Cinco años después de su muerte, ocurrida el 28 de julio de 1980, el uruguayo Mario Benedetti en su poema Yo estaba en otro borde repetía esta frase: “ayer murió Haydee”. La misma que a él le dijeron, vía telefónica una y otra vez, un lustro antes porque, según el poeta, ni él ni el propio mensajero que le transmitió la funesta noticia, se lo podían creer.
El director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, Jorge Fornet, en 2013 me habló de tener la sensación, al pensar en Haydee Santamaría, ya no solo de alguien que acaba de morir, sino incluso, de alguien cuya presencia aún es percibida.
“Lo más impresionante – dijo Fornet, quien la conoció de niño- es que tantos años después de que Haydee fundara la Casa, todavía estemos hablando de ella, porque estuvo aquí mucho menos de la mitad del tiempo de vida que hoy tiene la Casa, sin embargo marcó de modo tal a esta institución y a las personas -la mayoría de los trabajadores actuales no la conocieron- que sigue siendo presencia viva y referencia. Es la idea de tener que hacer el trabajo cotidiano a la altura de lo que Haydee esperaría de nosotros. Siempre decimos: el espíritu de Haydee, y es un poco extraño, pero uno siente que tiene que quedar bien con una persona que hace más de 30 años no está con nosotros”.
Sabemos entonces que, de cierta forma, partió ese día de 1980, pero ¿cuándo nació Haydee Santamaría Cuadrado? Durante mucho tiempo esa fecha ha estado sujeta a dudas. Primero, porque ella misma desde niña y con el apoyo incondicional de su abuela materna, decidió cambiar su cumpleaños del 30 de diciembre al 31, sin otra razón que no fuera la de tener para sí misma un día de fiestas, de alegrías colectivas en espera de un nuevo año. “Era muy bromista y esa es una broma que le hacía ella a la vida”, me dijo en una ocasión Pablo Milanés.
Con respecto al año, la Casa de las Américas decidió conmemorar el aniversario 90 de su natalicio en diciembre de 2013, precisamente porque numerosos documentos oficiales señalan 1923 como el año de su nacimiento. Otros papeles refieren el 1922. En esa ocasión y bajo el título Haydee Santamaría: 90 años de una guerrillera, una jornada de tributo reunió a poetas, intelectuales, artistas, amigos, combatientes, familiares y al colectivo en pleno de la Casa.
Tal y como auguró en versos Roberto Fernández Retamar, muchas niñas llevarían su nombre. Y en esa jornada de homenaje -donde fueron dichas y cantadas letras que la heroína inspiró en creadores como Fina García Marruz, Nancy Morejón, Pablo Armando Fernández, Silvio Rodríguez o el propio Retamar- la apertura correspondió a la joven académica Haydee Arango, para entonces colaboradora del Centro de Estudios del Caribe, fundado por Santamaría en 1979.
“A pesar de su enorme dolor, a pesar de esa mirada triste que casi siempre la acompañó -expresó la joven investigadora- ella nos regaló un ejemplo único de entrega y amor. Ese legado es mucho más profundo que la repetición de nuestro nombre compartido. Es un legado raigal que se seguirá repitiendo de generación en generación mientras sigan existiendo entre nosotros las mismas razones que justificaron su vida. Son esas razones las que nos han reunido a todos hoy aquí en la que fue su casa para celebrar su natalicio y seguirla recordando”.
En ese mismo contexto, su padre, el escritor Arturo Arango, me contó que su hija nació dos años después de la muerte de Haydee Santamaría: “La niña nació y creció mientras yo estaba trabajando en la Casa, 9 años de mi vida como profesional y 9 años de su infancia. Yo creo que el hecho de que el arte, la literatura, el pensamiento, la inteligencia y la visión crítica de la sociedad se entendieran como un acto necesario en una revolución social es de las cosas que hay que agradecer a Haydee Santamaría”.
Como parte de esa jornada de tributo, se inauguró una exposición fotográfica y documental relacionada con instantes decisivos de la vida y obra de Haydee Santamaría, la cual permaneció en la Galería Mariano durante todo 2014 y cuyo cartel, diseñado por Pepe Menéndez, acompaña a este escrito. Con la muestra, la Casa proyectaba hacia Cuba el recuerdo, no solo de la gestora cultural en que se convirtió al fundar la institución, sino el de la combatiente del Moncada, la Sierra, el llano y el exilio, el de la fiel y consecuente revolucionaria, el de la mujer de una enorme sensibilidad.
