En un acto realizado en Córdoba, en septiembre - de 1936, rendimos homenaje a Federico García Lorca, quien acababa de ser asesinado por elementos - falangistas, al mando de un coronel indigno. Lo habíamos visto por última vez algunos meses antes del asesinato, cuando Margarita Xirgu ensayaba Yerma, y nosotros estábamos a la espera del barco que nos llevaría de regreso a Buenos Aires. Recordamos - entonces una frase de Bergamín que tiene tremenda actualidad y data del día siguiente del levantamiento franquista: "Por un lado, el orden multiforme de la vida; por otro lado, el desorden uniformado de la muerte". Tenemos presente nuestra imprecación en ese acto: Asesinos del hombre, los salvajes avanzan. Agazapados primero, saltaron luego desde la sombra de los cuarteles, las catedrales, los alcázares (en el alcázar de Toledo precisamente, se encerraron allí con mujeres y niños del pueblo llevados a la fuerza, para trabar la acción de los milicianos; en eso residió el heroísmo del general Moscardó y sus hombres). Asesinos del toro y la paloma; del coraje y de la ternura. Asesinos de árboles y fuentes, de arquitecturas aéreas, de paisajes de la tierra, asesinos. Han ofendido a la dignidad humana, a la gracia del mundo, a la poesía.
Allí donde cayó Federico, contra el muro del cementerio de Granada, "donde ya no cabían más cadáveres", al decir de Fernando de los Ríos, pudieron colocar un cartelito con esta leyenda: “Fusilado por inteligente”, frase cara al siniestro Millán Astray, - este general que llamó a sus hombres del Tercio - "Galápagos de pellejo duro que no se ruborizan"-; este que entró a la sala donde don Miguel de Unamuno, dictaba su cátedra, gritando: -"Muera la inteligencia, viva la muerte”. Frase que decidió al vacilante don Miguel, el cual en un momento de debilidad - había confiado en los militares traidores, a tomar posición contra el fascismo, contra los generales - que “vencerán pero no convencerán".
Mataron a Federico porque él era uno de los símbolos de la España popular, del espíritu progresista. Porque aún no siendo militante decidido, no era indiferente. Estaba en todo, en el canto y en la vida, en la copla y en el poema civil, de pie sobre la tormenta, en medio de los hechos sociales de su tiempo, - clamando por la transformación de la vida. En el agua que desemboca y en el agua que no desemboca.
Hay una página conmovedora de Federico, un poema que nos dijo alguna vez en la Taberna de Pascual en la calle de la Luna, o en la del Pozo, en la de La Palma o en la Cervecería de Correos, estando todos juntos, esa decena de poetas y artistas esperando a la aurora, o en cualquier otra parte de Madrid: La niña ahogada en el pozo. Porque una niña amiga del poeta se ahogó en un pozo, en una granja cercana a Nueva York, "Agua...que no desemboca ", repite angustiosamente. Una niña muerta en un pozo de agua que no desemboca. Ahogada allí, en el pozo cuyas aguas no pudieron llevarla siquiera de paisaje en paisaje, al aire, bajo el sol. Agua que no desemboca, esa agua del pozo. Y agua que no desemboca ese drama del corazón que ahoga, que aprieta, que encierra también a la desesperación en un pozo. Que no desemboca. Y el pozo, la zanja en la cual se desplomó fulminado por los tiros en la nuca. Agua que no desemboca; que finalmente desemboca en la lucha que es el contenido de la angustia. Y habrá de pagar cara esa ofensa a la poesía, a la gracia del mundo, a la dignidad humana.
Hay una copla - creo que del tiempo de Goya- que - G.L. recordaba:
"Ay, cómo reluce, cómo reluce,
cómo reluce,
la calle de Alcalá cuando suben y bajan
los andaluces, los andaluces."
Cómo reluce su poesía, su teatro poético, su cara oscurecida por el sol granadino. . . Su nombre musical, su andalucismo universal, su memoria. Y la sangre desemboca, corre, reluce. Un río, un bosque de sangre, detendrán finalmente a los asesinos, a todos los asesinos del hombre y de la rosa. Y ya veremos amanecer a España sobre las víboras hechas pedazos, sobre los entreguistas (primero los moros, los fascistas italianos y los nazis alemanes, después las bases norteamericanas... ) sobre las ratas del desierto estranguladas. Ya veremos amanecer un nuevo día inexorable para los bárbaros, definitivo para el mundo. Desterrarán a la ignominia. La angustia, incontenible, como la esperanza, desembocará, desembocará.
