martes, 19 de abril de 2022

"CULTURA REVOLUCIONARIA" por Abelardo Castillo

 


Hablar de "cultura revolucionaria", y de las posibles variantes como pueden ser "cultura de resistencia" o "cultura proletaria" implica un riesgo inexorable, el de la indefinición. Habría que aclarar entonces, en primer lugar, que el término no nos conforma; la batalla cultural está inscripta en el marco de las grandes luchas sociales y hablar de cultura revolucionaria implica una radicalización de la política cultural que sólo puede tener lugar después de la toma del poder. En otras palabras, la verdadera cultura revolucionaria aparece en los momentos en que el pueblo tiene los medios para elaborarla.

Pensar en esto llevó a más de uno a la conclusión de que, dada la situación, sería más útil abandonar el arte, la actividad científica o la especialización e inscribirse decididamente en la militancia. Por supuesto sin pensar que una de las formas de militancia puede tener lugar en este campo. Es que, teniendo en cuenta la especificidad de los problemas culturales, el pueblo no puede, en este momento, forjar una cultura porque no tiene la instrumentación adecuada, y queda a los intelectuales la responsabilidad de crear una cultura que, más exactamente, preferimos llamar anticipadora. Una cultura que nace cuando el artista, en el caso que tomamos, decide ponerse del lado del pueblo en la lucha antiimperialista. Por eso un libro, una canción, una obra de teatro. Por eso esta polémica que, aún cuando en este momento no puedan llegar a una tremenda mayoría del pueblo, consideramos un aporte necesario.

No hace mucho al cantante César Isella, un artista cabal del que no puede desconocerse lo que hizo por la canción popular, le cuestionaron su participación en el Festival "Canciorema", organizado en Canal 11 por Dino Ramos y la maffia de las grabadoras. Más allá de la validez o no de esa participación -tema que daría de por sí para un artículo-, Isella contestó algo interesante: "Y bueno -dijo-, donde no nos metemos nosotros aprovechan ellos". La frase nos parece rigurosamente — cierta. La reacción tiene todo a su favor como para someter al pueblo a los efectos siniestros de Sandro, Isabel Sarli y Nené Cascallar, por dar algunos ejemplos. Pero como en toda sociedad dividida en clases, junto a la cultura asfixiante que imponen desde arriba, se gesta otra que sopla con vientos nuevos y que cobra vigor a medida que se intensifican las luchas que encabeza la clase- obrera; y pensamos que una de las obligaciones de todo artista ubicado junto al pueblo, es aprovechar el más mínimo resquicio que el sistema puede brindar y usarlo para la difusión de su creación.

Paralelamente existe el drama individual del artista: la necesidad del doble oficio, la frustración casi sistemática, la creciente proletarización. Muchos no saben qué hacer. Por eso una de las tareas es ganarlos para la idea de que solo una transformación estructural del sistema puede solucionar esos problemas. Como dice Agosti, "conquistar la conciencia de los intelectuales argentinos, descubrirles el panorama que la revolución abre para la fecundidad de su esfuerzo".

De todos modos, estas cuestiones no son simples, y la prueba de ello es que últimamente salieron a la palestra con una intensidad inusitada. Lo que pretendemos con esta polémica, que comienza con esta pregunta algo vaga pero que vamos a desglosar a medida que sea necesario, es reunir elementos que permitan ahondar sobre los caminos de una política cultural.

Como ustedes mismos lo notan, la pregunta ("si es posible, hoy, en la Argentina, una cultura revolucionaria") tiene algo de impreciso. Natural, deberíamos ponemos de acuerdo sobre qué entendemos por cultura, y por revolucionaria. Una cultura (resumido algo bruscamente) es un estilo total de vida; de hecho, es imposible una cultura revolucionaria en una sociedad burguesa.