Nueve años después, la Casa de las Américas está abocada a reafirmar ese compromiso, no ya bajo aquella impresión de Benedetti sobre una muerte siempre acabada de ocurrir, sino con la certeza, a la manera de Fornet, de sentirla viva en su Centenario. Pues si alguna duda quedara sobre esa fecha, un documento nada oficial pero confiable, llegó a mis manos hace dos años para confirmar que Haydee Santamaría Cuadrado nació el 30 de diciembre de 1922.
Niurka Martín Santamaría, sobrina de Yeyé, conserva una nota de puño y letra de su abuela Joaquina Cuadrado que contiene las fechas de nacimiento y de inscripción de sus hijos Haydee, Aida, Aldo y Abel. Posiblemente la madre de Haydee la elaboró a finales de los años 20 o inicios de los 30 pues no refiere el nacimiento de su última hija, Ada, quien era mucho más joven que sus cuatro hermanos. Según ese papelito, del matrimonio entre Joaquina y Benigno, que tuvo lugar el 5 de abril de 1922, nació la primera hija el 30 de diciembre de 1922, a las 9 de la mañana, y fue inscrita en el Registro Civil el 21 de enero de 1923.
Haydee nació en Encrucijada, pero pasó la mayor parte de su infancia, adolescencia y primera juventud en el batey del central Constancia, donde se conserva como museo la casa donde vivió hasta su muerte Joaquina, quien -según cuenta Niurka Martín Santamaría- “nunca quiso irse de ese sitio, aunque iba y venía a La Habana con frecuencia para estar con sus hijos y nietos”.
En 2014 me encantó escuchar estos testimonios: “Haydee venía de La Habana y visitaba todas las casas, era muy simpática y compartía con todo el mundo”. “Le gustaba visitar a las amistades del central, sobre todo a las personas mayores, era muy conversadora, una gente de un nivel alto que sabía expresarse, y tenía muchas amistades aquí”. Son, respectivamente, los recuerdos de los ancianos Efraín Amador y Antonio García, vecinos de Constancia y amigos de infancia de Abel Santamaría.
Sin duda, a su formación en ese contexto rural cubano se debió ese rasgo que en Cuba suelen llamar campechano, uno de los más sobresalientes en su personalidad y que prevaleció después de convertirse en heroína del Moncada y figura emblemática de la Revolución.
“Tenía esa maravilla de personalidad y de carácter que se ha descrito muchas veces, por lo que la idea de que mi documental fuera como una aventura artística ella la tomó como una tarea más, porque decía que estaba mostrando su centro de trabajo, así modestamente, y también la tomó como un asunto personal, porque estaba mostrando a la vez, como ella decía, su casa. Hay un momento del documental, casi al final, en que le preguntamos qué cosa era la Casa para ella, y ella dijo: dentro de ese conjunto tremendo que es la Revolución, yo tengo que decir que la Casa ha sido mi casa.” Así me contó el poeta y cineasta Víctor Casaus al rememorar su película Vamos a caminar por Casa (1979), en ocasión de los 90 de Haydee.
Por esos mismos días, Roberto Fernández Retamar me dijo: “ Haydee fue una extraordinaria organizadora de la cultura, para utilizar una expresión de Antonio Gramci, marcó a la Casa de tal manera que la Casa sigue siendo la Casa de Haydee. Esa mezcla de audacia, rigor y calidez humana que la caracterizó hemos querido que se mantenga viva en la Casa”.
En su poema Yo estaba en otro borde, Benedetti imaginó “muchos rostros llorando sin escándalo en esa pobre casa, la Casa sin Haydee”. Está bien que haya lugar para las lágrimas por su muerte entonces y ahora, pero también hagamos que renazca cada día de este 2022, año de su Centenario, en la Casa y más allá de ella, en su patria toda.
Esther
Barroso Sosa, nació en La Habana –Cuba-, en 1968. Periodista,
realizadora audiovisual y directora de programas de TV en Cubavisión
Internacional. Especializada en Periodismo cultural. Ha sido
reportera y directora de noticieros. Ha dirigido los
documentales Espejos,
una historia en La Habana (sobre
la última visita de Eduardo Galeano a Cuba) y Nuestra
Haydee,
y la serie Relatos
(in)contables,
entre otros.
Ha escrito y dirigido los programas
culturales Cubanía.cu y América
en la Casa. Colabora
con los medios digitales La Ventana (Casa de las Américas),
Cubaperiodistas y OnCuba. Premio
Nacional de TV 2001, Premio de Periodismo Cultural de la UNEAC 1998
y de Periodismo histórico hipermedial de la UPEC 2020.
Es madre de Daniela y Carolina.