A partir de El agua
y la noche, publicado en 1933, Juan L. Ortiz (1896-1978) ha ido
obra poética de gran rigor, de gran vastedad, de tan absoluta
originalidad, que lo convierten en uno de los mayores creadores de la
poesía de este siglo en lengua hispana.
A
fines de diciembre de 1960, la Editorial Biblioteca-Departamento de
Publicaciones de la Biblioteca Popular Vigil- dio a conocer como
homenaje al poeta entrerriano los tres tomos de En el aura del sauce,
donde se condensa su labor poética. Fue posible acceder así a
libros ya inencontrables, a poemas desconocidos para una gran mayoría
de lectores, y
que sin embargo han sido creados para gozo de todo corazón de
hombre. Y en este hecho está simbolizado acaso un signo constante en
la vida de Ortiz: la soledad como forma de penetrar en la realidad,
en la sabiduría, pero sin olvidar jamás a quién está destinada
esa verdad, ese alumbramiento que guía su conducta. Alguien ya dijo
que "toda la obra de Ortiz nos convoca fervorosamente al
ejercicio de una contemplación activa para instaurar en el mundo el
reino de la poesía y
la soberanía del amor".
Juan L. Ortiz vive
en Paraná (Argentina) casi frente al río del mismo nombre,
soportando con entera dignidad una situación económica hostil, pero
persistiendo sin pausa en su militancia poética, una forma, también
activa, de ser constructor de un universo más justo, bello y
solidario.
V.Z.L.:
Han pasado casi seis años desde la última vez que nos vimos…
J.L.O.: Es usted quien
tiene olvidado a su viejo amigo. Sabe que yo ya no viajo a Buenos
Aires. Pero siéntese aquí, de frente al
paisaje. Lo noto cansado, le va a hacer bien mirar el río...
V.Z.L.:
Usted no ha cambiado nada. Pareciera que el tiempo es-más dulce y
más
lento por aquí... Imagino que seguirá escribiendo…
J.L.O.:
Sí, ése es un delito en el que persisto... Estoy preparando el
cuarto tomo de mis obras, aunque con muchas dificultades; se me han
perdido varias cosas que tenía borroneadas; sin embargo, más o
menos, no sé si este año, acaso más seguro el año que viene, tal
vez pueda llegar a dar con un cierto mundo, de modo que constituiría
lo que podría ser el cuarto tomo.
Seguramente no ha de
ser tan extenso ni
tan denso, en los dos-sentidos, cómo los otros tomos, -pero, en fin,
espero sacarlo. Hablaba de densidad en el sentido físico, casi, lo
otro no me atañe a mi, son cosas de mis amigos.
V.Z.L.: ¿ Cuántos
años lleva celebrados con la poesía?
J.L.O.: ¿Le parece que
celebrados; ..? Diría, más justa y humildemente; que mi primer
libro se publicó en 1932. Aunque desde 1924 (año en que me casé)
hasta 1932 había estado ordenando un poquito mis papeles; si es que
se puede decir ordenar. Pero ya antes, desde que aprendí a leer y
escribir; las cosas empezaron a asentarse; memorizando a veces
anotando en un cuaderno otras ...
V.Z.L.
¿Cómo es que Se decidió a publicar su primer libro... ?
J.L.O.:
Diría que no me decidí ... Quisieron: .. Vino Carlos Mastronardi y
me dijo: "hay que hacer algo con tus poemas...", y
él mismo se encargó de la selección. Yo ni
siquiera tenía ánimo para pasar en limpio todas esas cosas,
....tampoco tenía máquina. Resultó algo muy circunstancial,
interviniendo Mastronardi eh primer término y- después César
Tiempo y Córdoba Iturburu. Ellos fueron los animadores o mejor
dicho, los instigadores de mi primer delito. Se llama El
agua
y
la
noche. Pero,
como ya le he dicho, tenía muchas cosas anotadas en mis cuadernos.
Escribí casi, casi todo, en Entre Ríos, aunque de muchacho,
mientras estuve haciendo “la bohemia porteña” –igualmente-
escribía a cualquier hora, acaso impulsado por una fuerte
nostalgia...
V.Z.L.:
Recuerdo su poema "Gualeguay", allí está parte de su
infancia… .EI resto de su vida también se puede ir componiendo a
través de su poesía. Aun así, ¿por qué no traza, brevemente, un
hilo conductor que nos lleve con más seguridad por su "historia...
