martes, 16 de febrero de 2021

POEMAS DE SERGIO GARCIA ZAMORA

 


Poeta cubano, nacido en 1986. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas. Autor de una veintena de poemarios, entre los que destacan: Resurrección del cisne (Premio Internacional de Poesía Rubén Darío, Fondo Editorial del Instituto Nicaragüense de Cultura, 2016); El frío de vivir (Premio Loewe a la Creación Joven, Visor Libros, 2017); Diario del buen recluso (Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya, Editorial Erein, 2018); La canción del crucificado (Premio Internacional de Poesía Blas de Otero de Majadahonda, Sonámbulos Ediciones, 2018); Los uniformes (Premio Internacional de Poesía Jorge Manrique, Editorial Cálamo, 2019) y Los conspiradores (Premio Internacional de Poesía Juan Alcaide, Editorial Verbum, 2020). Fundador del Grupo Literario «La estrella en germen».



EL TRISTE Y EL ENTRISTECIDO

El triste nació triste y va a morirse feliz en su tristeza. Lo penoso es el entristecido. En qué dictadura o cumpleaños agarró esa mala gripe. Una gripe igual a la salud del triste. El triste es toda secreción. Lagrimea. Tiene un nudo giordano en la garganta. Para desatarlo el triste se degüella. Entonces dicen que es un cobarde por degollarse, pero es solo un triste. O un triste cobarde. El entristecido, en cambio, tiene los ojos de la fiebre. Las lágrimas se le evaporan. Todo en él es desierto y frialdad de desierto. El entristecido no se degüella, sino que tiene familia. Trabaja, hace las compras, lee el diario triste de los entristecidos. Lee la tristísima noticia de un suicidio. El triste suele ser rico y el entristecido suele ser pobre. Se paran uno frente al otro y solo ven un espejo. El triste dice que él se parece al mundo. Pero todos saben que el mundo se parece al entristecido.



EL PACIENTE


Qué ha sido mi vida,

sino la vida de un tonto en su cama de hierro.

Sería tan feliz como el mundo

si el mundo no fuese el gran hospital.

Lo épico son estas bandejas

repletas de frascos y jeringuillas.

Lo épico es el olor a cloroformo.

Converso conmigo como un paciente sin visita.

Detesto la buena salud de las sombras

porque será siempre la obra del sol.

No quiero una tos

de la que no pueda morirme.

Aspiro a la fiebre.


Qué ha sido mi vida,

sino la vida de un tonto, un tonto heroico

sobre la mesa de amputaciones.

Como mi brazo no era mi brazo, lo corté.

Como mi pierna no era mi pierna, la corté.

Ahora puedo tomar lo que yo quiera.

Ahora puedo viajar a donde yo quiera.

Ay del brazo y ay de la pierna

de los que solo saben apretar el torniquete.

Ay de los que prefieren la podredumbre

antes que la libertad del tajo.

Ay de los mutilados sin mutilación

que asisten a compadecernos.


Qué ha sido mi vida,

sino la vida de un tonto en su silla de ruedas.

Me han llevado a pasear por los jardines,

por los jardines de un manicomio.

Dime que ha llegado la hora de levantarme,

la hora de ponerme de pie como el Auriga de Delfos,

como el joven vencedor de las cuadrigas.

Este es el nuevo carro de fuego.

Dime que tirarás de mí, Poesía,

que no volverán a empujarme,

que no volverán a conducirme

espíritus más débiles que el mío.


. . .



EL ARTE DE LA DESHUMANIZACIÓN


I

El hombre sin rodillas no se arrodilla ante nadie.

El hombre sin codos no da su brazo a torcer.

El hombre sin rodillas ni codos es un soberbio.

Por desarrodillado, por desacodado, por soberbio

sus enemigos hacen todo para que sea

el hombre sin nuca, otro hombre desnucado.


II

El hombre deslomado

se despertó despojado de miedo

y vio desprovista la despensa.

Fue y desmintió a los déspotas.

Lo despidieron.


El hombre despojado

se despertó deslomado a golpes

y vio desprovista la despensa todavía.

Fue y desobedeció a los déspotas.

Lo despidieron.


El hombre deslomado y el hombre despojado

se durmieron adentro de la despensa.

El hombre despedido

se despertó.


III

El hombre desarmado teme que le disparen

a la salida del trabajo o de su casa.

El hombre desalmado espera que le disparen,

espera que la policía le dispare

a la salida del banco o de la tienda,

ahora que ha perdido el trabajo y la casa.

El hombre desarmado vende el alma.

El hombre desalmado compra un arma.



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