Cosechás lo que nombrás
Porque al fin qué saben
los nombres de nombres
Los ojos también
son una aparición
cuando estoy así
intensa y llena
cuando estoy así
como el Sahara
llena de arena
Aún bebiendo del mar
que no tiene principio ni final
insistimos
nacemos y morimos compulsivamente
encarnamos
tal vez
la agonía de una vieja ofrenda
la parte más débil del equilibrio
En el silencio
de una profunda curiosidad
desabrochó su omnipotencia
y arrojó su elegancia al fuego
con ella ardió también
la eternidad
Atónito y desnudo
se vió Dios
como el hombre
que lo trajo al mundo
Yo lo dejo a mi padre no entender nada
Le permito tantas ausencias como pida
Arranco al nogal la sombra
cubro con ella su espalda
le presento a los caracoles y ya son de él
las colecciones que no funcionan
Dejé de gritarle por la hendija
opté por regar las viejas flores que nunca mira.
Yo lo dejo a mi padre naufragar en el viento
permito su demora en un refugio
de espinas
dejé de gritarle por la hendija
opté por tirarme y nadar nadar y salvarnos
en esas dos sílabas
Deliraba de fiebre y la vi
una virgen llena de números
en el sótano de los números donde empiezan
las estrellas y se alistan los gorriones vi
dos manos calientes como planchas
imprimiendo los omóplatos
de quienes preguntan por el estado de gracia
Rocío Laria, 29 años, poeta, bailarina y docente, oriunda de Laprida, reside en La Plata hace 10 años. Estudia teatro y Cs. de la Educación. Publicó Autopartes del Naufragio (2017), Poesías para Abrir (2019). Los poemas componen su último libro de poesía Kintsugi Bazar de poemas rotos, publicado recientemente.