?
J.L.O.: Nací en Entre
Ríos, en Puerto Rico, Gualeguay, a dos leguas de la ciudad. Era una
zona portuaria importante, debido principalmente a que estaba
instalado un gran frigorífico. En esas tierras había andado
Garibaldi, y a punto estuvo de ser ahorcado. A los cuatro años, o
sea en 1900, nos fuimos a Villaguay, donde mi padre fue nombrado
administrador de una estancia. El lugar se llamaba Montiel, y quedaba
a unas nueve leguas de la ciudad. Era plena selva. Tiempo después
pasé otra vez a Gualeguay; donde hice la escuela normal. Y cuando
cumplí quince años me fui, solo, por mi propia cuenta, a Buenos
Aires. Estuve en el barrio de Villa Crespo, cercano a la Chacarita y
lo que era el arroyo Maldonado. No tenía trabajo fijo, cuando podía
retocaba negativos, hacía ampliaciones, dibujos a lápiz ... en fin,
con eso más o menos me defendía, más o menos ... En ese año
ocurre un hecho muy importante para mí: por intermedio de Salvadora
Medina, la esposa de Botana, el director del diario Crítica,
pude conocer a Manuel Ugarte. Fue en su casa de la calle Rincón, un
miércoles, día en que acostumbraba a recibir a la gente joven. Me
impresionó mucho la figura de Ugarte, a quien yo ya conocía por sus
escritos y por su posición definidamente antimperialista; él "fue
de los primeros. Ugarte predicaba o, mejor dicho, insistía en sus
escritos sobre la militancia del escritor, de acuerdo a la tradición,
precisamente militante, diríamos de la literatura latinoamericana, a
partir de José Martí en adelante, y que en la Argentina también
tenía muy buenos antecedentes.
V.Z.L.: ¿Recuerda
lo que más le impresionó de Ugarte en aquella entrevista?
J.L.O.: Su bondad. Me
pareció un hombre esencialmente bondadoso. Sin embargo a pesar de
esa grata impresión y de que me invitó otra vez a su casa, no
volví a verlo. Es que me molestaba el contacto con cierta gente
alacrana de Buenos Aires que integraba todos los círculos
literarios, y que no hacía más que hablar y hablar. Y que casi no
leía, y
estudiaba muy poco. Pasados algunos meses me fui a vivir con una tía
en Avellaneda, más precisamente en Crucecita, un barrio entonces
terrible por los asaltos. Sin embargo yo andaba muy tranquilo sin
reparar en las horas. Salía, por ejemplo, de la biblioteca del
Municipio que estaba entonces en pleno centro –en Corrientes y
Montevideo- a eso de las diez de la noche, me iba caminando hasta
Avellaneda y cuando llegaba era de madrugada. Así fue mi
vida en Buenos Aires: muy caminada y
muy
leída. Posteriormente, y por consejo de mi madre, me fui a vivir con
un hermano en Baradero. Recorría pausadamente esos campos, y ello
acrecentó mi
necesidad
de volver a Entre Ríos. Es que ya en Buenos Aires había sentido una
gran nostalgia y me iba a los bosques de Palermo, al Jardín
Botánico, al Parque Lezica por el arbolado, para leer, para estar...
Buscaba siempre los lugares arbolados, pero, por supuesto, no se
calmaba, no se suavizaba el dolor de estar lejos de mi provincia, de
Gualeguay sobre todo. Así fue que habiendo permanecido unos meses en
Baradero, aliviado por esos ríos ,por esos pastos... pero a la vez
incitado por ellos, me embarqué en la costa y volví a mi lugar
natal. Tenía 17 años, Me llevaba de Buenos Aires innumerables
lecturas y el conocimiento de mucha gente interesante: casi todos
anarquistas que escribían en La
protesta.
Y destaco especialmente a Rafael Barret, un gran escritor que influyó
mucho en mí y que seguí leyendo en Gualeguay.
V.Z.L..:
Ya de regreso en su provincia, ¿qué es lo que hace?