Niña ahogada en el pozo, la pureza del hombre, la posibilidad de superación del hombre, resucitará más allá del caos. En España fue fusilada la poesía. Hasta hoy, todos los días la fusilan. En otras partes del mundo la fusilan; en nuestro país la fusilan. La fusilan atropellando a la Universidad, persiguiendo y dividiendo a los obreros. La fusilan quienes quieren convertir a nuestro país -de tantas y tantas posibilidades, cargado de futuro- en un sombrío gendarme de América, como es hoy Brasil. Pero aquí, como en España, al desorden uniformado de la muerte opondremos el orden multiforme de la vida.
Conocimos a García Lorca, el poeta más personal, el escritor más completo de su promoción, en Buenos Aires, cuando vino a presentar aquí La zapatera prodigiosa y Bodas de Sangre. Volvimos a encontrarlo en Madrid, en 1935; allí se estableció una más estrecha amistad. Yo fui uno de los asiduos parroquianos de la Cervecería de Correos, donde él presidía con su luminoso ingenio una peña de escritores y artistas ciertamente singular, ya evocada por mí en otras páginas. Casi a diario le vimos hasta el día en que organizó para nosotros un banquete memorable de despedida en la calle de la Luna. Federico García. ("Qué raro que me llame Federico'.", escribió él). No sospechábamos que estábamos viviendo entonces las vísperas de la gran tragedia española que trajo la gran tragedia mundial. Las vísperas de la muerte del querido amigo.
Por aquellos tiempos él solía salir con su teatro ambulante, La barraca, por esos caminos. Le vieron codearse con la gente aldeana, entrar a la casa de los pobres, bendecir a los niños, buscar la tumba de Quevedo en Villanueva de los Infantes... En Madrid, en la Castellana, asistí a la presentación de sus maravillosos títeres (los mismos que admiramos un año antes en el teatro Avenida, de Buenos Aires) de sus picaros e- inefables títeres, del retablo de Don Cristobita, ante miles de niños de las escuelas. Lo oigo aún, cuando en el Mesón del Segoviano nos hablaba de una próxima tragedia andaluza (la que no alcanzó a escribir, sobre el tema del niño que adoraba a su jaca, un niño víctima de la incomprensión del padre terrateniente) o recordando partes del Canto a la Argentina, el resonante poema de Darío que él admiraba tanto. Era un poeta cabal de su tiempo, y pese a las predicciones de algunos mediocres vates y críticos resentidos, de él asimismo puede declrse que "cada día escribe mejor". Su obra está más viva que nunca, su poesía y su teatro lo defienden de quienes se empeñan en disminuirlo, en varios sentidos. Fue sobre todo poeta, dramaturgo, proclive a las sugestiones del medio social, pero dueño además de una poderosa fantasía. A su modo, era un comprometido. Como hombre, tampoco fue neutral. Dijimos que no era un militante. No tenía pasta de organizador, no le seducía la disciplina partidaria, pero todos los que frecuentábamos la Cervecería de Correos conocíamos sus opiniones políticas. Estaba con la causa republicana, con todas las causas populares. Era amigo y admirador de don Manuel Azaña, simpatizaba con el sector socialista de Largo Caballero, era compañero de Rafael Alberti y otros comunistas notables. Adhirió al primer congreso internacional de escritores para la defensa de la cultura, reunido en Paris, en 1935, y al cual fue invitado personalmente -fuimos testigos, - por los inolvidables René Crevel y Robert Desnos. En determinada oportunidad intervino en un acto público en pro del famoso dirigente comunista brasileño, Luis Carlos Prestes. Hay una fotografía que documenta lo que afirmamos; está de pie, con el puño cerrado en alto (signo del Frente Popular) junto a Alberti, organizador del acto, y Arturo Serrano Plaja. Abajo se ve un cartel: Salvad a Luis Carlos Prestes. Socorro Rojo Internacional. Estaba leyendo, precisamente, poemas de poetas revolucionarios del Caribe. Doy fe de otra actitud suya definitoria. Cuando una vez, con La Barraca, se disponía a representar en la plaza pública de Fuenteovejuna la obra del mismo nombre y supo que había presos politicos en la cárcel local, reclamó y obtuvo del alcalde la libertad de los mismos, para que pudieran asistir a la función. Todo un símbolo, dada la índole del célebre- drama de Lope de Vega.
¿Y su obra? El mismo había dado ya un drama épico, la exaltación del romanticismo revolucionario, de la conciencia patriótica insobornable, con Mariana Pineda. Todo su teatro tiene hondas raíces populares, es en gran medida intencionado. La Casa de Bernarda Alba contiene una crítica implícita a los restos de feudalismo. De la magnífica instrumentación lírica de esencias humanas del Romancero Gitano, pasando por la grandeza trágica de uno de los más hermosos poemas de largo aliento en lengua castellana, Llanto por Ignacio Sánchez Mejía, había evolucionado en poesía hacia un lúcido versolibrismo, avanzando por otro camino entre penetrantes ráfagas de viento civil, con Poeta en Nueva York. Aquí figura su Grito hacia Roma, que podría considerarse como el segundo poema antiimperialista ejemplar de la lengua -el primero, como es sabido, pertenece a Darío, es la Oda a Roosevelt-.
