Llegué a la puerta del edificio de apartamentos donde vive Rubem Braga y donde Pablo Neruda y su esposa Matilde se hospedaban; llegué a la puerta exactamente cuando el automóvil paraba y bajaban el enorme equipaje de los visitantes. Lo que hizo decir a Rubem: “Es grande el equipaje literario del poeta”. A lo que el poeta replicó: “Mi equipaje literario debe pesar unos dos o tres kilos”.
Neruda es extremadamente agradable, sobre todo cuando usa su gorra (“tengo pocos cabellos, pero muchas gorras”, dijo). Sin embargo, no bromea cuando se trata de trabajo: me dijo que si me daba la entrevista aquella noche solamente respondería tres preguntas, pero si yo quisiese hablar con él al día siguiente, respondería más preguntas. Y me pidió echar un vistazo a las preguntas que le iba a hacer. Sin una pizca de confianza en mí misma, le entregué la hoja en la que había anotado las preguntas, esperando Dios sabe qué. Finalmente, me sentí confortada: me dijo que las preguntas eran muy buenas y que me esperaría al día siguiente. Salí con un alivio en el corazón porque había dejado atrás mi timidez para hacer preguntas. Pero soy una tímida osada y es así como he vivido, lo que, si me trae sinsabores, me ha traído también alguna recompensa. Quien sufre de timidez osada entenderá lo que quiero decir.
Antes
de reproducir el diálogo, un breve esbozo de su carga literaria.
Publicó “Crepusculario” cuando
tenía diecinueve años. Un año después publicó “Veinte
poema de amor y una canción desesperada”,
que hasta el día de hoy es grabado, reeditado, leído y amado.
Enseguida escribió “Residencia
en la tierra”,
que reúne sus poemas de 1925 a 1931, de su fase
surrealista. “Tercera
residencia”,
con poemas de hasta 1945, contiene poemas de “España
en el corazón”,
en la que llora la muerte de Lorca y la guerra que lo tocó
profundamente y lo despertó para los problemas políticos y
sociales. En 1950, “Canto
general”,
tentativa de reunir todos los problemas políticos, éticos y
sociales de América Latina. En 1954, “Odas
elementales”, en
el que el estilo ya es más sobrio, buscando una mayor sencillez, y
donde se encuentra, por ejemplo, “Oda
a la cebolla”.
En 1956, “Nuevas
odas elementales”,
que él descubre en los temas elementales que no habían sido
tocados. En 1957, “Tercer
libro de las odas”,
que continúa en la misma línea. A partir de 1958,
publica “Estravagario”, “Navegaciones
y regresos”, “Cien
sonetos de amor”, “Cantos
ceremoniales” y “Memorial
de Isla Negra”.
Al día siguiente de mañana, fui a verlo. Ya había respondido mis preguntas, infelizmente: pues a partir de una respuesta, es siempre o casi siempre provocada otra pregunta, a veces a la que quería llegar. Las respuestas eran sucintas. Es tan frustrante recibir una respuesta corta a una pregunta larga. Le conté sobre mi timidez para pedir entrevistas, a lo que él respondió: “Qué tontería”. Le pregunté cuál de sus libros le gustaba más y por qué. Me respondió: “Tú sabes bien que todo lo que hacemos nos agrada porque somos nosotros —tú y yo— quienes lo hicimos”.
¿Usted se considera más un poeta chileno o de América Latina?
Poeta local de Chile,
provinciano de América Latina.
¿Escribir mejora la angustia de vivir?
Sí, naturalmente. Trabajar en
tu oficio, si amas tu oficio, es celestial. Si no es infernal.
¿Quién es Dios?
Todos algunas veces, Nada,
siempre.
¿Cómo es que usted describe un ser humano lo más completo posible?
Político, poético, Físico.
¿Cómo es una mujer bonita para usted?
Hecha de muchas mujeres.
Escriba aquí su poema
predilecto, por lo menos predilecto en este exacto momento.
Lo
estoy escribiendo. ¿Usted puede esperar por mí diez años?
¿En qué lugar le gustaría vivir, si no viviese en Chile?
Créame tonto o patriótico, pero yo hace algún tiempo escribí en un poema: si tuviese que nacer mil veces. Allí quiero nacer. Si tuviese que morir mil veces. Allí quiero morir.
¿Cuál fue la alegría más grande que tuvo por el hecho de escribir?
Leer mi poesía y ser oído en
lugares desolados: en el desierto a los mineros del norte de Chile,
en el estrecho de Magallanes a los esquiladores de ovejas, en un
galpón lleno de lana sucia, sudor y soledad.
¿En usted, qué precede a la creación: la angustia o un estado de gracia?
No conozco bien esos
sentimientos. Pero no me creía insensible.
Diga alguna cosa que me sorprenda.
748. (Y yo realmente me
sorprendí, no esperaba una armonía de números).
¿Usted está al tanto de la poesía brasileña? ¿A quién usted prefiere en nuestra poesía?
Admiro a Drummond, Vinícius,
Jorge de Lima. No conozco a los más jóvenes y sólo llego a Paulo
Mendes Campos y Geir Campos. El poema que más me agrada es el “El
difunto”, de
Pedro Nava. Siempre lo leo en voz alta a mis amigos, en todos los
lugares.
¿Qué opina de la literatura comprometida?
Toda literatura es
comprometida.
¿Cuál de sus libros le gusta más?
El próximo.
¿A qué usted le atribuye el hecho de que sus lectores lo consideren a usted el “volcán de América Latina”?
No sabía eso. Tal vez ellos
no conocen los volcanes.
¿Cuál es su poema más reciente?
“Fin
del mundo”.
Trata del siglo XX.
¿Cómo se procesa en usted la creación?
Con papel y tinta. Por lo
menos esa es mi receta.
¿La crítica construye?
Para los otros, no para el
creador.
¿Usted ya hizo algún poema por encargo? Si no lo hizo, hágalo ahora, así sea bien corto.
Muchos. Son los mejores. Este
es un poema.
¿El nombre de Neruda fue casual o inspirado en Jan Neruda, poeta de la libertad checa?
Nadie consiguió hasta ahora
averiguarlo.
¿Cuál es la cosa más importante en el mundo?
Tratar para que el mundo sea
digno para todas las vidas humanas, no solo para algunas.
¿Qué es lo que usted más desea para usted mismo como individuo?
Depende de la hora y del día.
¿Qué es el amor? Cualquier tipo de amor.
La mejor definición sería:
el amor es el amor.
¿Usted ya sufrió mucho por amor?
Estoy dispuesto a sufrir más.
¿Cuánto tiempo le gustaría afincarse en el Brasil?
Un año, pero depende de mis
trabajos.
Y así terminó la entrevista con Pablo Neruda. Sin que él hablase más. Yo habría podido prolongarla casi indefinidamente. Pero era la primera entrevista que él daba en el día siguiente a su llegada, y sé cuánto una entrevista puede resultar cansadora. Espontáneamente, me dio un libro, “Cien sonetos de amor”. Y después de mi nombre, en la dedicatoria, escribió: “De su amigo Pablo”. Yo también siento que él podría volverse mi amigo, si las circunstancias lo facilitasen. En la contratapa del libro dice: “Un todo manifestado con una especie de sensualidad casta y pagana: el amor como una vocación de hombre y la poesía como su tarea”. He ahí un retrato de cuerpo entero de Pablo Neruda en estas últimas frases.