la raza de los niños
tiene miedo de compartir el mundo
tan roto tan quebrado no cabe en sus yemas
dicen
terror de compartir el mundo
cada esquina una contusión
una lesión cutánea un río atravesado de metales
una hierba que se estrangula a sí misma
y a una estirpe pequeña
de niños cansinos
que pasan del juego al hueco torturado de los mundos
tomados de la rama a toda infinitud
sus cuerpos se astillan a la hoguera
sulfuran
esmeraldas como los campos de chernóbil
que ahora mismo son mirados por un zorro
o este territorio
de precaria condición existiendo
ante las tripas y el sonido de los mares
de precaria condición existiendo
ante la efusión azul de las galaxias
que se apagan en el día para alumbrar
las calles llenas de animales
que escupen sangre milenaria
la sangre que ha volcado el fuego de los niños
o la raza circundante
de una especie breve e ignota
que nunca prefirió el silencio
y se subió a las cumbres
como quien sube al lomo de su madre
para viajar a cuestas de la noche
de nuevo las caras de los niños
que se mueven
a medida que las desvanece el fuego
el mismo elemento que los mantuvo con vida por milenios
y ahora que somos este infierno
dicen
y ahora que somos este infierno en la superficie
que es también una feria de domingo
un caballo arrasado por un camión
en una ruta errada
es la imagen sacrificial que no pedimos
pero viene a nosotros telespectantes
cuando nadie enciende la tele
la raza de los niños
declara la guerra
y va con sus manos huecas
a pedirle el pan a las montañas
pero las montañas no creen en la guerra.
*
Dios me estaba apuntando
cuando bajé de tu casa
y no hubo más manto de luces para mí
dios
me estaba apuntando
me vio rodar por los escalones
de la geografía
que me atravesaba entonces me disparó
caí con los brazos abiertos
como caen las desesperadas
como caen
las que reciben la magnitud de la noche
con las fosas nasales
caí
caí exhalando me abrí
me dilaté
diez centímetros de dilatación dijeron
mi cuerpo era una falla un recipiente
entonces me tragué el río completo
ya vestida por la última envoltura
dios me disparó de nuevo
por fin me saqué de las texturas óseas
y cuando arranqué la definitiva superficie
solté mis manos de dónde no había sujeto
ni lengua semejante
y fui aterrizada en otras tierras
por el escaso pulmón
y el agua asimilada en el pecho
que era diamante y rocíos minerales
Vinieron los mineros y quisieron bañarme
vinieron los mineros y quisieron ocultarme
con las flores agarradas a la frente
los mineros
vinieron
me acunaron
trajeron vendas de profundidad volcánica
Yo
era el alambrado entre los mundos
y dios
me disparó en la pelvis
y me retorcí
en un nacimiento inverso
conociendo el oscuro desagüe del origen
dónde ahora canto
y no soy apenas
las primeras partículas
de aquel río
inoculado.
Lilia Parisí, es socióloga y poeta. Nació en la provincia de San Juan en 1978. Pasó su infancia en
México y Chile. Fue invitada en 2018 por el Ministerio de Cultura de Cusco, a participar de
Enero en la palabra, Festival de Poesía del Sur Andino, integró el Festival de Poesía Joven Jauría de
Palabras (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, mayo 2019), y participó del Festival Internacional de
Poesía de Medellín en octubre 2020. Su poesía ha sido publicada en revistas de Argentina y
Latinoamérica. Su poemario Las Bestias, fue editado por Nulú Bonsai, en noviembre de 2021.
Estudia la lengua andina runasimi, y es Maestranda en Escritura Creativa de la Universidad de Tres de Febrero.