martes, 2 de febrero de 2021

DOS POEMAS DEL MEXICANO ASKARI TREJO

 


Mi nombre es Askari Trejo. Estudié ingeniería mecatrónica. Mi pasión por los números me lanzó de lleno a la poesía. Vi en el ritmo y en las figuras retóricas una curiosa equivalencia con las matemáticas. Tanto que, después de captar esos dos mundos que los pitagóricos ya habían incluso unido antes, decidí escribir para hacer mi propio puente entre ellos. Y, desde entonces, sigo explorando. Al principio lo hacía por aprender, luego lo hice a modo de terapia, y mientras el contenido fue evolucionando, debido a mis lecturas sobre mitología, ciencia y filosofía, emprendí el mayor de los retos, crear un libro. Ya han pasado diez años, y los poemas que he reunido, encabezan una secuencia bajo un mismo título: cristal. La intención fue la de crear un espejo en el cual lo mismo se vea siempre diferente: algo así como un mantra. Pues gran parte de los poemas se derivan en iniciaciones antiguas a la madre tierra. Y la razón, más que nada, es la de reconectar el pensamiento con la naturaleza. Como si pensar fuera lo mismo que sembrarse. Ya que, hoy en día, y más que nunca, nos hemos ido alejando de nuestra Gran Madre y, por ende, de nuestro cuerpo, y a tal punto que podría no haber camino de vuelta hacia el vientre de donde nació el pensamiento que conectaba los abismos con las estrellas.


1


Sea lo que sea que mi corazón sea

al desangrarse para latir un poco más

y más y cada vez más

y lo justo para que aun partido parta en flota

hacia donde el mar renuncia a la tierra

y también lo necesario

para cuando la mano del dios lo hunda

de barco en barco

hasta el olvido de su propia sangre.

Entonces

oscuro furioso palpitante

con tentáculos en vez de arterias

con tinta en vez de sangre

ascenderá cual monstruoso pulpo

a destruir al dios del trueno

para que nada quede de él

pero sí su terrenal ausencia

o tal vez la huella de esa ausencia

o quizás el camino que huella a huella

esa ausencia hará hacia ningún lugar

al no-lugar donde inevitablemente mi corazón

se ha de desplomar al peso de una pluma

para que la muerte le devuelva

aquello que muere latido a latido

hasta el primero y el mismo

que abre al mar en dos

para dar a luz a la luz que sé no se ve

porque ilumina apagándose

entre las estrellas que ya la ven

como lo que era

y era aquella que no tuvo era

ni principio

ni porqué

ni final.

Para que al fin

con alas

y trombón

y trompeta

y trompas de elefante

alado y alucinado

a mil eones por latido

triunfante vuelva mi corazón

y en sinfónica orquesta revuelva

las nubes con las olas

hasta hacerlas deliciosa leche

hasta despejar

nube a nube

mi mente

hasta desnudar

ola tras ola

la última orilla de mi desnudez

Para que entonces y sólo entonces

entre mar y cielo mi corazón sea azul con azul

la copa contra la copa del brindis

que vida y muerte darán

por todo el rojo

tórrido

burbujeante amor que se concentra

y que además se derrama

en breve

y blanco

y blanquísimo silencio.


2


Dicen que la boca de aquel muerto

es un volcán inactivo

pero no

se equivocan

está más activo

que cuando hacía erupción.


Porque

desde el cráter

desde el mero centro

desde el nido que la muerte dejó

allí al borde de sus nevados labios

donde las nubes no han llegado jamás

y donde pude llegar aban-donándome

es por donde el abismo de su garganta

sale en ráfaga de cuervos

hacia mi oído

hacia las ramas

de mi memoria

para darle a mi sombra alas

y para dejarme con la boca bien abierta

como ésa

la de él

que no dice sino lo abierto de la vida

pero así sin narrar un comienzo

sin anunciar un final.

Y así me tuvo

suspendido entre dos vacíos

que se llenaron por fin

cuando palpité el palpitante paro

de su ya podrido corazón

pero allá en lo más alto

del cañón de la cima que da

al peñasco de su tosca nariz

por donde me asomé

y no pude sino escuchar a fondo

el fondo mismo de su nocturna voz

pero

ahora sí y esta vez

poniéndome en su lugar de entierro

porque solo en lombrices

y en huesos

y en lodo

entendí

la fluidez de su difunta lengua

reanimar el silencio que asfixié

con mis propias palabras

porque hablaba por hablar

y poco a poco

mi ánima se fue desanimando

hasta convertirse

en una pluma olvidada por el aire

lo que deriva a estar

más muerto que aquel muerto

y tanto que

las flores de la lengua se me marchitaron

de no saber decir flor desde raíz

porque yo mismo me había

arrancado de la tierra

y yo mismo tuve

que volver a ella

pero hasta adentro

hasta llegar al magma

donde mi lengua se hizo madre

para sanar

lamiendo en cada letra

el magno cuerpo del silencio

pero bastó no solo eso

sino sentir otras lenguas

para darle a la palabra

lo más propio de ella

lo que ella vela en mi decir

lo que ella devela en el decir

de aquel muerto

como la laguna que queda

amplificando lo inactivo de un volcán

o eso que ninguna explosión retumba

o eso

que retumba

ninguna explosión.



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