En vano tratan de darnos una idea deformada del poeta, el dramaturgo y el hombre, restándole además proyección social y civil, a su obra y a su actitud. Los agregados culturales, los agentes franquistas, en complicidad con algunos promotores y artistas, -en teatro, radio y TV- están empeñados ahora en desvirtuar su mensaje, exaltando lo que hubo de pintoresquista, gitanista, en la obra diversa del poeta, e incluso desfigurando el sentido de algunos poemas del Romancero. Hay algo más infame. Finalizada la guerra mundial, el untuoso y asustado general Franco, creyendo que G.L. - era gitano -no lo era- dijo a un periodista yanqui: "Murió en una refriega de gitanos". Pasado algún tiempo, con bases norteamericanas en España y sin duda convencido de lo ridículo de aquella información, aseguró a otro periodista: "Lo mataron por error". Y aquí está la siniestra trampa. No hubo tal error. No puede aceptarse a un García Lorca inofensivo como poeta, como dramaturgo y como hombre. Por eso es irritante que Pablo Neruda lleve sin proponérselo agua al molino de los agregados culturales franquistas y compañía, que últimamente vienen repitiendo la segunda de esas absurdas mentiras, en su comentario al Premio Lenin otorgado a Alberti, donde dicen que el hachazo que lo abatió lo tenían reservado a este poeta, por cierto bien conocido por su activa militancia. ¡NO! El hachazo era también para el autor de "Mariana Pineda"
Agregaba Pablo que, al contrario de Rafael Alberti, - el granadino "guardó siempre su predilección por los soleados jardines del arte". Aparte el hecho de que cualquier poeta puede pasearse por esos jardines -un- tanto cursis-, hay una seria laguna en la memoria del notable creador de Residencia en la tierra, quien no podrá negar la serie de circunstancias que acabo de señalar. No estoy solo en el rescate del verdadero perfil del poeta asesinado. Ahí están sus insignes compatriotas, Jiménez de Azúa y Eduardo Zamacois, quienes nos honraron con su cordial aprobación al finalizar un acto recordatorio de la memoria del poeta, en el cual hablamos, y, entre otros, conócese el testimonio de Miguel Angel Asturias, su artículo publicado en Hoy en la Cultura (Número 22)
Y esa imagen verdadera del gran poeta y autor teatral, vencerá como su obra, los tiempos y los mitos.
Y a propósito de los soleados jardines, Alfredo de la Guardia recuerda ("García Lorca, perfil y creación") estas palabras de un diálogo del gran poeta con el famoso dibujante Bagaría: "El concepto del arte por el arte sería cruel, si no fuera, afortunadamente, cursi. En este momento dramático del mundo el artista debe reír y llorar con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azuce nas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas". (Precisamente más tarde Pablo repetirá ese concepto, con otras palabras). -Recordamos además las críticas del insigne granadino a los Reyes Católicos, quienes provocaron la decadencia y el atraso feudal de España con la matanza de cerca de dos centenares de españoles de origen árabe en Granada, liquidando además -como ocurrió durante las posteriores conquistas de México y Perú- todo lo positivo de una civilización y una cultura, destruyendo y deformando, hecho que se agrava con el agregado de la implacable persecución a los judíos. "Yo creo que el ser de Granada -decía- me inclina a la comprensión simpática de lo perseguido, del gitano, del judío, del negro y del morisco que todos llevamos dentro".
Por eso, además, el hachazo era también para Federico.
Era muy español, mejor dicho, muy andaluz, pero no era patriotero y estas otras palabras del diálogo sostenido con Bagaría deben haber sido tenidas en cuenta por sus verdugos: "Rechazo lo que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta, por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento- hasta la médula; pero antes que esto soy un hombre del mundo, hermano de todos. Desde luego, no creo en la frontera política".
Finalmente, creo haber probado que fue un escritor comprometido, con España, con el mundo, con su época. Insisto, no tenía pasta de dirigente ni sentido de la disciplina del militante activo, pero no era neutral. Y hasta en el mismo Romancero Gitano (recuérdese el Romance de la Guardia Civil Española) y en Poema del Cante Jondo, como varios comentaristas lo han destaca do, se hallan agudos rasgos de intención crítica. La imagen verdadera del gran poeta y autor teatral vencerá, como su obra, los tiempos y los mitos.