Ezra Pound ha hecho del flujo su tema; la trama, la caracterización, el discurso lógico, parecen para él una abstracción inadecuada para un hombre de su generación. Se encuentra a mitad de camino de un inmenso poema en verso libre llamado The Cantos, donde la metamorfosis de Dioniso, el descenso de Odiseo al Hades, se repiten con diversos disfraces, siempre en asociación con algún tercero que no se repite. El Hades puede convertirse en el infierno donde los hombres modernos que más desaprueba sufrirán la condena, la metamorfosis de los pequeños fraudes practicados por los judíos en Gibraltar. La relación de todos los elementos entre sí, repetidos sin repetirse, se hará evidente cuando todo haya terminado. No hay transmisión a través del tiempo, pasamos sin comentarios de la antigua Grecia a la Inglaterra moderna, de la Inglaterra moderna a la China medieval; la sinfonía, el patrón, es atemporal, el flujo eterno y, por tanto, sin movimiento. Como otros lectores, descubro en la actualidad fragmentos meramente exquisitos o grotescos. Él espera dar la impresión de que todo está vivo, que no hay aristas, ni convexidades, nada que frene el flujo; pero, ¿puede un poema de este estilo tener una estructura matemática? ¿Pueden las impresiones que son en parte visuales, en parte métricas, relacionarse como las notas de una sinfonía? ¿El autor ha sido llevado más allá de la razón por una concepción teórica? Su fe en su propia concepción es tan grande que desde la aparición del primer Canto he tratado de suspender el juicio.
Cuando considero su obra en conjunto, encuentro más estilo que forma; por momentos más estilo, más nobleza deliberada y sus medios para transmitirlo que en cualquier poeta contemporáneo que conozco, pero a su vez es una confusión constante, interrumpida, quebrada, tartamudeante; él es un economista, un poeta, un político enfurecido contra los malignos personajes y motivos inexplicables, figuras grotescas como salidas de un libro infantil de bestias. Esta pérdida de autocontrol, común entre los revolucionarios incultos, es rara —Shelley la tenía en cierto grado— para un hombre con la erudición y cultura como Ezra Pound. El estilo y su opuesto pueden alternar, pero debe ser completo, en forma de esfera, simple. Incluso donde no hay interrupción, a menudo se contenta con dejar transiciones incontroladas, eyaculaciones inexplicables, que hacen que su significado sea ininteligible. Él ha sido una gran influencia, quizás más que cualquier contemporáneo con la excepción de Eliot, y es probablemente la fuente de la falta de forma y la consiguiente oscuridad que es el principal defecto de Auden, Day Lewis y su escuela, una escuela que admiro mucho. Incluso cuando el estilo se mantiene en todo momento, uno tiene la impresión, especialmente cuando escribe en verso libre, que no ha metido todo el vino en la copa, que es un brillante improvisador que traduce a primera vista una obra maestra griega desconocida:
See, they return; ah, see the
tentative
Movements,
and the slow feet,
The
trouble in the pace and the uncertain
Wavering!
See, they return, one, and by
one,
With
fear, as half-awakened;
As
if the snow should hesitate
And
murmur in the wind,
and
half turn back;
Thes were Wing´d-with-awe,
Inviolable.
Gods of the winged shoe!
With them the silver hounds,
sniffing the trace of air!