martes, 13 de febrero de 2024

LEONIDAS LAMBORGHINI por HORACIO GONZALEZ

 


Las patas en las fuentes comienza cuando todas las voces anteriores se han roto, cuando todos los poemas ya escritos se han destrozado. ¿Cuál sería ante tanta ruina la actitud del poeta? Ni la de inventar un mundo –lo que sería dichoso–, ni la de reunir los pedazos esparcidos –lo que sería apenas valioso–. Leónidas Lamborghini no ofrece dicha, valor o elegancia. Ofrece una voz en desvarío que ha visto proceder toda la historia pero recuerda maniáticamente apenas algunos trozos. ¿Los recapitula? No sólo. También los repite como un bufón atontado. No puede parar de hablar, surgen melodías olvidadas que debe dejar incompletas y proposiciones épicas que ya son noticias añejas. Las expone como letanías que provienen del infierno o de una vida anterior que no se recuerda haber vivido.

Es duro querer recordar y que sólo vengan a la conciencia balbuceos entrecortados. Leónidas, el gran poeta de la lengua nacional herida, hizo de la poesía un esfuerzo por captar lo hablado hace muchos siglos en una caverna platónica, en un monólogo shakespeareano recitado sin ilación, en un suburbio marechaliano con alegorías ya extenuadas, indescifrables. Los personajes, el solicitante descolocado, el saboteador arrepentido, el letrista proscripto, son almas en pena que revuelven en un basural sus palabras extraviadas. Quizá no tenga este largo ciclo nacional que comienza al promediar el siglo veinte hasta nuestros días –sí, hasta hoy nomás– una balada tan conmovedora sobre las vicisitudes de la civilización argentina.

Si es posible un país, lo será en el esfuerzo de encontrar una pieza trascendental del lenguaje que ilumine todos los demás lenguajes. Eso no es posible, piensa Leónidas Lamborghini. Pero es posible hacer una poesía que relate las insinuaciones de esa búsqueda. Que es solicitud descolocada, descolocamiento que se sabotea, proscripción que es reminiscencia inhallable, tango o aire martinfierresco que se va evadiendo. Las poesías de Lamborghini ocurren antes que actúe la conciencia lúcida. Esta no está colocada, sólo hay preconciencia dolorida, tierra baldía o basural de León Suárez. Es que Las patas en las fuentes, el gran poema del lenguaje traspapelado de la lucha argentina, está entre T. S. Elliot y Rodolfo Walsh. Es enteramente legible también para descifrar estos días que corren.


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