable desde el día en que me enteré, leyendo un libro de Wittels sobre Freud, que algunos psicoanalistas de la Escuela de Zurich la pregonaban como medio terapéutico en ciertos casos. Desde ese día, no la considero más que como un remedio y tengo contra ella los mismos prejuicios que tengo contra todos los remedios.

Antonin Artaud: A pesar de todos los esfuerzos que hice para demostrarme la legitimidad de ese acto, siempre lo encontré infame y me pareció conllevar siempre la misma cantidad de desvalorizaciones de sí mismo.

Benjamin Péret:  Ese acto nunca me pareció infame, pero tuvo en mí durante mucho tiempo el efecto de un mal menor.

André Bretón: Hago notar que nunca tuvo para mí el sentido de un mal menor sino el de una forma de deshecho moral, allí donde la realización del acto sexual con una mujer no hubiese tenido la misma eficacia.

Presentación

Una forma distinta, propia, de mirar la realidad y contarla. Sumate a este proyecto de periodismo gráfico y audiovisual, para defender c...