jueves, 4 de marzo de 2021

EN EL CREPÚSCULO. Un poema inédito de Homero Expósito

 


Brindo padre por ti, por tu recuerdo

-después de recorridas diez mil millas-

como si te besara el pensamiento

y me pusiera ahora a ser tu hijo

cuando ya es imposible que te vea

y me siente a tu mesa nuevamente

comentando contigo la política

o la dura ternura del ensueño.


Brindo, sí, con champagne, como esperando,

ya no sé qué del mundo ni del ancla

que nos ata a las cosas, ya debiendo

decidirnos a ser transmutaciones

hijas ¡ay! de la química y la vida

que se da nuevamente, como el árbol

que nos deja el oxígeno más puro

para que así transcurra el ciclo lógico

de sangre y de comida, aborrecibles,

llegando sin cesar, siempre llegando

hasta la muerte, que tal vez mañana

la llamen esperanza.


Yo también soy más viejo, ya no quiero

detenerme en la aurora ni en el río,

que a veces me detienen.

Vivo con realidades más judías

que el mismo judaísmo en el idioma

y acierto adjetivando

precisa y duramente la costumbre

de los demás, que me entra a borbotones

por los cincos sentidos cardinales.


Y sé que has de pasar, lógicamente,

por la justa dialéctica implacable,

que se cumple en las cosas y en los hombres

que devienen, devienen cuando viven

como la economía y la congoja.


Yo, que no tengo llantos,

pues los gasté luchando

por la verdad, que aún sigue entumecida

en la intención del pueblo como un sable,

tengo que estar sereno ante tu ciclo,

lejos, pero contigo conversando

sobre la sinalefa y el asfalto

y el hambre y el gobierno y la penumbra

como en procura de un azul seguro,

clamando inútilmente por justicia.


No he de llorarte, no, no he de llorarte

por la mera verdad de lo que digo

y porque estamos claro como el agua.

Pero entiéndeme bien, he de llorarte

por la impotencia de no estar contigo

para darte la mano honradamente

y ver que tú comprendes estas cosas

y decirte que aún sigo estando solo

con la cruz en el hombro, inútilmente,

ya que al pueblo lo llevan con promesas

a poner la cerviz en los altares.


Tú me dejas tu nombre; no es en vano.

porque sé que no habré de equivocarme.

Mírame bien a los ojos, la distancia

ya no tiene importancia, ni la muerte.

Nunca estaremos lejos ni aún más lejos

porque en la soledad nos encontramos

y en esta soledad en compañía

-¡que pueda parecer una congoja!-

pese a que estamos solos, no lo estamos.


Yo ahora vivo en España -¡estoy contigo!-.

Después me iré más lejos. Sí, contigo,

porque estaré contigo, sí, contigo.

Aun cuando estemos lejos siempre cerca

porque los dos pensamos de una forma

que en ti se llama padre y en mí hijo.

No es un simple detalle de apellido,

ni es lo sentimental, es la familia,

es orgullo, ¿me entiendes?, es orgullo,

porque quedan mi madre y mis hermanos

que tienen hijos y que son tus nietos

de ojos azules como tú así claros,

y claros como tú que nos dijiste

que la justicia la compraba el oro

y que la religión los ignorantes.

Esto que es la familia, es obra tuya,

expósito nacido como el aire.

Tan sin explicación como la vida,

solo en la soledad que llaman vida,

y así con sus errores y virtudes

y pájaros y angustias y decencia,

y nos diste una música segura

y un norte humano por real y cierto

como nuestra conciencia de la lucha.


Yo sé que tú comprendes mis olivas

que no ofrecen la paz, sí el sacrificio

y sí la frente en alto y el revólver,

aunque todo sea inútil, como el vino

que ayuda a proseguir, pero no alcanza.


Sobre los ojos rojos del crepúsculo

va a tenderse tu noche fatalmente.

Mañana será día nuevamente

para todas las cosas de la vida

y tú, que no estarás, ya irás creciendo

por el aire, volando en el perfume,

ya tal vez por un hecho en el recuerdo,

ya como ciudadano o como hombre

o como siempre vida, aunque te vayas.


Dame la mano desde allí, sereno

-también yo estoy llorando aunque lo calle-

y quédate a morir, tranquilamente,

con la certeza de dejar tu ejemplo

como un veneno atómico en el aire

contra los inmorales y los pillos.


Yo seguiré creciendo todavía.

Te he de alcanzar empero prontamente

y prontamente no estaremos solos

con la cruz en el hombro en el crepúsculo,

porque los dos creemos en el Hombre

y Julio Verne ya pasó a la historia

por haber cometido esa torpeza.


Hasta más verte padre. Yo quisiera

que brindaras conmigo a la distancia

diciéndonos adiós, sencillamente

como tiene que ser, porque es la vida.




Presentación

Una forma distinta, propia, de mirar la realidad y contarla. Sumate a este proyecto de periodismo gráfico y audiovisual, para defender c...