J.L.O.: Al poco tiempo
me empleo en el Registro Civil. Mi madre insistía en que tuviera una
ocupación fija; como todas las madres veía el peligro del
vagabundaje, del continuo andar y andar. Se alegró entonces por ese
empleo que, en lo económico, no daba ninguna solución. Pese a ello
estuve en ese Registro Civil la friolera de 27 años. Eso sí,
viajaba algunas veces a Buenos Aires, y vivía casi en las afueras de
la ciudad. Al llegar la tarde, a la salida del trabajo, cruzaba las
islas y me quedaba en- plena naturaleza, Me metí en la vida isleña
con palita
y
todo,
como decía Eduardo Taleo, un gran amigo, un escritor colombiano a
quien conocí mucho y
que tuvo una vida sumamente extraña. Recuerdo que este hombre, de
ideas anarquistas, fue nombrado, cosa rara, alcaide en una cárcel de
Neuquén. Taleo se había casado, y tenía una hijita, y
se fue a
vivir con ellos a la alcaidía. Un día los presos se fugaron, todos,
incluso en su desesperación lastimaron a la nenita, se la llevaron
por delante así y todo, Taleo, al otro día, publicó en La
vanguardia
una
hermosa salutación a los evadidos ¿Curioso, no? Pero estas
contradicciones no eran de extrañar. También Ricardo Rojas, que
profesaba ideas anarquistas, fue secretario de Carlos PeIlegrini. Es
decir que la oligarquía, entonces, halagaba a cierta gente cuyo
anarquismo era inofensivo, "literario", claro está que
había otro anarquismo, el de la FORA, el de las huelgas, que era
duramente combatido;
En Gualeguay me quede
hasta 1942, en que vine a radicarme a Paraná. Pero no me jubilé con
.los años cumplidos, pedí antes el retiro, estaba cansado de ese
trabajo.
V.Z.L.: ¿Por qué
ha elegido vivir permanentemente en una provincia?
J.L.O.: Acaso porque he
decidido pasar, como bien dice Machado, la prueba
dela soledad en el paisaje; dura
prueba para todo escritor. Machado,
precisamente,
fue un típico escritor
de provincia,
en el sentido pleno. O sea estuvo radicado en un pequeño lugar, y
muy espaciadamente viajaba a Madrid, y menos aún a París, aunque no
por ello estaba ausente o desconocía lo que pasaba: Machado dice
cosas muy profundas y muy justas. Lo
que
significa vivir en provincia y resistir la prueba de estar sin
compañía.
Es algo que después yo he sentido en carne propia. Revisando sus
libros decía: esto
es lo que me sucede a mi. El
afirma que es un desafío muy importante para ciertos escritores, o
para ciertos espíritus: vivir con la naturaleza, fuera de la ciudad,
porque si bien es muy humano y muy necesario contrastar lo que uno
hace, someter a la opinión de los colegas o cómplices lo que uno
está creando, saber a qué atenerse sobre su valor, si bien ello es
necesario para la conciencia poética, artística en general, lo
otro, es decir la contrastación solamente con las cosas que no
responden, quizás sea determinante o más
profunda en distinto sentido. Machado dice que él en las provincias
no podía preguntarle a un árbol, a una piedra, lo que valía eso
que hacía, eso que sentía que debía hacer. Y que le hubiera sido
relativamente fácil irse a Madrid a preguntárselo a otros
escritores, pero que prefería someterse a la prueba misma, si es que
puede considerarse prueba, a esa resonancia que no sé si
imaginativamente, las cosas tienen en el mismo mundo que las rodea. O
sea, hay ciertos elementos que son un poquito negativos, como la
vanidad publicitaria, que se satisface con una vida de grupo, de
camaradería, con una vida que se llama justamente
artístico-literaria.
Pero
lo otro es una alternativa que define, dirige una vocación de otra
manera. Aunque no se puede decir que esto es mejor que aquello,
depende de cada uno, de cada experiencia personal. .
V.Z.L.: Valéry
representaría la otra postura; El sostiene la necesidad de los
círculos literarios...
J.L.O.: Sí, Valéry
habla de la importancia que en la formación de un escritor tienen
los grupos, las escuelas y círculos literarios. También sostiene
que el artista debe conocerlos ambientes de las grandes capitales,
empaparse en esa existencia plena como una forma de saber a qué
atenerse. Sin embargo, Machado afirma que, para saber a qué
atenerse, nada vale más que la experiencia única de la soledad; que
se nutre en la lectura y en la meditación y que paulatinamente se va
sedimentando; afinando, desarrollando. Se verá entonces SI su
autenticidad es real, si su vocación es profunda, porque el poeta
que se queda en provincia no tiene más alicientes que los árboles y
las piedras, y los estímulos exteriores de tipo cornpañeril o
humano no los requiere, los tiene dentro de sí. En otras palabras,
su acción poética responde a una necesidad interior quena precisa
resonancias ni ecos, ni apreciaciones de valor. Nada.
