jueves, 18 de junio de 2020

"LA INVENCIÓN DE MOREL" SEGÚN ERNESTO SÁBATO



En sus años en La Plata - en los que cursó la secundaria en el Colegio Nacional, y estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas-, Ernesto Sábato participó en varios proyectos literarios y estableció sólidos contactos. Terminada su beca de investigación sobre radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie, en París, retomó el contacto con unos amigos platenses que planeaban la publicación de una revista –que terminó llamándose “Teseo”-, y en el primer número –de 1941-, Sábato publicó una nota sobre “La invención de Morel”, novela de Adolfo Bioy Casares que acababa de ser editada.


1-SOBRE SI ES UNA NOVELA DE AVENTURA

No lo creo, aunque esto se haya afirmado por ahí. O, si se quiere, es una novela de aventuras metafísicas, un poco como pasa con las cosas de Chesterton. Lo más angustioso, lo más magistralmente angustioso que hay en el relato de Bioy Casares es la complicación física y metafísica del problema, con sus universos yuxtapuestos y asimétricamente penetrables (el evadido puede hacer ciertos sondajes en el mundo de los fantasmas, pero éstos ignoran el mundo real). Algo así como universos separados por una dimensión “semi-permeable”.

Pero toda esta nomenclatura es apenas correcta, porque: ¿Cuál es el mundo real? ¿Son aquellos verdaderamente fantasmas? ¿No es, o no puede ser, el evadido un fantasma también él? Si Morel, como un demiurgo, hacer repetir hasta el infinito la vida de sus criaturas, ¿no es posible que el propio Morel, el evadido, B.C. y todos nosotros (incluso un amigo mío, a quien maldita la gracia que le haría), no es posible que seamos títeres fantasmas de un Super-Morel, que nos mueve en un eterno círculo, sin permitirnos el recuerdo de los ciclos anteriores? Pero, ¿tiene sentido para nosotros hablar de ciclos anteriores si no tenemos ni reminiscencias de los mismos? Y qué grado de realidad tendrían los fantasmas de Morel, si a su vez él fuese una proyección realizada por el Super-Morel? Esto me parece un laberinto de espejos.

Y luego está el problema de las sensaciones. Morel es sensualista y la realidad es, para él, un conjunto de sensaciones: cuando se “proyectan” todas las sensaciones correspondientes a Madelaine, se proyecta a Madelaine misma. Tanto que el alma transmigra de la “realidad” a la proyección y la “verdadera” Madelaine muere…

Hay toda una “weltaunschaung” en la novela (hace rato que deseaba colocar esta palabra, ¡qué diablos!).

2-SOBRE LA INVENCIÓN

Admiro a González Lanuza como escritor; que no se sienta molesto, pues, si le hago una pequeña observación sobre física (a veces me pongo a reflexionar con perplejidad acerca de mi diploma). Claro que esto es un poco desconsiderado, pues así como un boxeador tiene “la trompada prohibida” en la vida diaria, a un físico debería estarle “prohibida la física” fuera del laboratorio. Que conste, sin embargo, que yo no busqué la camorra.

G.L. le reprocha a B.C. haber olvidado principios fundamentales de la Energética. Con el revólver de la Termodinámica entra en el cuarto donde B.S. lucubra su universo y le hace levantar las manos; por lo menos B.C. creyó que se trataba de un revólver, y en esto basta con creer. Ahora he aquí que yo entro a mi turno, también con el revólver de la Termodinámica, y G.L. levanta las manos (así lo espero) y B.C. baja las suyas. (Después de ver “Los Hermanos Marx en el Oeste”, temo por momentos que alguien entre detrás de mío, haciendo levantar mis manos, bajar las de G.L. y levantar las de B.C.).

El revólver de G.L. está constituido por la “Suma de Temperaturas” y por el “Segundo Principio”, de manera que más bien es una escopeta de dos caños. No creo que sea éste el lugar para exponer las razones por las cuales se equivoca G.L. Sólo diré: a)que dos soles seguramente deben calentar más que uno; b) que el eterno retorno no es un imposible, a la luz de la Termodinámica Estadística: es cierto que la Entropía es la Muerte, pero también es el logaritmo de la probabilidad. Lo necesario se funde, así, con lo contingente y aleatorio, en forma que sería grata a Hegel.

3- SOBRE SU ESTILO

El libro está maravillosamente escrito, hasta cuando está mal escrito (mal escrito por coquetería, por cierto desgaire aristocrático de gente que sabe de sobra lo que hace; como cuando Picasso dibuja “mal” o cuando Pasteur bebe el agua donde acaba de lavar las uvas. Las reglas están hechas para los pobres diablos, y si no recuérdese lo que dijo Moussorgsky).

B.C. muestra, pues, cierto abandono negligente (“Haber estado queriendo averiguar”. Pero, ¿se puede saber en qué otra forma se podría expresar ese matiz? ¿Y cuando Cervantes apilaba tres infinitivos?
La incongruencia que parece existir en las primeras partes, es un sabio recurso de “metier”, destinado a crear una atmósfera de alucinación, una urdimbre cuasi onírica. Y después, B.C. tiene hallazgos finísimos, imágenes sutiles, propias para enviar mensajes desde su misterioso trasmundo. De pronto, al moverse entre sus ingrávidas criaturas hipostásicas, se sienten como soplos helados que vienen desde alguna dimensión espectral.

4-SOBRE SU HUMORISMO

Delicado, con vagas reminiscencias (cómo no) de las tarjetas postales pornográficas y sus inevitables barbudos y bigotudos “fin de siecle”. Hay salidas del más puro margotinismo, como cuando el terrible tenista grita, loco de celos y desesperación: “Le cul a barbe, Madame Faustin”

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