lunes, 20 de julio de 2020

"LUNA". Un poema de Bernardo Verbitsky




Publicó una veintena de libros entre novelas, cuento, poesía y ensayo. Acuñó la expresión “villa miseria”, cuya vigencia ha ido en vergonzoso aumento desde que fue creada hace 63 años. Su obra tiene un poder irradiante que atravesó el espeso silencio con el que se la cubrió. El escritor y psicoanalista Germán García dedicó un capítulo de “El psicoanálisis y los debates culturales” al estudios de “La neurosis monta su espectáculo”, novela de 1969. Hugo del Carril llevó al cine “Calles de tango” bajo el nombre de “Una cita con la vida”. Pedro Orgambide se encargo de resaltar “el coraje consustancial a su ética y su lucidez de escritor”. Fue uno de los pocos escritores que siguió visitando a Leopoldo Marechal cuando ya se había convertido en el “poeta depuesto”. La obra de Bernardo Verbitsky merece mucho más que esta escueta y arbitraria síntesis. Ya cumpliremos ese acto de justicia. Hoy, que se cumplen 51 años de que Neil Armstrong diera “un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad” y el Apolo XI permitiera –en palabras de Bertran Russell- que se “expandiera el ámbito de la estupidez humana-; queremos compartir este poema de Bernardo Verbitsky, publicado en el número 301 del periódico Propósitos, del 24 de julio de 1969.


La luna llena tiene cara de viejo
que sonríe abstraído a un recuerdo;
en las noches más blancas se distinguen
la Virgen, el Niño y el burrito;
yo veo casi siempre en la luna un conejo.
Esto era en un ayer de hace mil años. Ahora
no queremos fantasear; queremos
saber cómo es este cercano
arrabal de la Tierra.
El ritmo de las mareas
no ha de cambiar, pero nuestro
corazón, que late más ligero
y desordenado, alza
su oleada de sangre,
pero de sangre viva.
Ha sucedido algo grande,
y la buena nueva
hace vibrar el aire tornasolado
de estos días, pero tiene
también ecos secretos
que las miradas comentan. Las miradas,
antes que las palabras, trazan
líneas de unión entre la gente.
Ha ocurrido algo nuevo
y, sin que lo entendamos mucho,
todos al caminar corremos
a veinte o treinta centímetros del suelo.

Luna decorativa, farolito de papel,
luna boba, cara de pastilla de menta,
luna de tiza y marmolina,
con tu aire de lápida económica,
luna huesuda, luna
bien calcificada por dentro y una
buena mano de cal por fuera,
detrás de tu pantalla blanca, ¿hay
palacios desolados o pululantes
villamiserias de nácar?
Tu luz se refracta y es
alucinación de insomnio,
malsana luz de fiebre,
luna de las pesadillas
que fulge delirante
con su luminiscencia
mensual y menstrual.
Luna verdosa, luna vegetal,
luna amarilla que ríe
hasta la calavera,
luna sanguinolenta que llora
desgreñada. Luna calva
y demacrada. Luna de cristal
de borde azul. Luna mineral
con sus mares de mármol
de olas calcáreas, solidificadas
y espuma de ceniza,
luna que se desmorona, muerta,
deshabitada y muda,
temprano de silencio,
donde no hay eco.
Ni conjuro de magia de hechiceros,
ni serenatas de Pierrot, ni siquiera
nobles palabras pensativas,
confesión de impotencia. Este
es otro camino; hemos tocado
la piedra detrás de una abstracción.
Tu herida madura generosa
en este plenilunio sin rencor,
y escucharon el recitativo
sereno de tu luz
como una invitación apasionada.
Nuestro vocabulario ya tenía
una palabra nueva:
sputnik”, una palabra
que hace mirar el cielo,
y ahora de nuevo alzamos
los ojos y el alma.
El hombre, ese gigante con los pies en la Tierra,
te ha tomado en las manos
y en tu espejo mira el rostro
de su propia locura de absoluto.
¡Cuántas noche, luna, canturreabas
reflexiva y confidencial,
con la voz oscura de Louis Armstrong,
y en tus destellos yo escuchaba
la rota melodía,
el eco desgarrado,
el canto melancólico
de un sentimiento milenario.
Ahora la ceniza dorada de tu luz
puede ser la luz menos incierta
de nuestro destino
en su nueva escala cósmica,
actos y pensamiento,
la eternidad por testigo.
Aun es mezquina nuestra vida
triste, y como hasta ayer, amenazada,
y son pocos los que pueden
o los que quieren
volar a la alegría.
Pero una cosa es cierta:
la piedad ha sido impuesta
y la misericordia
se extenderá.
¿No estamos todos volviendo a nacer,
y ahora tal vez con alas?
Se nos deshace entre los dedos
mucho de lo que tocamos;
se nos envejece en un minuto
casi todo lo que tenemos;
el presente no existe,
es futuro, o pasado.
Estamos alcanzando la velocidad
a que escapaba burlándose el misterio,
y el ansia de infinito
tiende su vasto abrazo, impone
el vértigo de su ritmo
y achica todo lo que separa a los hombres.
¡Y es tan inmenso todo lo que aún nos queda por hacer!

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