V.Z.L.: ¿Desecha
entonces los juicios críticos, la historicidad del arte, aún la
estética? Sin embargo usted tiene conciencia del valor de su obra,
¿en qué la funda?
J.L.O.: Pienso que he
leído, mucho; eso me fue dando cierta conciencia sobre lo que yo
hacía, cosa que, por lo demás, no me preocupa mucho. Siempre me he
remitido a la necesidad
en el sentido de Rilke. He intuido que todos los juicios 'son muy
relativos, el juicio de una generación, el juicio de una época, el
juicio de una cultura, el juicio de lo que se llama “conciencia
artística" en un país, el juicio de un momento histórico:..
Todos estos elementos no se pueden eludir, desde luego, y nosotros
opinamos y juzgamos en función de ellos, pero también ha habido
casos en quejos valores los determina el sujeto de acuerdo a la
experiencia única, sin ser cerrilmente individualista ,simplemente
porque se tiene la práctica de lo que se llama el complejo
cultural y humano
e igualmente se sabe, justamente en contacto con ese complejo, lo que
uno no puede dejar de ser y hacer. Es decir, el foco de la creación
es siempre particular. Sin embargo hay también una creación
colectiva. Y una no excluye a la otra. Son momentos; y hay
circunstancias personales sobre las que no se puede teorizar. .A mí
nunca me
atrajo el contacto con los círculos literarios, tampoco los
necesité. Mis contactos con otros escritores, con otros poetas, han
sido siempre casuales. No porque me considerase distinto;
sencillamente porque debía hacerlo. Me pongo un poco, gratificado,
en el papel de una florcita, que tiene que darse, porque viene de
abajo; y todo lo que hace la flor para su realización, con todo lo
que necesita la flor para esa realización, las instancias de la
tierra, las otras florcitas o plantitas o briznas (porque las
florcitas también requieren compañía) es una necesidad natural...
V.Z.L.: ¿Acostumbra
meditar sobre su poesía? ¿Qué extrae del conjunto de su obra como
pensamiento central?
J.L.O.: No crea que he
meditado mucho, al menos sobre lo que significa como realización,
Ilamémosle así, dentro de cierta estética, de cierto gusto, de
ciertas exigencias, de ciertas tendencias, de determinado entorno
cultural, no, en ese sentido no he frecuentado la meditación sobre
lo por mí creado. He considerado más bien mi
poesía en lo que significa como
testimonio, diríamos, de momentos dados en que yo sentía esa
necesidad; Tanto es así que a veces vuelvo a leer y empiezo a
recordar, aunque hay ciertos momentos vividos que son difíciles de
rescatar, devolver a ellos en profundidad... La visión que tengo de
mi
poesía es que ha sido otra manera de ser. Yo existía justamente por
eso y a través de eso. ¿Por qué? Porque vivía en la poesía
entonces, cuando llegaba a una relativa, pero muy relativa, a una
humildísima satisfacción importaba otra forma de vivir; en cuanto
eso que había provocado el poema, o lo que fuera, respondía a una
intuición de cierta realidad, de ciertas zonas de la realidad, de
ciertos matices, de cierta profundidad fuera de lo que normalmente se
podía captar, entonces me traía la sensación de que yo revivía
ese hasta
dónde,
yo había podido percibir ciertos matices de una realidad que me
trascendía y que intuía muy profunda, inaccesible casi.
V.Z.L.:
Poesía entonces como una forma del conocimiento...
J.L.O.: Exactamente.
También yo estoy de acuerdo con Pavese cuando dice que la poesía es
otra vía al conocimiento. Y es otra forma de vida. Porque,
justamente, eso que pasó como agua a través de uno se vuelve menos
desorden. Cierta conciencia del tiempo, cierta iluminación que
tenemos nosotros con respecto del tiempo vivido como normal reaparece
entonces, se vuelve a vivir a través de lo que uno ha sentido y que
ha logrado sugerir aunque fuera para uno mismo. Yo no me hacía
ilusión sobre si esos matices iban a tener un valor o cosa parecida,
yo los sentía vibrar y revivía ese momento en que me había metido
en la realidad o en una zona de ella. Ah, mi querido amigo, creo que
he sido muy vago quizá, como usted sabe, estas cosas son demasiado
ligeras...