Sin caer en el delirio (al que generalmente son propensos los poetas y también algunos prosistas, para qué negarlo) de que estamos justificados, como por Dios, por el mero hecho de existir, yo creo que negar el papel (no digo el gran papel, no digo nada más que - lo que digo) de lo que se llama "cultura revolucionaria" en cualquier proceso de liberación, es, más bien, tener una idea algo troglodítica de las revoluciones, para no hablar de la historia humana en general. Se notará que hablo del artista, que omití la (desprestigiada) palabra "intelectual", otra palabra que habría que empezar por definir, sí. Pero adelante: hablo del artista porque el crítico, el teórico, el ideológo, cumplen evidentemente una función política más clara. Se sabe cómo influye y para qué sirve Qué Hacer o, en - otro nivel, los trabajos estéticos de Luckacz, de Gramsci. No pasa lo mismo con Doktor Faustus o los cuentos de Rulfo, y es muy difícil saber qué pasa con los poemas de Vallejo, de Lorca, y ya casi imposible imaginar qué tipo de instrumento político es una sinfonía de Shostacovich o un cuadro de Picasso (y aún un tendencioso mural de Siqueiros) o un diseño de Niemeyer o Le Corbusier. Hay lenguajes y lenguajes, ya se sabe. . Está más cerca un novelista o un poeta de jugarse políticamente con su obra que un arquitecto, mucho más cerca que todos ellos está el ideólogo. Pero, sea como sea, es posible una cultura subversiva, destructora de los valores sagrados de la burguesía, no sólo en lo formal (aunque en algunas artes, como la música o la arquitectura o la pintura la subversión aparezca sólo en - el nivel formal) sino en la ideología, en la visión crítica del mundo. La literatura, claro, por las características de su lenguaje (la palabra es signo, pero también significado; es sonido, pero sobre todo concepto, de ahí que se pueda imaginar una pintura no figurativa, pero va a ser difícil inventar un libro isósceles o de contenido hexagonal) la literatura puede ser, y siempre lo ha sido, un vehículo de esa "cultura subversiva", en lo formal y en lo explícito. Y, en este sentido, me parece que sólo el cine o el teatro pueden competir con ella. Ahora bien: qué libros hay que escribir, cuáles serán los temas o las técnicas de ese arte?, eso es casi absurdo preguntárselo. Nadie puede "decretar" una estética. Una buena aproximación a lo que es, en una sociedad burguesa, la eficacia (en el sentido ideológico) de una obra literaria, sigue siendo, para mí, aquel texto de Engels sobre la "tendencia" en literatura, (la carta a Mina Kautsky, del 26/11/1885), vale decir, una literatura conciente de sus límites y que, sin pretensiones de dar respuestas teóricas, apunte contra las ilusiones del mundo burgués, le mueva el piso al lector. Lo otro, el arte nacional, popular, socialista, y la cultura de la revolución, no pueden, a mi juicio, ser anteriores a la revolución. En suma, yo no sé de qué modo actuaron las obras de Tolstoy o de Van Gogh en lo que llamamos cultura ni cómo actúa esa cultura en la liberación del pueblo, pero sé, sin necesidad de demostrármelo, que actuaron, que actúan. Y si nuestros artistas y nuestros escritores, si nosotros, no estamos - haciendo, hoy, en la Argentina, lo que se llama una cultura revolucionaria, es sencillamente porque ni somos artistas ni somos escritores. Pero que se puede, se puede, Casi diría que un gran creador no puede hacer otra cosa.

Desde el ángulo de la expresión - esto es, lo que tradicionalmente se llama "artes"- puede señalarse: Que toda actividad en un campo específico, sea éste militar, sanitario o cultural, adquiere carácter - revolucionario -en el sentido político profundo de la palabra-, en razón de su inserción en el proceso político-económico de acceso al poder por las masas - en estos dos campos, que son los determinantes de una revolución.

-Que las corrientes renovadoras del lenguaje no pueden ser confundidas con arte revolucionario sin un ” servicio concreto y tangible al proceso político revolucionaria y el arte de la revolución. Al consolidarse una revolución en el poder se modifica toda la es cala de valores, y en la lucha por romper la sociedad de clases, sufre violentos embates el sector de la comunicación artística. Y este cuestionamiento es de fondo, porque se objeta no ya el contenido o las formas de las obras, sino la condición misma de artista, el privilegio que implica. Se cuestiona, - en definitiva -en una revolución no esclerótica- el - status de medium, de brujo de la tribu. Porque el pueblo liberado, no lo está solo de la explotación económica, sino que también quiere ser artífice de su expresión.

Se ha dicho que la revolución convierte a cada hombre en un artista. No. La revolución devuelve al hombre su condición de hombre y entonces el artista, como hoy lo entendemos, no tiene razón de ser

Quizás, entonces, pueda afirmarse la posibilidad de una expresión creadora revolucionaria hoy y aquí a partir de las características que nuestro entorno determina, esto es, un arte de hombres esclarecidos políticamente y formados estéticamente; pero sólo será posible en la medida en que estos artistas logren encontrar los elementos de lenguaje que en cada medio son comunes al pueblo y al artista. Seguramente es en las imágenes que difunden los medios de comunicación masiva donde los creadores encuentran hoy la materia prima de ese lenguaje.

Pero el proceso de reelaboración de ese material documental debe estar orientado por nuevas concepciones, no sólo sobre la organización de las formas sino del papel del espectador. Papel que creemos debe ser de asociador conciente de los datos documentales que, seguramente cada vez más, prescindirán de la presencia emocionada del artista. Y que cada vez más también, serán comunicados al público con procedimientos y materiales que acorten las distancias entre los productos "artísticos'' y los de la vida cotidiana.


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