Emecé Condado (Burgos, 1971) ha escrito desde que tuvo edad para sostener un lápiz y crear con él media docena de hermanos que la acompañaban desde su cuaderno. Firme defensora de la mujer y de sus derechos, ha escrito varias piezas de género erótico. “Nunca más”, es su primer libro.
A estos hombres no les preocupaba quién era yo o a qué me dedicaba. No me preguntaban sobre mi estado civil y les daba igual si tenía hijos o no. Atravesar el umbral de la puerta de esa habitación de hotel nos convertía en iguales. Solo teníamos que dejar que las pieles hablasen, y creedme cuando os digo que se entendían a la perfección. Como no había preguntas, no había mentiras. Simple química que si no surgía no era necesario fingir.
Pocas fueron las ocasiones en las que el hombre que estaba tras un perfil no despertó mis ganas al tenerlo delante. Mi criterio de selección apenas falló en todo este tiempo, pero alguna vez ocurrió y jamás me sentí obligada a nada. Siempre quedaba con ellos en una cafetería próxima al hotel donde me hospedaba, y alguna que otra vez me limité a invitarles al café. Para el solo sexo, si no surge la chispa en el primer minuto, no esperéis que vaya a surgir después. Reconozco que me jodía bastante, pero tenía claro que era algo que podía pasar y como tal lo asumía. Mejor quedarse con las ganas que follar sin ellas.
Follar a la carta tiene sus ventajas. En estas páginas, todos los perfiles muestran un desglose detallado de las características físicas de cada usuario, ilustrado con fotos más o menos explícitas, y de sus gustos y preferencias sexuales. Algo así como lo que busca y lo que ofrece. Yo recurría a ellas principalmente cuando viajaba, que por temas de trabajo lo hacía con más frecuencia de la que me hubiese gustado. Introducía la ubicación de mi próximo destino con el fin de que el sistema me buscase qué usuarios compatibles iba a tener cerca. Empezaba el proceso días antes, generalmente nada más saber cuál sería el lugar, así podía curiosear con calma sin que me achuchasen prisas de última hora. Hacía una preselección e iba descartando, para terminar quedándome con unos cinco candidatos. Les mandaba entonces un mensaje a través de la página, y en función de la respuesta solía descartar a alguno más. Era momento de intercambiar teléfonos. La voz era determinante. Quienes no me enviasen una foto de su rostro quedaban descartados también. Y por norma general, el más guapo no solía ser el elegido. Cuando pasaba varios días en un lugar tenía la opción de repetir con el mismo o probar con el siguiente candidato. El noventa por ciento de las veces repetía. Señal inequívoca de que la química había funcionado.
Ya os he dicho que durante esos años conocí a hombres por esta vía que aún siguen presentes en mi vida. A lo mejor es porque en el sexo nos mostramos tal cual somos, sin dobleces, y cuando existe un fondo chulo, termina reflejándose en todos los pequeños detalles que acompañan al acto sexual en sí. En apenas dos encuentros, sabes que detrás de una polla que te ha vuelto loca hay una persona que merece la pena. Como también sabes intuir a un egoísta, a un narcisista o alguien lleno de complejos y carencias. A veces sí que se puede empezar una casa por el tejado, aunque os parezca imposible. Vi sus pollas antes que sus caras. No me hicieron reír hasta después de correrme. Me planteé follármelos sin saber a qué se dedicaban o su ideología política. Y, sin embargo, algunos me hicieron sentir algo tan especial, y me miraban tan bonito, que quise que me dejasen profundizar en conocer quiénes eran y cómo sentían. Y entonces me gustaron aún más. Tanto, que se quedaron en mi vida. A su manera siguen estando, aunque no invaden. La clave está en llenar sin ocupar sitio.
Y como lo poco gusta y lo mucho cansa, llegó un momento en el que el cuerpo y la mente me pedían algo distinto. Terminé por hartarme del sexo fácil, y es que ya esas páginas me recordaban a la publicidad que encontraba en mi buzón. Sí, esas con las ofertas de los supermercados: los famosos dos por uno, pagas dos y te llevas tres… También influyó que empecé a encontrar mucha mentira. Se popularizaron este tipo de aplicaciones y ya se registraba cualquiera. Se perdió la esencia de los inicios y se llenó de impresentables y embusteros. A esto hay que añadir que, a medida que iba madurando, evolucionaba y ya no me conformaba con lo meramente físico. Sabes que te has hecho mayor cuando el sexo traslada su epicentro de los genitales al cerebro. Pues mi sexualidad ya había llamado al camión de las mudanzas.