V.Z.L.: Ligeras y
embriagadoras. Esa. embriaguez que trae enfrentar el misterio y que
por suerte el hombre sigue amando ... No trato de volver al acaso
estéril enfrentamiento entre arte y ciencia, ¿pero no cree usted
que son dos' caminos particulares para captar la realidad?
J.L.O.: Es preciso no enfrentar el arte y la ciencia, pero también es
innegable que son dos vías. El artista tiende a la sensibilidad y
el científico obra por concepto, por abstracción, cuya historia,
diremos así, va determinando lo que se llama "tradición
científica", que es la base para la investigación de ciertas
zonas limitadas de la realidad. ¿Cuáles son esas zonas? Aquéllas-
que son aprehensibles por cierto tipo de conocimiento. Pero las
matemáticas y la química, y aun la filosofía, están determinadas,
en lo profundo, por la intuición que, tal como señalara Einstein,
es de tipo poético. Quiere decir entonces que el científico y el
artista en ese aspecto de la intuición se juntan. Hay una sensación
de cierta cosa que trasciende, de cierta realidad profunda, por un
momento de casi iluminación. Por lo demás, no creo que ese
conocimiento esté solamente en el científico o en el artista, hay
un tipo de conocimiento casi universal que es extensivo a toda
criatura viviente, incluyendo a los animales. Y ese conocimiento de
la realidad muchas veces supera al que posteriormente podemos
alcanzar, aun por intuición y aun por abstracción
empírico-matemática.
Pero volviendo a lo que
serían las diferencias entre conocimiento científico y artístico
creo que el eje está dado en la actitud o el método. El científico
se coloca en la posición de valerse como instrumento de la
abstracción del concepto. El poeta es la sensación, la intuición y
a veces la imaginación, que es también muy importante en la
captación del objeto. Pero aún en el conocimiento conceptual no
existe la separación o abstracción absoluta, se mantiene siempre,
subsiste, una participación subjetiva. Diríamos, finalmente, que se
trata de-una preeminencia de matices entre la intuición o el
concepto o, como dijera el Dante, entre el amor y la inteligencia. El
decía amor en ese sentido de la intuición, que es a la vez
inteligencia. Y la inteligencia a su vez es amor. Eso lo viene a
reafirmar también Einstein. Si no hubiera sentido amor por una
realidad que percibía que era relativa, no hubiera llegado a esas
investigaciones a las que llegó. Amor dicho en un sentido de
comprensión, de amplitud, de superación, de salida, de
trascendencia a lo que uno en cierta medida está más aferrado.
V.Z.L.: ¿Cómo
relaciona una visión amplia, profunda del sufrimiento del hombre
como ser social y como parte de un contexto histórico determinado,
con su poesía que es extremadamente lírica? ¿Cómo mantener la
preeminencia del tono lírico frente a la presión del sufrimiento
cotidiano del hombre? ¿Cómo mantener un cierto alejamiento ante la
urgencia de la palabra que requieren las situaciones límite, sin
perder la humanidad, la conciencia, la sensibilidad de poeta, no ya
la sensibilidad "literaria" que es de otro orden, menor, y,
frecuentada por "poetas" también menores como manera fácil
del escapismo... ?
J.L.O.:
En los estados de creación por necesidad interior (yo hablo siempre
en este campo con un lenguaje rilkeano), en esos estados que informan
o constituyen al hombre (que no es el yo solamente sino un complejo
de experiencias que abarca todo, todo, o sea que comprende la
realidad en el conjunto de sus contradicciones, sus dramas ... y que
no se olvida del ser en su sufrimiento cotidiano, en una situación
determinada, .sino que está actuando en otra profundidad), se
participa .de una manera, un poco oblicua, quizá, en la realidad
inmediata. Más aún, en apariencia no hay' una relación; al menos
directa, entre esa visión poética y el sufrimiento colectivo, la
tragedia. Pero la hay. Es que la tragedia no es sólo de los hombres
sino, además, de todas las criaturas vivientes, Desde el momento que
hay vida hay sufrimiento. Esta es una contradicción fundamental. Por
supuesto que la lucha humana, que ese sufrimiento por las
injusticias, nos toca más: el hombre es nuestra especie. Sin embargo
no se agota allí, .hay una trascendencia de lo que hace el hombre,
lo que se llama “humano”, hacia lo otro que vendría a ser no lo
"inhumano" porque no se opone, sino hacia ese universo que
comprende, abraza y compromete a toda criatura viviente. Y
lo compromete no solamente como ser pensante, en el caso del hombre;
sino también como criatura sufriente, para utilizar en sentido
general esa palabra.
V.Z.L.:
En la misma materia un verbo está escondido/no lo hagas sufrir, dice
Nervál. ¿Acaso será ese sentido de solidaridad universal entre
toda criatura viviente y sufriente el motivo de la perduración de la
poesía a lolargo de la historia humana..:?
J.L.O.: Quizás podría
ser así... La poesía es un conocimiento único,' en el sentido que,
a través de ella, parella, uno se inserta en ese misterio que
continuamente ha estado huyendo. Por eso el hombre a través delos
mitos, de las leyendas, siempre se ha sentido poeta, aun en las
civilizaciones más primitivas. Y por ello mismo el poeta ha sido tan
respetado en dichas sociedades. Se lo consideraba un hombre que,
debido a ciertas casualidades o designios, estaba dotado de
determinados sentidos para captar esas cosas que la comunidad de la
que formaba parte no percibía. Sin que por ello fuera un
privilegiado vulgar en el sentido actual, a pesar de que.10
dispensaban de ciertas tareas colectivas. Por ejemplo, cuando no se
había inventado la rueda y había que traer los tremendos troncos
desde la orilla del río, o arrastrar esas grandes piedras, ayudaba
toda la comunidad, pero el poeta directamente no, porque él tenía
que componer para que ese esfuerzo fuera como una danza. He allí la
gran sabiduría del pueblo. Esa gente se sentía ligera y como en
danza nada más que por el conjuro de la poesía y
del canto. Y pensar que a esos pueblos, a ésas culturas americanas,
se los ha llamado salvajes, ¡cuánta torpeza haya veces al elegirlas
palabras...!
V.Z.L.:
¿Cuál sería hoy la función del poeta en nuestra sociedad?
J.L.O.: Yo diría como
Artaud o como Cesaire que la poesía está unida ahora a la
revolución. En el sentido de las transformaciones, porque el poeta
obra con el lenguaje mismo para apresar esa realidad que es muy
fluida y
confluyente, y que es también contradictoria. Y debe asimismo
modificar todas las convenciones comunes de la comunicación. Se está
así frente a una revolución en el lenguaje que puede incidir
después en otros planos de la transformación en tanto toca otros
planos de la concepción de la realidad o de su percepción en los
lectores y oyentes. No olvidemos que el hombre está en la
prehistoria, no ha penetrado en la verdadera historia, y
el poeta está comprometido en esa tarea. Pero ya hemos hablado
bastante, y usted viene de lejos... mire, mire ese vuelo de
golondrinas, escuche ese canto.
V.Z.L.: Mejoran las
esperanzas del que está cansado…
J.L.O.: Sí, estamos
todos cansados, y
nos olvidamos demasiado del oro
del
otoño.
Acaso
la revolución consista en lo que el hombre por siglos ha
estado
postergando: la necesidad del verdadero descanso, el que permite ver
cómo crecen, día a día, las florcitas salvajes ... El hombre
necesita mirar las flores y
mirar el cielo...Lo necesita para vivir... Sin belleza el hombre se
muere…Se muere de tristeza como un pajarito. Por eso, finalmente,
un poeta es un hombre peligroso. Nos habla de las cosas que
inquietan...Hay que callarlo. O se procura, entonces, que nadie lo
escuche...¿Sabe por qué? Porque el poeta suele ser la conciencia de
la felicidad perdida…
y realizable…
La felicidad en armonía,
en
concordancia con lo que lo rodea. Todo lo que alude a eso es siempre
peligroso.
V.Z.L.:
¿Está de más preguntarle qué ha sido la poesía en su vida...?
J.L.O.:
Mi querido amigo..., la poesía es algo que me lleva y
me trae a todas las zonas de esa vida, en especial a esa más oscura
e inaccesible.
(Entrevista
publicada en revista Crisis. Número 39. Julio de 1976)